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viernes, 3 de marzo de 2023

La perspectiva de género en el periodo

 

Alejandro Canales

UNAM-IISUE/PUEES

Twitter: @canalesa99

(Publicado en la versión digital de Campus Milenio No. 986. Marzo 2, 2023)

Las iniciativas para favorecer la igualdad entre hombres y mujeres ya tienen sus años en México, pero la perspectiva de género en las políticas públicas, como parte de compromisos a nivel internacional, sistemática y normativamente, fue a partir de los años 2000. Desde entonces, los planes y programas de gobierno incluyen estrategias y diferentes acciones para superar las brechas de género. 

El Plan Nacional de Desarrollo (PND) de este periodo, a pesar de que es más una declaración política y no un documento de planeación, no es la excepción y también incluye la igualdad de género. El plan enumeró una docena de principios rectores y en uno de ellos, el denominado “No dejar a nadie atrás, no dejar a nadie afuera”, planteó la intención de favorecer la igualdad (DOF. 12.07.2019: 4).

Por ejemplo, ahí destaca que respetará a los pueblos originarios y su derecho a la autodeterminación, porque propugna por una “igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, la dignidad de los adultos mayores y el derecho de los jóvenes a tener un lugar en el mundo”, tanto como el rechazo a toda forma de discriminación por cualquier motivo. Además, en el mismo plan, como parte de acciones específicas y en marcha, mencionó el programa “Jóvenes construyendo el futuro”, el cual otorga becas de 3 mil 600 pesos mensuales de manera igualitaria entre hombres y mujeres. 

Otro programa, en el mismo plan, es el de “Jóvenes escribiendo el futuro”, dirigido a todas las personas jóvenes menores de 29 años inscritas en algún centro de educación superior. A cada joven le proporciona una beca de 4 mil 800 pesos bimestrales durante el ciclo escolar a lo largo de su carrera profesional. Pero, especificó el plan, tienen prioridad, mujeres y hombres indígenas y afrodescendientes, así como personas viviendo en contextos de violencia.

La intención de respaldar a mujeres jóvenes y de sectores vulnerables quedó plasmada en el Plan y con acciones en operación, aunque ninguno de los dos programas mencionados se refería a formación de posgrado o tenía componentes para facilitarles a las mujeres un desempeño en ambientes de alta especialización laboral. 

Las estadísticas del informe de gobierno del año pasado reportaron que en el programa Jóvenes construyendo el futuro, el volumen de mujeres apoyadas representó alrededor del 60 por ciento del total (pág. 213). A su vez, según el mismo informe, el programa Jóvenes escribiendo el futuro apoyó en el último año a 432 mil jóvenes y de ese total el 59 por ciento fueron mujeres (pág. 216). Resultados a favor de las mujeres.

Las prioridades del PND ya estaban en marcha desde el inicio mismo del periodo de gobierno e incluso antes de que el Plan estuviera, oficialmente, en vigor. Los programas prioritarios, como los dos aquí indicados, se han mantenido a la cabeza en la programación del Presupuesto de Egresos de la Federación en los cuatro años anteriores. Sin embargo, el PND, y por eso es plan, debe marcar los objetivos estratégicos y lineamientos del periodo, mismos que luego deben desdoblar las dependencias gubernamentales para armar sus respectivos programas sectoriales. 

¿Qué ocurrió en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti)? Como lo hemos indicado en otras ocasiones, apareció en diciembre del 2021, dos años después de cuando debió estar, planteó un diagnóstico, objetivos y parámetros para valorar los avances. También destacó la problemática de las mujeres e incluyó líneas de acción al respecto.

Por ejemplo, anunció que el Peciti contribuiría al desarrollo económico, social y sustentable de “nuestra Nación multicultural, con perspectiva de género y enfoque de derechos humanos” (pág. 27). Al mismo tiempo reconocía una insuficiencia de políticas públicas para la formación de profesionales especializados, derivado de un presupuesto escaso, aunque también debido a la falta de estímulos para los jóvenes y de “una concepción cultural equívoca del rol de la mujer en el núcleo familiar que limita sus posibilidades para acceder a estudios de posgrado”.

Otro elemento de diagnóstico del Peciti destacaba le menor proporción de mujeres en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), Precisó que las mujeres solamente representaban un tercio del total, aunque, completaba el mismo documento, esa “cifra es mayor que en algunos países desarrollados como Japón, en donde únicamente el 15 por ciento de los investigadores son mujeres, existe un largo camino para lograr la paridad de género que se observa en países como Argentina en donde las mujeres representan el 53 por ciento de la comunidad académica” (pág. 37).

