CMI:
La distribución de oportunidades educativas en un país desigual
Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
canalesa@unam.mx
Twitter: @canalesa99
Mery Hamui
UAM-A
/ Sociología de las Universidades
Don Carlos Muñoz
Izquierdo, tras una larga batalla contra una dura enfermedad, falleció al
comienzo de la semana anterior. Un ser entrañable en el ámbito de la educación,
formador de múltiples generaciones, pionero de la investigación educativa,
particularmente de los estudios sobre financiamiento educativo, y ante todo una
persona gentil, respetuosa y ampliamente respetada. La ausencia de Muñoz Izquierdo
deja un vacío en la investigación educativa, pero también una obra cuantiosa y
variadas enseñanzas.
Desde mediados de los
años sesenta, hace casi medio siglo, comenzó el interés de Muñoz Izquierdo por
los temas de la economía y el financiamiento de la educación, con sus textos
señeros sobre La inversión en el sistema educativo nacional hasta 1970 y sus
fuentes de financiamiento; La educación en el desarrollo económico nacional (en
coautoría); Una exploración de los factores determinantes del aprovechamiento
escolar en la educación primaria; o La enseñanza técnica en México, a los
cuales se fueron sumando muchos otros, más o menos sobre la misma temática en
las décadas siguientes, hasta alcanzar una vasta producción.
Los textos de don
Carlos Muñoz circularon profusamente en las aulas universitarias –y no
universitarias--, para nosotros, al igual que para muchos otros, fueron parte
de los materiales obligados de formación. En sus manuscritos desmitificó el
valor asignado a la educación, porque mostró en buena medida la invalidez de
los supuestos expansionistas que orientaron las acciones educativas del Estado
desde 1921 y que no habían alcanzado una justa distribución de las
oportunidades educativas que permitieran el desarrollo de una fuerza de trabajo
más productiva y, todavía menos, favorecer un mayor acceso de los sectores más
desprotegidos. Además, en la etapa que comenzaba a ponerse en tela de juicio la
función social de la escuela, evidenció algunos de sus efectos negativos al
descubrir el modo en que contribuía en la reproducción de las desigualdades
sociales y puso en cuestión los límites de la educación para la movilidad
social.
Al inicio, conforme el
desarrollo de la disciplina y las circunstancias generacionales lo permitieron,
sus explicaciones se basaron en un paradigma funcional con énfasis en la
dimensión económica. Una de sus primeras hipótesis desarrolladas era que “Las
desigualdades educativas son originadas por un conjunto de factores externos a
los sistemas educativos, por lo que tales desigualdades derivaban de las que ya
existen entre los distintos estratos integrantes de la formación social en la
que los sistemas educativos están inmersos” (Muñoz Izquierdo, 1996).
Esta hipótesis colocaba
en el centro del análisis a las variables sociales y económicas como factores
determinantes de las desigualdades educativas e identificaba en los
antecedentes familiares y culturales del alumno las causas fundamentales del
fracaso escolar. Esta explicación fue objeto de fuertes críticas, debido a que
reducía el análisis de los resultados escolares al impacto de los factores
extraescolares. Surgió así la necesidad de identificar los factores endógenos y
los procesos educativos que contribuyen desde las aulas al fracaso del sistema
escolar.
Don Carlos, entonces,
analizó el funcionamiento al interior de la escuela, esto es, los insumos, los
procesos educativos y cómo éstos influyen en los resultados escolares. Encontró
que la oportunidad educativa pensada en términos de permanencia y logro escolar
está determinada, en efecto, por un conjunto de factores exógenos al sistema
educativo así como por los insumos y los procesos que se desarrollan dentro del
mismo sistema escolar.
Don Carlos buscaba
soluciones mediante programas en el sector laboral y en la educación superior,
para que éstas últimas desempeñaran un papel proactivo en las futuras
ocupaciones de los egresados. Cabe señalar que las propuestas sugeridas fueron
en torno a lograr equidad y relevancia de la educación superior y se referían a
los diseños curriculares y a la formación del personal docente requerido para
impartirla. Estas sugerencias apuntaban hacia la necesidad de generar una
educación más crítica, creativa, reflexiva y adaptada a las características de
diversos demandantes. En su texto Mitos y Realidades de la Relación Universidad
–Sociedad, Muñoz Izquierdo ponía sobre la mesa la cuestión de la pertinencia de
la curricula y expresó sus dudas sobre la vinculación entre investigación y
docencia en la licenciatura.
El cuestionamiento
continuo sobre la función social de la educación en los textos de Muñoz
izquierdo ha dejado huella no sólo en los autores de estas líneas, también ha
sido parte fundamental de las preocupaciones de los sociólogos de la educación
y de los tomadores de decisión. Imposible soslayar las preguntas que
recurrentemente formuló: ¿Qué función deben desempeñar las instituciones de
educación superior (IES) para impulsar -junto con otras instituciones y
dependencias del Estado- la movilidad social intergeneracional en sentido
ascendente? ¿Cómo deben contribuir
dichas instituciones en el desarrollo científico y tecnológico del país?
¿Cómo lograr la vinculación de los egresados de las IES y el empleo y, más aún,
la creación de “empleos decentes”? ¿Cuál es el impacto que generan las IES en
la productividad de los recursos
humanos?
