¿El SNI en la agenda?
Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Después de tres décadas de
funcionamiento y un primer congreso: ¿cuáles son los planes para el Sistema
Nacional de Investigadores? Aparte de fortalecerlo y expandirlo un poco más,
ninguno. Al menos, formalmente, no está a la vista un cambio profundo del
programa, aunque modificaciones sistemáticas y relevantes se han registrado.
El próximo mes de julio se
cumplirán 30 años de que se estableció el Sistema Nacional de Investigadores
(SNI). El 27 de julio de 1984 se publicó el acuerdo de creación, era el periodo
de Miguel de la Madrid Hurtado y la etapa sumamente crítica de la década
perdida de los años ochenta.
La instauración del SNI, como un programa especial
que permitiera a las plantas académicas atemperar los efectos de la debacle
económica de esos años, retenerlos en el país y, en lo posible, impulsar su
trabajo.
Sin embargo, lo que en ese entonces parecía un programa de emergencia,
transitorio, se ha quedado instalado como uno de los principales instrumentos para
distribuir recursos complementarios al salario base de los académicos. Una
forma de diferenciar el trabajo académico y de asignar prestigios. Lo
provisional, como suele ocurrir con frecuencia, se volvió permanente.
A lo largo de estos años el SNI ha crecido, pero no como cabría
suponer; conserva la proporción de sus niveles y tal parece que está lejos su
punto de inflexión. Inició con 1 mil 396 investigadores y la estimación para el
año pasado era de 19 mil 747 investigadores.
En sus tres décadas, una tasa de crecimiento anual promedio de alrededor
del 11 por ciento; incluida su caída del inicio de los años noventa y la
aceleración de la última década. Un ritmo de crecimiento y un volumen global
relativamente modestos, particularmente si consideramos el tamaño total de la
planta académica y las tasas de egreso del doctorado de la última década.
A pesar del crecimiento, es notable la conservación de sus niveles;
son prácticamente las mismas proporciones antes y ahora. En 1984: 15 por ciento
candidatos a investigador; 57 por ciento los investigadores nivel uno; 19 por
ciento los nivel dos; y 9 por ciento los nivel tres. En el 2012: 19, 54, 18 y 9
por ciento, respectivamente.
Tal vez la estrechez en los dos extremos del SNI, los candidatos a
investigador y en los de mayor nivel, expresa precisamente la necesidad de
modificar el Sistema. Mayores y mejores oportunidades para el ingreso y ascenso
para los jóvenes. Lo mismo que condiciones justas y decorosas para el retiro de
los investigadores nivel 3.
Por otra parte, en este mes se
cumplieron cuatro años del I Congreso de Miembros del Sistema Nacional de
Investigadores (SNI), realizado precisamente para celebrar los 25 años del
programa, pero sobre todo para valorar su funcionamiento y sus efectos, lo
mismo que para recoger las eventuales propuestas de cambio.
Los organizadores del congreso
habían dicho que tras las discusiones registradas en el foro y el análisis de
los documentos, vendría una sistematización de los debates y una renovación a
fondo del SNI. Pero no, pasaron los años y nada; no se dieron a conocer los
resultados y menos los proyectos de transformación.
Tampoco se sabe si esta
administración considera un cambio importante, básicamente porque no se ha
publicado el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2014-2018,
aunque ya tendría que conocerse desde el último día del pasado mes de abril. Lo
único que se conoce es el programa institucional de Conacyt para el período.
Una de las estrategias del
programa se refiere, precisamente, a fortalecer el SNI. Principalmente a través
de un incremento de casi 7 puntos porcentuales de investigadores vigentes en el
SNI, respecto de la población con estudios de doctorado ocupada en ciencia y
tecnología (pasar de 38.5 a 45 por ciento en el periodo).
El Acuerdo de creación del SNI ha
permanecido incólume con su principio de evaluación del rendimiento individual
y complemento del salario, pero sus reglamentos y normas de operación han
registrado múltiples cambios: ampliación y pago total a investigadores de instituciones
particulares; modificación de sus comisiones; procedimientos y periodos de
evaluación para los investigadores de mayor edad; inclusión de órganos de
revisión, etcétera.
Tal vez, después de 30 años, ya
es tiempo de que el SNI figure como punto principal en la agenda de discusión.
Si los cambios siguen ingresando por las rendijas de la normatividad, escaparán
por la puerta principal.
(Publicado en Campus Milenio No. 560. Mayo 22, 2014, p.4)
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