Entonces, ¿qué se propuso hacer el Peciti? Una de sus metas principales es la de promover la formación y actualización de especialistas de alto nivel en investigación científica para la solución de problemas prioritarios nacionales. El primer parámetro para ese objetivo es la “tasa de crecimiento en la inclusión de mujeres científicas, humanistas y tecnólogas”. Básicamente se refiere a la diferencia anual en la incorporación al SNI entre hombres y mujeres; la meta sería incorporar, proporcionalmente, un mayor número de mujeres.

¿Cómo ha sido la composición por sexo del SNI desde su instauración en 1984? Al inicio los hombres representaban el 82 por ciento y las mujeres el 18 por ciento. Para el 2014, o sea tres décadas después, los hombres disminuyeron su participación a 65 por ciento y las mujeres la elevaron a 35 por ciento. Es decir, en promedio simple, poco más de medio punto porcentual de diferencia cada año.

¿Se aceleró la inclusión de mujeres al SNI en este periodo? No, al contrario. Los hombres en el 2018 representaban el 62.7 por ciento y las mujeres el 37.3 por ciento; para el año 2022, las cifras disponibles más recientes, los porcentajes eran 61.3 y 38.7 por ciento, respectivamente. La tasa simple sería de alrededor del 0.28 por ciento.

El Peciti tiene un parámetro y metas para la inclusión, pero el asunto no solamente es de promedios simples, implica diferentes elementos, tanto en lo que se refiere al funcionamiento y composición de áreas de conocimiento del SNI, como a las practicas de formación de alto nivel y la distribución de oportunidades laborales. Allá iremos en próxima entrega.

Por lo pronto, vale la pena notar que las iniciativas y oportunidades para las mujeres no debiera limitarse al cristal de lo elemental, así que la perspectiva de género en las políticas públicas precisa de mayores ajustes.

jueves, 20 de enero de 2022

Viraje en el posgrado. ¿Para qué sirve un Programa?

 

Alejandro Canales

UNAM-IISUE/PUEES

@canalesa99

 

(Publicado en CampusMilenio No. 932. Enero 20, 2022. Pág. 4)

 

Una propuesta articulada de cambio en el posgrado nacional no existe. Al menos no hay ningún proyecto públicamente disponible. Otra vez, lo que tenemos son intenciones, algunas cifras deshilvanadas y muchos adjetivos para modificar las cosas. Sin embargo, desafortunadamente, eso no es suficiente.

 

Los estudios de posgrado son el componente energético imprescindible para arrancar la investigación a nivel nacional, también son un insumo fundamental para fortalecer la planta académica del sistema educativo y, desde luego, para consolidar un robusto aparato científico y tecnológico. El flujo de los posgrados, en cierta medida, nos anticipa el sistema académico que nos aguarda.

 

El volumen de posgraduados ha venido creciendo en las últimas tres décadas, pero todavía tenemos pendientes en este terreno y, si no meditamos bien los cambios a realizar, corremos el riesgo de retroceder. En 1990 contábamos con una matrícula total en educación superior de un millón 243 mil alumnos y de esa cifra poco más de 42 mil estudiantes estaban en el posgrado (ocho de cada diez en instituciones públicas). O sea, la matrícula del posgrado representaba alrededor de 3.4 por ciento del total de estudios superiores.

 

Las cifras del ciclo escolar 2020-2021, en el más reciente informe de gobierno, dice que la matrícula de educación superior suma cuatro millones 31 mil estudiantes. Por cierto, dos breves notas. Primera, la cifra anterior solamente se refiere a la modalidad escolarizada, si le añadiéramos la no escolarizada, cada vez más numerosa, la matrícula total casi llegaría a los cinco millones. Segunda nota: por primera vez, en décadas, tuvimos menos alumnos que en el ciclo escolar anterior, 32 mil alumnos menos; seguramente refleja parcialmente los estragos de la pandemia en las instituciones escolares. La tendencia largamente ascendente tuvo un punto de inflexión y veremos qué sigue en el ciclo 2021-2022.

 

En fin, seguimos, del total de la matrícula actual de educación superior escolarizada, los estudiantes de posgrado suman 239 mil 100 (59 por ciento en instituciones públicas y 49 por ciento en particulares). En términos porcentuales, el total del posgrado representa el 6 por ciento de los estudios superiores.

