Las vacaciones
de verano llegaron y también, para muchos, una pausa para lo nuevo y las
decisiones importantes. El inicio de la vida escolar, el cambio de grado, de
escuela, de nivel educativo o el complicado paso de la escuela al mercado
laboral.
El papel y
respaldo de la familia es fundamental, como lo muestran las evidencias, para el
futuro escolar de niños y jóvenes. Y no solamente se debe a la dependencia
económica de la mayoría de estudiantes, también lo es por el ambiente de
impulso o inhibición de las inquietudes escolares en el hogar o por la búsqueda
de opciones ante un reiterado fracaso o rechazo de instituciones educativas.
Pero no todo es la esfera familiar; la responsabilidad también está del lado de
la autoridad educativa.
A pesar de los
esfuerzos de las últimas dos o tres décadas en materia de equidad, el Sistema
Educativo Nacional (SEN) se ha mostrado relativamente refractario a las
oportunidades educativas para niños y jóvenes de menores ingresos. La forma del
sistema todavía es sumamente piramidal y amerita mayor atención la educación
media superior y superior.
Unas cuantas
cifras ilustran la morfología del SEN. En total, según las estimaciones para el
reciente ciclo escolar que acaba de concluir, de preescolar a posgrado estaban matriculados
casi 36 millones de niños y jóvenes. Esto es, un tercio del total de la
población en el país.
De los 36
millones de estudiantes inscritos, el 73 por ciento corresponde a la educación
básica. Es la base de la pirámide (y principalmente la enseñanza primaria con
14.7 millones). En educación media superior están matriculados el 13 por ciento
del total, 4 por ciento en capacitación para el trabajo y 9 por ciento en
educación superior.
Los
estudiantes matriculados en educación superior, en números absolutos, suman 3.3
millones. En números redondos, la licenciatura ocupa la mayor parte con 3.1
millones; luego el nivel de maestría con 169 mil, las especializaciones con 46
mil y, en la cúspide, el doctorado con apenas 28 mil estudiantes.
Entonces, el
mayor avance lo hemos registrado en la educación básica y no completamente.
Vale la pena recordar que desde 1993 la educación secundaria se volvió
obligatoria y apenas al finalizar la administración anterior se logró alcanzar
su cobertura universal. Desde el 2002, pese a lo polémico de la iniciativa,
tres años de preescolar son obligatorios y la cobertura debió alcanzarse
completamente en el 2008. Pero no, la cobertura para los niños de tres años
todavía está en 49 por ciento.
Ahora también ya
es obligatoria la educación media superior y deberá alcanzar la cobertura
universal para el año 2022. Actualmente, las estimaciones señalan que la
cobertura para este nivel está alrededor del 69 por ciento del grupo de edad
(la OCDE dice que es de 63 por ciento), de forma que deberá sumar más de 30
puntos porcentuales en la próxima década (añadir poco más de un millón de
estudiantes a los actuales).
Ciertamente,
se ha registrado un avance importante en la cobertura de la educación media
superior en la última década. Sin embargo, de acuerdo al más reciente reporte
estadístico de la OCDE, la cobertura educativa entre jóvenes de 15 a 19 años es
de 56 por ciento, muy alejada de la media de los países de la OCDE (84 por
ciento) e incluso menor a países como Brasil (77 por ciento), Chile (76 por
ciento) o Argentina (72 por ciento).
Tal vez lo más preocupante, como lo indicó la
OCDE, es que alrededor de una cuarta parte del total de jóvenes mexicanos entre
los 15 y 29 años de edad no estudian ni trabajan, los llamados NiNis (Education at a Glance 2013: 330). Es la tercera proporción de
jóvenes más grande dentro de los países de la organización; el primer lugar lo
ocupa Turquía (35 por ciento) y le sigue
Israel (28 por ciento). Además, el problema es que la proporción relativa de NiNis en México prácticamente no se ha
movido en la última década.
Queda todavía el enorme reto de expandir las
oportunidades educativas para el nivel superior, el cual necesariamente reflejará
la presión creciente de la obligatoriedad del nivel previo. Sin duda hará falta
mayor atención e imaginación de la autoridad educativa para la licenciatura y
el posgrado. Hasta hoy, en lo que va de esta administración, las medidas públicas
se han concentrado solamente en la educación básica, desde el inicio de la
reforma hasta las fallidas computadoras para primaria.
(Publicado en Campus Milenio. No. 518. Julio 18, 2013: p. 4)
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