Muñoz Izquierdo ensayó
diferentes metodologías para aventurar posibles respuestas y entre ellas
destacaron sus ejercicios de prospectiva, los cuales incluyeron la construcción
de diversos escenarios y una reflexión sobre sus implicaciones. Don Carlos
también propuso medidas que bien podrían ser consideradas en el planteamiento
de algunos problemas, lo mismo que para atisbar acciones en busca de
soluciones.
Por ejemplo, el sistema
productivo muestra una insuficiente absorción de los egresados de la enseñanza
superior y/o algunos egresados aceptan ocupaciones menos productivas que
aquéllas a las que se orientaron en sus carreras. La situación parte del siguiente
hecho social: en la presente década, el sector formal solamente ha creado
alrededor de un 40 por ciento del total de empleos que hubieran sido necesarios
–ya no digamos para eliminar el desequilibrio descrito- sino para evitar, apenas, que la magnitud del
mismo siguiera aumentando.
En virtud de lo
anterior, con frecuencia se ha afirmado que en México existe una “sobreoferta”
de profesionales. Sin embargo, Don Carlos consideraba que lo registrado en
México es, en todo caso, un “déficit de demanda”. Es decir, una incapacidad
estructural de la economía para absorber en condiciones aceptables a los
egresados de la educación superior. La
causa principal de este problema se encuentra en las condiciones en que se ha
venido desarrollando la economía durante las últimas décadas. El desequilibrio
también es atribuible a la forma en que está concentrado el ingreso nacional,
ya que no estamos generando suficiente demanda por servicios profesionales,
debido a que el gobierno no está recaudando los impuestos que serían necesarios
para crear esa demanda en el sector público y también porque los estratos
sociales de la mayor parte de las familias mexicanas no tienen el poder de
compra que sería necesario para poder emplear a los egresados.
Una visión prospectiva
también sugería no olvidar que se intensificará la integración de bloques
económicos y que la economía nacional estará cada vez más expuesta a las
fluctuaciones que se registren en los países económicamente más desarrollados
del mundo. Los efectos que esta dinámica genere en nuestro país dependerán del
grado en el cual considerables cantidades de empresas pequeñas y medianas
(pymes) logren –o no- incorporarse como proveedoras a las cadenas productivas
que están destinadas a producir bienes y servicios exportables. Algunas de esas
pymes podrán permanecer al margen de dichas cadenas -lo que les permitirá gozar
de cierta autonomía con respecto a las fluctuaciones del comercio exterior-,
sin embargo, hay indicios de que esa estrategia difícilmente les asegurará su supervivencia
a largo plazo, con excepción de aquellas que ocupan los escasos “nichos de
mercado” que no son interesantes para las empresas ubicadas en el exterior.
La pregunta que surge
entonces es ¿hacia dónde van las profesiones y cuáles podrían tener mayor
demanda? De acuerdo con Muñoz Izquierdo, era indudable que el comportamiento de
la demanda de profesionales dependía -cada vez en mayor grado- de que las
actividades productivas adoptaran las nuevas tecnologías relacionadas con la
comunicación y la informática (conocidas como TIC). De hecho, don Carlos
elaboró un esquema analítico alejado del que tradicionalmente había sido
utilizado para examinar las relaciones existentes entre la escolaridad y el
sistema productivo.
En el esquema que
propuso Muñoz Izquierdo, relaciona las diferentes funciones que son
desarrolladas por los profesionistas y técnicos, con los ámbitos del sistema
productivo en los que esas funciones son desempeñadas; lo que supone observar
el destino (y no el origen) de los bienes y servicios producidos, en ello se
puede esperar un incremento importante en la demanda correspondiente a los
programas de posgrado.
En síntesis, Muñoz
Izquierdo propuso cuatro escenarios alternativos a esta problemática en la que
sugirió que en el diseño e instrumentación de los programas hubiera un
replanteamiento estructural de los contenidos, métodos y técnicas de la
educación, la investigación, la difusión y los servicios universitarios. Por
supuesto, también exige reorientar las profesiones, revisar la producción y
distribución de los conocimientos y su organización disciplinaria, así como las
relaciones de las IES con la sociedad más amplia. Los cursos de acción,
ciertamente, demandan realizar esfuerzos de enorme envergadura, pero si esos
esfuerzos son llevados a cabo exitosamente, las instituciones de educación
superior habrán contribuido a construir una sociedad más productiva, justa y
solidaria.
Las preocupaciones de
Muñoz Izquierdo no se circunscribieron al terreno de la investigación educativa
o a la extensa e intensa labor docente que desarrolló durante su carrera,
también participó en iniciativas sociales: fue miembro fundador y participante
activo en el Observatorio Ciudadano de la Educación (OCE). Un organismo de
vigilancia social en el terreno educativo, el primero en crearse a nivel
nacional en 1998 y dedicado a analizar crítica y propositivamente las políticas
educativas. En ese espacio, hoy tan ausente como necesario, coincidimos y
colaboramos sistemática y periódicamente en auténtico trabajo colectivo, un
grupo personas interesadas en los problemas del sector. Desde luego, don
Carlos, siempre mantuvo su disposición a colaborar, no solamente con su
habitual gentileza sino con su proverbial eficiencia y particular sentido del
humor.
La obra de Muñoz
Izquierdo suscita sentimientos de admiración, gratitud y satisfacción intensos,
pero sobre todo nuevas preguntas para la reflexión y opinión. Sin duda lo extrañáremos.
Don Carlos, adiós.
(Publicado en Campus
Milenio No. 585. Noviembre 20, 2014, p.6 y 7)
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