Alejandro Canales
UNAM-IISUE-PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 815.
Septiembre 5, 2019. Pág. 5)
En el sector
científico y tecnológico, en el periodo que lleva la actual administración, lo más
sobresaliente ha sido el conflicto y la tensión entre miembros de la comunidad
y el Conacyt. Los desencuentros han sido no solamente con representantes del
sector privado, legisladores, los titulares de órganos intermedios o el
personal de Centros Públicos de Investigación, también incluye a participantes
en las convocatorias, miembros del SNI, los jóvenes del programa Cátedras
Conacyt y a los mismos becarios del organismo.
Los conflictos
han sido múltiples y muy variados, así que la pregunta sería: a qué se debe tal
volumen de reacción y diversidad. Una respuesta ha sido que todo se debe a los
intereses creados que anidan en el sistema científico y tecnológico, los cuales
desean conservar beneficios y privilegios, así que se expresan y resisten cualquier
cambio en las reglas de juego. Sí, grupos e intereses los hay, pero la
explicación resulta insatisfactoria porque si fuera el factor único, los conflictos
estarían muy localizados. Sin embargo, son muchos los agentes y grupos que han
reaccionado.
Tal vez una respuesta
alternativa es que, en realidad, las iniciativas que se han puesto en marcha en
el sector no han respondido a un diagnóstico preciso de los problemas; tampoco
a un programa convincente de corto, mediano y largo plazo. En tales circunstancias,
lo que ha prevalecido es desazón por la incertidumbre e improvisación, porque
en el horizonte solamente destacan las prioridades y lineamientos generales de
la política del ejecutivo federal, aplicables para todas las dependencias de la
administración pública.
¿Qué elementos
existen para tales suposiciones? Las acciones que se han realizado no han
seguido un plan o programa determinado, al menos públicamente no se dio a conocer
ningún documento para justificar propósitos y anunciar acciones. Y no se trata
del Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, cuyos plazos
normativos para su presentación todavía no se cumplen, sino de un programa
preliminar que bien pudo argumentar y convencer sobre las decisiones a tomar.
Para el sector
científico y tecnológico no lo fue el “Proyecto de Nación 2018 -2014”, ese extenso documento que presentó el entonces
candidato Andrés Manuel López Obrador en noviembre de 2017. El tratamiento del
tema fue disperso, referido a diferentes áreas, aunque ahí quedó anotado que se
cumpliría con el objetivo de alcanzar un nivel de inversión nacional del 1 por
ciento del PIB (pág. 94).
Tampoco fue
una guía el “Plan de Reestructuración estratégica del Conacyt para adecuarse al
Proyecto Alternativo de Nación (2018-2024) presentado por Morena”. Un documento
fechado en junio de 2018 y elaborado por la ahora titular del Conacyt, María
Elena Álvarez Buylla. Si bien ahí indicó una docena de principios rectores para
un eventual programa de ciencia y tecnología, el documento fue elaborado previo
a las elecciones y luego fue ampliamente criticado por la ausencia de vínculo
con el desarrollo económico y el tratamiento otorgado a las ciencias sociales y
humanidades.
No hubo
programa para los primeros 100 días de gobierno y ni siquiera el Plan Nacional
de Desarrollo 2018-2024 ofreció las líneas que podrían anticipar las acciones
en materia científica y tecnológica. En un párrafo de tres líneas solamente
anotó que se promoverá la investigación científica y tecnológica, el apoyo con becas
e incentivos a estudiantes y académicos, así como un Plan Nacional para la
Innovación. No es poco, pero no es suficiente.
Sin coordenadas
precisas para conducir el sistema científico y tecnológico lo que ha propiciado
es un doble movimiento. Por un lado, aplicación de las líneas e indicaciones del
ejecutivo federal (memorando de austeridad y combate a la corrupción, p.e.),
tanto como medidas de ensayo y error que a ratos avanzan, en otros se
rectifican y luego se abandonan, porque está claro lo que no se quiere, pero no
a dónde dirigirse. Por otro lado, un acendrado recelo, temor y, sobre todo,
incertidumbre en la comunidad sobre las medidas tomadas y sus efectos. Las
reacciones han sido esperables.
Otro elemento más
es que el ejecutivo federal perdió la confianza en el papel que podría
desempeñar la actividad científica y tecnológica. En las elecciones del 2012
Andrés Manuel López Obrador fue el primer candidato que propuso crear una
secretaría de Estado para el sector. Ahora no solamente abandonó la idea,
redujo el presupuesto para la actividad.
De hecho, la
enumeración de logros en ciencia y tecnología no tuvieron cabida en el informe
del aniversario del primero de julio, tampoco en el de los primeros 100 días de
gobierno y apenas sí fue mencionado en el mensaje que recientemente pronunció
AMLO (nueve mil becas nuevas de posgrado de Conacyt).
Tal vez la
agenda para el sector se pierde en los temas urgentes, como el asedio de la
inseguridad pública, el equilibrio macroeconómico, la separación de poderes, la
austeridad, la relación con Estados Unidos y otros. Sin embargo, no llegaremos
a ninguna parte sin un horizonte.
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