 

Así, los estudios superiores, en los 30 años anteriores, se expandieron de forma notable: la matrícula se triplicó; pero la del posgrado creció todavía más, se multiplicó por un factor de seis. Un esfuerzo importante.

 

La participación relativa de alumnos de posgrado del sector privado, en términos comparativos con el público, creció más: al inicio del periodo tenía 20 por ciento (ocho mil 400 alumnos) y ahora tiene 49 por ciento (117 mil 400 alumnos). O sea, creció a un ritmo mayor, aunque la base de la que partió era muy reducida.

 

¿Las tendencias anteriores llevarían a tratar de limitar los posgrados particulares e impulsar los públicos? La intención de las autoridades parece concentrarse en esa idea porque, a su juicio, en el periodo ocurrió un desmantelamiento del sistema público de posgrado. La situación en el posgrado es más compleja y depende de un sistema de evaluación. El problema es que, a la fecha, no existe un diagnóstico preciso ni un proyecto para el posgrado que anticipe el porvenir.

 

Desde julio del año pasado, la directora del Conacyt, ya había dicho que sustituiría el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) por otro programa, uno sistémico, el cual permitiría “transitar hacia un modelo de formación e investigación en posgrados con mayor solidez epistemológica, rigor científico e incidencia social, acorde con la transformación que vive el país” (Comunicado No. 226/2021). Nada hubo.

 

Luego, medio año después, en diciembre pasado, en la primera sesión extraordinaria del Consejo Nacional para la Coordinación de la Educación Superior (Conaces), la directora del Conacyt, reiteró que se había abandonado el posgrado público y había que fortalecerlo. Ahí mismo anunció que se entregarían becas para todos los alumnos de posgrado de instituciones públicas. Una buena noticia, pero tampoco es suficiente.

 

Días después, el 28 de diciembre para ser precisos, apareció el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2021-2024 (Peciti) y tampoco tiene ningún planteamiento para la reforma del posgrado. Lo único que se menciona es que existe el PNPC pero poca capacidad para absorber a sus egresados (pág. 447) y su estrategia prioritaria es incrementar el presupuesto para becas para alcanzar “al menos 1.5  de investigadores por cada 1000 habitantes” (pág. 457). Ningún lineamiento para el posgrado.

 

En fin, si el documento rector de la política en la materia, el Peciti, mismo que apareció dos años después de cuando debió estar listo, no considera lo que podría ser una de las iniciativas con mayor repercusión para el futuro del sistema científico y tecnológico, podemos comprender que los programas sirven para muy poco. Seguiremos bajo ensayo y error.

 

Pie de página: La reunión para modificar los estatutos del CIDE no se llevó a cabo y los estudiantes entregaron las instalaciones. Las posiciones en el tablero de los CPI se siguen moviendo y la partida todavía no se define.

jueves, 6 de enero de 2022

Peciti: el futuro nunca llega

 

(Publicado en CampusMilenio No. 930. Enero 6, 2022. Pág. 4)

 

El 28 de diciembre del 2021, dos años después de cuando debió ser, apareció el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti) de la actual administración. La publicación del programa en el Diario Oficial de la Federación (DOF) fue una de las últimas novedades al cierre del año y ya es, oficialmente, el documento que regirá la política del sector para la segunda mitad del periodo de gobierno.

 

Lo dijimos una y otra vez en este Acelerador de Partículas: imposible entender por qué legalmente no existía el Peciti 2021-2024 si las autoridades decían que su elaboración ya estaba concluida. La directora del Conacyt, Elena Álvarez Buylla, desde el 2019 dijo que el programa estaba aprobado por las instancias correspondientes y, sin embargo, no se difundía oficialmente.

 

De hecho, la titular del Conacyt expuso formalmente el programa ante legisladores, las mismas láminas de presentación también las dio a conocer en las conferencias de prensa del presidente López Obrador e incluso en actos diplomáticos. Pero el documento simplemente no estaba en ningún lado.

 

¿El Pectiti tiene importancia legal o es completamente irrelevante? Si se trata del programa que contiene, en blanco y negro, los objetivos estratégicos y las acciones a llevarse a efecto para un determinado sector de la administración pública, no hay duda de que tiene un lugar sobresaliente en los deberes de la planeación.

 

Después de todo, en su momento, cuando quedó en la ley sectorial de 1999 que el programa para ciencia y tecnología debía ser considerado especial, lo que resaltó fue la posibilidad de integrar y coordinar intersecretarialmente los objetivos y el gasto público para esas actividades, puesto que diferentes entidades destinaban parte de su presupuesto a ese efecto.

