La semana anterior especulamos sobre un eventual y sustantivo incremento del gasto público para actividades científicas en el presupuesto para el año próximo, particularmente por lo capacidad normativa para dirigir algunos acontecimientos. Una de las razones que respaldaban la posibilidad del incremento fue la idea de volver a instaurar los incentivos fiscales por parte de los legisladores, lo mismo que la discusión sobre la factibilidad de los presupuestos plurianuales para educación superior —lo cual tendría implicaciones sectoriales—, pero el factor principal fue la aprobación parcial de una reforma que intenta cumplir con los niveles de inversión sectorial que marca la ley.
Sin embargo, es posible que el optimismo no alcance para confeccionar el diseño del presupuesto ni para depositar confianza en el cumplimiento de las normas que tal vez se aprobarán. Hoy, las turbulencias financieras internacionales parecen anunciar un nuevo periodo de incertidumbre e inestabilidad.
El epicentro de las dificultades financieras, a diferencia de lo que ha ocurrido en el pasado, no está localizado en el seno de México y existe cierta confianza gubernamental en los instrumentos domésticos para enfrentar estos problemas. No obstante, sea por causas internas o externas, parece haber una permanente incapacidad nacional para lograr un crecimiento sostenido y hacer planes a mediano plazo.
La crisis financiera mundial de 2008 provocó una disminución generalizada del PIB en las naciones latinoamericanas. Los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) mostraron que, en la región, el efecto fue muy grave y situaron la caída del PIB per cápita en 2.8 por ciento en 2009.
Desafortunadamente, según el mismo organismo internacional, México —pese a que el origen de la crisis no fue interno—, con un crecimiento negativo de -6.7 por ciento del PIB, tuvo el peor desempeño en la región.
En estas circunstancias, es difícil anticipar qué ocurrirá con el paquete económico para 2012, que entregará el gobierno federal al Congreso en unas semanas más, pero sí resalta la responsabilidad gubernamental en el manejo de las crisis y la incapacidad para sostener los planes de crecimiento. No solamente se trata del monto de los recursos, sino a dónde deben dirigirse.
Hace unas semanas, el Instituto de Estadística de la UNESCO dio a conocer, por primera vez, el gasto de 67 países en investigación y desarrollo por tipo de actividad. Esto es, el nivel de inversión en investigación básica, investigación aplicada y desarrollo experimental.
Los datos de la UNESCO confirman lo que ya se había identificado: las universidades y los centros de investigación tienden a concentrarse en investigación básica, en tanto que las firmas privadas se inclinan a una mayor inversión en desarrollo experimental para llevar nuevos productos al mercado.
De hecho, como el mismo organismo internacional lo había identificado: en diferentes economías en desarrollo, incluso las llamadas emergentes, el sector de empresas genera menos investigación y desarrollo, en comparación con el sector gubernamental y el de educación superior pública.
Esto es particularmente cierto en el campo de la investigación agrícola y el medio ambiente. Aunque el caso contrario se presenta en el sector salud, donde varias empresas muestran interés.
El asunto —y lo sorprendente de los recientes datos de la UNESCO que muestran los niveles de inversión por país y por tipo de investigación— es que China es el país que destina la mayor proporción de su inversión a desarrollo experimental.
Esto es, del total de su gasto en investigación y desarrollo distribuye 82.8 por ciento a desarrollo experimental, 12.5 por ciento a investigación básica y 4.8 por ciento a investigación aplicada. Le seguirían en orden descendente: Israel (81.6, 3.2 y 15.2, respectivamente); Corea (64.3, 19.6 y 16.1, respectivamente) y Japón (62.6, 21.7 y 11.4, respectivamente).
En general, como señala la UNESCO, se suponía que los países más ricos y con los sectores privados más robustos destinaban la mayor proporción de gasto al desarrollo experimental. Pero no. Estados Unidos aparece en la sexta posición con las siguientes proporciones: 60.3 para desarrollo experimental; 22.3 para investigación aplicada y 17.4 para investigación básica.
Aunque los datos se conocen recientemente, para la mayor parte de los países las cifras son de 2008 o 2009. No obstante, como en el caso de México, la información que aparece es de 2003 y, según lo que se reporta, destina 43.6 por ciento a desarrollo experimental. Una proporción mayor que la de Argentina (27.8 por ciento) o que la de Chile (15.3 por ciento). Brasil no aparece en la lista.
Sin embargo, el gasto en investigación y desarrollo en México, como proporción del PIB, no se ha incrementado consistentemente. En la década pasada pasó de 0.37 a 0.43 por ciento. China ha sido uno de los pocos países que han experimentado un crecimiento sostenido de nivel de inversión en este sector: en 1991 fue de 0.73 por ciento del PIB y para 2008 el indicador fue de 1.5 por ciento.
Entonces, no solamente necesitamos más recursos, también discutir dónde localizarlos.(Publicado en Campus Milenio. No. 426. Agosto 11, 2011)
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