Otra vez incumplimiento gubernamental: PECITI
2014-2018
Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
En el periodo
anterior, la gestión se demoró más de medio año en publicar su correspondiente
Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti). La actual administración
debió publicar su Programa la semana pasada; no lo hizo, a pesar de lo que dice
la norma.
El
incumplimiento seguramente será subsanado en el transcurso de algunas semanas o
meses más. Sin embargo, ilustra claramente lo que parece ser la regla y no la
excepción de la vida pública en el país: las normas van por un lado y los
comportamientos y los hechos por otro.
En nuestro
frágil marco institucional abundan los ejemplos. Desde las grandes porciones de
territorio y población sustraídos al Estado de derecho, el incumplimiento reiterado
de preceptos establecidos en la Constitución, hasta las frecuentes y variadas
transgresiones del ciudadano en la vida cotidiana.
Sin embargo,
cuando se trata de instituciones fundamentales para la sociedad, como lo es el
gobierno federal, el incumplimiento de las normas adquiere mayor visibilidad y
también es mayor su capacidad de influencia en el entorno, por lo que no son
irrelevantes sus omisiones al respecto.
Los cambios a
la ley de ciencia y tecnología del 2002, como lo hemos dicho una y otra vez en
este espacio, le confirieron al Consejo General de Investigación Científica,
Desarrollo Tecnológico e Innovación (CGICDTI), la máxima capacidad como órgano
de política y coordinación del sector, pero una muy escasa funcionalidad.
El Consejo,
cómo órgano cúspide del sistema de ciencia y tecnología, se diseñó siguiendo la
idea de que las cosas solamente funcionan conforme más cerca estén de los tomadores
de decisión de más alto rango.
Por supuesto,
en el esquema centralista y altamente jerárquico, el Consejo tenía que ser presidido
por el ejecutivo federal e integrar a secretarios de Estado –los nueve que
tienen mayor relación con la ciencia y la tecnología—, diez representantes de
diversas instituciones y sectores, además del director de Conacyt. Esto es, una
veintena de altas autoridades.
La primera y
principal función del Consejo es “Establecer en el Programa Especial las
políticas nacionales para el avance de la investigación científica, el
desarrollo tecnológico y la innovación que apoyen el desarrollo nacional”
(artículo 6).
A su vez, como
segunda función, debe “Aprobar y actualizar el Programa Especial de Ciencia,
Tecnología e Innovación”. Es decir, el Consejo es el órgano facultado para
autorizarlo o no; mientras no lo haga simplemente no hay tal programa, como
sucedió en la administración anterior y como hoy ocurre.
El problema, y
esto es casi desde que entró en vigor la ley de ciencia y tecnología en el
2002, es que muy pocas veces se reúne el pleno del Consejo. A pesar de que la
misma ley establece que debe sesionar por lo menos dos veces al año de forma
ordinaria, pocas, muy pocas veces se ha reunido desde que se instaló. En los
casi 14 años de existencia no suman más de tres o cuatro ocasiones.
Los problemas
de agenda del Presidente de la República, así como las múltiples y variadas
actividades de los secretarios de Estado han dificultado la convergencia,
funcionamiento y efectividad del Consejo. Entonces, parece que resultó
contraproducente la idea y el diseño del órgano.
El Peciti,
como programa especial, lo es porque se refiere a las prioridades del
desarrollo integral del país fijados en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) o “a
las actividades relacionadas con dos o más dependencias coordinadoras de
sector” (artículo 26 de la ley de planeación).
En los lineamientos del PND
quedaron establecidos nueve programas especiales: Concurrente para el Desarrollo
Rural Sustentable; Cambio Climático; Cultura y Arte; Cultura Física y Deporte;
Ciencia, Tecnología e Innovación; de los Pueblos Indígenas; Migración;
Producción y Consumo Sustentable; y para Democratizar la Productividad. También
se fijó su publicación, a más tardar, para el último
día del pasado mes de abril.
Pero no, de los nueve programas
especiales considerados, solamente el Peciti no se publicó, ni en tiempo ni en
forma. Todavía en julio del año pasado, en la reunión de la junta de gobierno
de Conacyt, se especulaba que el Programa podría estar listo antes de la fecha
límite.
Quizás como una forma de compensar
la ausencia del Peciti, Conacyt publicó su Programa Institucional 2014 – 2018.
Se parecen, pero no son lo mismo. Tal vez llegó la hora de valorar la
conveniencia de preservar al CGICDTI tal y como está.
(Publicado en Campus Milenio No. 558. Mayo 8, 2014, p.4)
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