Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en la página electrónica de Campus Milenio No. 957. Julio 21, 2022)
El Banco Mundial, a mediados de los años noventa, publicó un influyente documento sobre la crisis y los retos de la educación superior en los países en desarrollo (Higher Education: Lessons from Experience). Una sugerencia ahí anotada fue que el crecimiento de la educación superior debía lograrse con un mínimo de gasto público, porque según sus cálculos producía mayores rendimientos sociales la inversión en la educación elemental.
La necesidad de ampliar las oportunidades escolares para una mayoría y la escasez de recursos públicos parecía indicar que, efectivamente, lo sensato era dirigir el esfuerzo gubernamental a lo básico y dejar que pagaran por su educación los que aspiraban a niveles superiores.
No obstante, al inicio de los años 2000, el mismo organismo internacional, en colaboración con UNESCO, rectificó la posición. Admitió que había sido limitado el argumento acerca de que la educación superior tenía menores tasas de retorno, reconoció las aportaciones de este nivel educativo y su impacto en el desarrollo económico y social (Peril and Promise: Higher Education in Developing Countries).
Las tendencias demográficas han cambiado, los sistemas educativos se han expandido y el contexto actual es muy otro. Sin embargo, lo ocurrido hace más de dos décadas puede ofrecer una lección a la idea actual de restringir o eliminar los estudios de posgrado en el extranjero. Porque muestra que debe meditarse dos veces antes de tomar decisiones apresuradas o de seguir razonamientos económicos limitados en política pública.
Veamos. El Conacyt, por fin, emitió el pasado 7 de julio su convocatoria de becas para realizar estudios de doctorado en el extranjero. Un programa que existe desde la fundación misma del Conacyt y que ha sido una gran oportunidad, prácticamente la única, de formación de alto nivel para una buena parte de jóvenes. El volumen de ese apoyo, también desde siempre, ha fluctuado conforme la salud de las finanzas públicas.
La actual administración, sin embargo, ha expresado claramente su reticencia a la formación en el extranjero y no parece que sea una decisión motivada por el presupuesto o empujada por las restricciones de la contingencia sanitaria. Desde los primeros meses de ejercicio, cuando todavía no se imponía la austeridad en la administración pública ni el Covid-19 limitaba el flujo de personas, la titular del Conacyt manifestó claramente su posición y preferencias ideológicas.
La doctora María Elena Álvarez Buylla, en febrero del 2019, le dijo en entrevista a Ana Francisca Vega que en el sector buscaría “generar un círculo virtuoso y dejar de estar regalando este gran valor en forma de talentos, de gente formada que se va y ya no regresa en forma de esta capacidad de desarrollo tecnológico en las grandes empresas que vienen aquí a instalarse y es el país de jauja para ellos” (El Universal 12.02.2019).
Incluso, en la misma entrevista precisó que: “Hay becarios que podrían estar formándose mejor acá y costándole al erario público mucho menos”. Más aún, para ese 2019 añadió: “Estamos decidiendo, de hecho, si va a haber nueva convocatoria para becas al extranjero”. La convocatoria salió en ese y en los años siguientes, pero la intención ahí quedó.
Si el presupuesto del sector es escaso y se puede adquirir una buena formación en México, parecía sensato ahorrar recursos públicos y concentrarse en el ámbito nacional. Incluso, la misma instauración de un padrón de posgrados de calidad, seguía el principio de alentar y darle prioridad a una buena formación nacional.
El problema es que la actual administración ha reducido sin más las becas para estudios en el extranjero y acaba de anunciar la eliminación del Padrón Nacional de Posgrados de Calidad y la instauración del Sistema Nacional de Posgrado. Esto último es otro tema, pero anotemos que no se conocen sus bases de integración, tampoco cómo se regulará la oferta de miles de programas ni cómo garantizar su calidad. Lo único que ha dicho la autoridad es que las propias instituciones se encargarán de la calidad de sus estudios y la SEP tendrá la atribución de reconocer la validez o no. No es poco, pero es insuficiente.
La información sobre la reducción de becas no es precisa, entre otras cosas porque el Conacyt debe publicar anualmente el “Informe General del Estado de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación”, pero no la ha hecho y el más reciente es del 2019. Las cifras que existen sobre nuevas becas para el extranjero provienen de los informes de gobierno de López Obrador y ahí se puede advertir que en 2019 se otorgaron 1,128 y el año pasado 742.
Los datos en los informes de gobierno están agregados. O sea, no sabemos si las becas nuevas fueron para cursar una maestría o un doctorado o cuántas fueron para una estancia de movilidad de unos meses, para un posdoc o para un sabático. No son nada equiparables.
En fin, aunque la información es restringida se advierte la disminución al límite de los estudios en el extranjero. Ya no es una ventana, se convierte en espejo y nos devuelve una imagen que ya hemos visto antes.
Pie de página: La Sociedad de Estudiantes Mexicanos en el Reino Unido le hace saber al Conacyt su preocupación por el retraso y condiciones de la convocatoria para estudios de posgrado en el exterior.// Aquí nos encontramos en dos semanas.
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