 

La Ley de Planeación, como aquí mismo lo hemos apuntado, destaca que se denominan programas especiales a aquellos que refieren prioridades de desarrollo integral del país y que incluyen dos o más dependencias coordinadoras del sector. El Conacyt es el organismo rector, pero participan de las actividades muchas otras secretarías y entidades.

 

No obstante, la fuerza legal y capacidad vinculante del Peciti, como de muchos otros programas de la administración pública, ha sido relativamente escasa desde hace tiempo. Al término de cada periodo gubernamental los resultados siempre quedan por debajo de las expectativas y siempre hay razones para justificar la falta de logros. Pueden ser las cíclicas crisis económicas, otras prioridades nacionales, el limitado presupuesto, la abulia gubernamental e imponderables, como la pandemia en curso. El futuro se vuelve a diferir para una siguiente administración.

 

Las perspectivas todavía eran más inciertas en la actual administración. La flexibilidad de las normas se ha extendido al máximo, incluso la omisión de diferentes ordenamientos secundarios o de una nueva ley general para el sector que estableció la reforma del artículo 3º constitucional de 2019.

 

El Plan Nacional de Desarrollo 2019 – 2024 (DOF 12.07.2019), en el cual debió estar incluido el sector como prioridad para el desarrollo integral de la nación y destacar los lineamientos que darían lugar al Peciti, solamente hizo una mención en un párrafo de tres líneas.

 

El mismo Plan tampoco indicó que programas (sectoriales, institucionales, regionales o especiales) debían ser elaborados. Solamente quedaron enlistados los nueve programas de política social que continúan como prioridad de la actual administración. El Plan no era un plan ortodoxo y el primer secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, lo calificó como un manifiesto político.

 

¿El problema queda resuelto con la existencia del Peciti? Parcialmente. Ahora está plasmado de forma explícita el diagnóstico del sector, los grandes objetivos que se propone la presente administración y las acciones que pondrá en marcha. Lo sorprendente es que no hay ninguna explicación pública del retraso en su publicación o si la demora tendrá implicaciones en las metas.

 

La autoridad simplemente comunicó que el programa entró en vigor a partir del pasado 29 de diciembre y que es “un instrumento de observancia obligatoria y es resultado del trabajo de diseño y coordinación interinstitucional” (Comunicado274/2021. 29.12.2021).

 

Los programas, antes de los años 2000, eran un elocuente ejercicio de retórica y de pocos números. Un elemento positivo es que, en las últimas dos décadas, los programas sectoriales y especiales, incluyen metas cuantitativas y una serie de parámetros que permiten valorar la ambición y esfuerzo de cada administración. El Peciti 2021 – 2024, aunque con sobredosis de componentes ideológicos, no fue la excepción y también incluye un apartado de metas con los indicadores respectivos.

 

Posteriormente examinaremos en detalle el programa y habrá oportunidad de contrastar lo realizado en la primera mitad del ejercicio de gobierno con las metas autoimpuestas. Al final sabremos si el futuro prometido, otra vez, quedará diferido para un siguiente periodo.

 

Pie de página: el año 2021 concluyó y, por primera vez en la historia del programa, los resultados de la convocatoria del SNI no estuvieron listos.// ¡Un año de lo mejor para ustedes!


jueves, 21 de octubre de 2021

Peciti: diplomacia clandestina

 

Alejandro Canales

UNAM-IISUE/PUEES

Twitter: @canalesa99

 

(Publicado en la página electrónica del Suplemento Campus. No. 921. 21.10.2021)

 

El Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti) 2021-2024 sí existe. A pesar de que sabemos que no hay ningún ejemplar públicamente disponible y tampoco está impreso en el Diario Oficial de la Federación (DOF), como normativamente debiera ser, resulta que el programa fue presentado la semana pasada, al menos parcialmente, en un acto diplomático.

 

Un hilo de tuits nocturnos desde la cuenta personal de la directora de Conacyt, María Elena Álvarez Buylla, el pasado 13 de octubre, dio cuenta de su participación en la inauguración  del “Simposio sobre Diplomacia Científica, México-Alemania”. Ahí mencionó a las instituciones organizadoras, sus titulares y diplomáticos presentes, entre ellos al embajador de Alemania en México.

 

También añadió lo que fue parte de su intervención en el acto y uno de los tuis de la titular del Conacyt específicamente anotaba: “Con la llegada de la 4T, el Conacyt emprendió un proceso de cambio estructural para recuperar la rectoría del Estado en el sector de las HCTI y reorientar las políticas públicas hacia el entendimiento y la búsqueda de soluciones a los principales retos que enfrentamos”.

 

Lo relevante es que el tuit anterior estaba acompañado de una imagen que seguramente fue parte de la exposición de la directora y era una lámina que tenía como título “Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2021-2024” y abajo un diagrama con un flujo circular de seis tópicos: problemas prioritarios; alta calidad en formación científica; soberanía científica, independencia tecnológica; innovación abierta; derecho a la ciencia; y agenda de Estado. Al centro del diagrama, tres recuadros: bienestar social; cuidado ambiental; y pertinencia biocultural.

 

La imagen también incluía dos pequeños recuadros, a la izquierda y a la derecha, con flechas apuntando hacia el centro del diagrama, en los que estaba anotado: atención estratégica a temas prioritarios y articulación virtuosa de los sectores SNCTI. Tal vez la descripción no refleje lo que mostraba la lámina (la imagen se puede ver aquí: t.ly/2Zwz), pero posiblemente era la versión sintética (¿o muy conceptual?) del Peciti.

 

¿Tiene importancia el asunto? Quizás la supuesta inexistencia del programa era una anomalía de poca importancia en la farragosa tarea de planeación que, si al caso, solamente exhibía un desdén por las reglas administrativas. Después de todo, el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 no fue ni de lejos un plan, pero el Congreso no se dio por enterado, la administración pública siguió inmutable, distribuyó el presupuesto federal, puso en marcha lo que consideró conveniente e informa lo que le parece relevante. La tarea de gobierno no se detiene en minucias.

 

Lo raro es que el Peciti siguió los pasos que supuestamente culminarían con su publicación: en su momento la directora informó que se llevó la consulta para su integración, reiteró una y otra vez los propósitos, mostró a los diputados las fases que se habían cubierto e, incluso, dijo que el Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico –sí, el máximo órgano presidido por el ejecutivo federal— lo aprobó en su sesión del 21 de diciembre de 2019. ¿Entonces?

 

El programa debió ser publicado en enero de 2020 en el DOF. Sin embargo, ni entonces ni ahora está disponible. Por eso resulta sorprendente su mención en un acto diplomático. No es la primera vez que aparece en un acto oficial, ha sido expuesto en los principales órganos del sector, en las conferencias de prensa del ejecutivo federal y también en comparecencias ante legisladores.

 

Lo hemos dicho en repetidas ocasiones: el Peciti es el documento rector de las políticas en la materia, es especial porque se supone que en el periodo establece prioridades en la tarea de gobernar y porque conjunta los esfuerzos de ciencia y tecnología no solamente de Conacyt, sino de las distintas entidades de la administración que realizan actividades en el mismo sentido. Por eso no se llama programa sectorial.

 

Además, los programas sectoriales y especiales incluyen parámetros que permiten valorar cada año qué tanto se cumplen o no los propósitos de cada área. Ahora, en el caso de las actividades científicas y tecnológicas, si usted consulta los anexos estadísticos del informe de gobierno del periodo lo que encontrará son los objetivos y metas del Programa Institucional 2020-2024 del Conacyt. No, nada sobre un programa especial.

 

Normativamente, como se podrá concluir, el Peciti es un documento inexistente. Sin embargo, tal parece que extraoficialmente sí opera y conduce los lineamientos y acciones del organismo cabeza de sector. O sea, estamos ante una especie de dirección paralela de las políticas públicas en el periodo; un programa clandestino de estrategias. Y pues sí, eso explicaría parcialmente tantos sobresaltos en el sector.

 

Pie de página: México sigue jalando reflectores en medios internacionales, por los peores motivos. Ahora Nature, una de las revistas más prestigiadas, presenta testimonios y hace un resumen de las desproporcionadas acusaciones del fiscal Gertz Manero en contra de los 31 exfuncionarios y científicos. Aquí puede consultar el artículo: t.ly/Y8uH

jueves, 5 de septiembre de 2019

CyT: líneas sin horizonte

Alejandro Canales
UNAM-IISUE-PUEES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 815. Septiembre 5, 2019. Pág. 5)

En el sector científico y tecnológico, en el periodo que lleva la actual administración, lo más sobresaliente ha sido el conflicto y la tensión entre miembros de la comunidad y el Conacyt. Los desencuentros han sido no solamente con representantes del sector privado, legisladores, los titulares de órganos intermedios o el personal de Centros Públicos de Investigación, también incluye a participantes en las convocatorias, miembros del SNI, los jóvenes del programa Cátedras Conacyt y a los mismos becarios del organismo.

Los conflictos han sido múltiples y muy variados, así que la pregunta sería: a qué se debe tal volumen de reacción y diversidad. Una respuesta ha sido que todo se debe a los intereses creados que anidan en el sistema científico y tecnológico, los cuales desean conservar beneficios y privilegios, así que se expresan y resisten cualquier cambio en las reglas de juego. Sí, grupos e intereses los hay, pero la explicación resulta insatisfactoria porque si fuera el factor único, los conflictos estarían muy localizados. Sin embargo, son muchos los agentes y grupos que han reaccionado.

Tal vez una respuesta alternativa es que, en realidad, las iniciativas que se han puesto en marcha en el sector no han respondido a un diagnóstico preciso de los problemas; tampoco a un programa convincente de corto, mediano y largo plazo. En tales circunstancias, lo que ha prevalecido es desazón por la incertidumbre e improvisación, porque en el horizonte solamente destacan las prioridades y lineamientos generales de la política del ejecutivo federal, aplicables para todas las dependencias de la administración pública.

¿Qué elementos existen para tales suposiciones? Las acciones que se han realizado no han seguido un plan o programa determinado, al menos públicamente no se dio a conocer ningún documento para justificar propósitos y anunciar acciones. Y no se trata del Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, cuyos plazos normativos para su presentación todavía no se cumplen, sino de un programa preliminar que bien pudo argumentar y convencer sobre las decisiones a tomar.

Para el sector científico y tecnológico no lo fue el “Proyecto de Nación 2018 -2014”, ese  extenso documento que presentó el entonces candidato Andrés Manuel López Obrador en noviembre de 2017. El tratamiento del tema fue disperso, referido a diferentes áreas, aunque ahí quedó anotado que se cumpliría con el objetivo de alcanzar un nivel de inversión nacional del 1 por ciento del PIB (pág. 94).

Tampoco fue una guía el “Plan de Reestructuración estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto Alternativo de Nación (2018-2024) presentado por Morena”. Un documento fechado en junio de 2018 y elaborado por la ahora titular del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla. Si bien ahí indicó una docena de principios rectores para un eventual programa de ciencia y tecnología, el documento fue elaborado previo a las elecciones y luego fue ampliamente criticado por la ausencia de vínculo con el desarrollo económico y el tratamiento otorgado a las ciencias sociales y humanidades.

No hubo programa para los primeros 100 días de gobierno y ni siquiera el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024 ofreció las líneas que podrían anticipar las acciones en materia científica y tecnológica. En un párrafo de tres líneas solamente anotó que se promoverá la investigación científica y tecnológica, el apoyo con becas e incentivos a estudiantes y académicos, así como un Plan Nacional para la Innovación. No es poco, pero no es suficiente.

Sin coordenadas precisas para conducir el sistema científico y tecnológico lo que ha propiciado es un doble movimiento. Por un lado, aplicación de las líneas e indicaciones del ejecutivo federal (memorando de austeridad y combate a la corrupción, p.e.), tanto como medidas de ensayo y error que a ratos avanzan, en otros se rectifican y luego se abandonan, porque está claro lo que no se quiere, pero no a dónde dirigirse. Por otro lado, un acendrado recelo, temor y, sobre todo, incertidumbre en la comunidad sobre las medidas tomadas y sus efectos. Las reacciones han sido esperables.

Otro elemento más es que el ejecutivo federal perdió la confianza en el papel que podría desempeñar la actividad científica y tecnológica. En las elecciones del 2012 Andrés Manuel López Obrador fue el primer candidato que propuso crear una secretaría de Estado para el sector. Ahora no solamente abandonó la idea, redujo el presupuesto para la actividad.

De hecho, la enumeración de logros en ciencia y tecnología no tuvieron cabida en el informe del aniversario del primero de julio, tampoco en el de los primeros 100 días de gobierno y apenas sí fue mencionado en el mensaje que recientemente pronunció AMLO (nueve mil becas nuevas de posgrado de Conacyt).

Tal vez la agenda para el sector se pierde en los temas urgentes, como el asedio de la inseguridad pública, el equilibrio macroeconómico, la separación de poderes, la austeridad, la relación con Estados Unidos y otros. Sin embargo, no llegaremos a ninguna parte sin un horizonte.

Pie de página: Anexo estadístico del 1er Informe de gobierno: Becas Conacyt en 2018: 55 mil 962; Becas Conacyt en 2019: 54 mil 203 (pág. 432).