Alejandro Canales
UNAM-ISSUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus
Milenio No. 677. Octubre 13, 2016. p. 5)
La semana pasada, en el Instituto Nacional de Administración
Pública (Inap), pero el español, no el mexicano, presentaron el Laboratorio de Gobierno para la Innovación Pública en Iberoamérica
(NovaGob.Lab). Otro laboratorio de políticas públicas. Ahora como iniciativa de la Fundación de la Universidad
Autónoma de Madrid, la cual primero impulsó una red social (NovaGob).
El director de NovaGob.Lab, Juan
Ignacio Criado, dijo que la intención es que el Laboratorio sea un espacio de
convergencia entre el conocimiento en el terreno de la gestión pública y las
políticas para “apoyar a las organizaciones públicas en la búsqueda de
soluciones innovadoras mediante una metodología abierta y colaborativa”. Es decir, buscar que la investigación,
el desarrollo experimental y la innovación, mejoren las prácticas de la
administración pública.
En el caso de México, al final de
noviembre del año pasado, como aquí mismo quedó registrado (Campus Milenio No. 635), también se
presentó el Laboratorio Nacional de Políticas Públicas (LNPP). Un proyecto similar,
igualmente alentado por una institución educativa, el Centro de Investigación y
Docencia Económicas (Cide), desde los tiempos en que el actual director de
Conacyt, Enrique Cabrero, ocupó la dirección de aquel.
El LNPP, respaldado por el Cide y hospedado
en esa misma institución, contaría con infraestructura e instalaciones propias.
Un resultado de las convocatorias de Conacyt para establecer o crear laboratorios
nacionales. Ahí también tuvo cabida el financiamiento para el “Laboratorio
Nacional de Ciencias de la Complejidad de la UNAM”.
Claro, al comienzo de esta
administración e incluso todavía en diciembre del año pasado, aunque ya se
había realizado un primer recorte al Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF)
del 2015 y se avizoraban otros por venir, aún parecía firme la intención de
alcanzar el uno por ciento respeto al PIB en inversión sectorial y no se veía
la gravedad del panorama fiscal que hoy se anuncia.
Desde que se presentó el LNPP se dijo
que sería un espacio para simular intervenciones gubernamentales en la solución
de problemas públicos. Un laboratorio nacional de las ciencias sociales con grandes
bases de datos, el denominado Big Data,
con información que permitiera mejorar, evaluar o incluso diseñar políticas
públicas.
Es una intención relativamente similar
a la de The GovLab de la Universidad
de Nueva York, un proyecto que funciona desde el 2013 y se dedica a incrementar
el uso y disponibilidad de datos abiertos (Open
Data), con lo que busca fortalecer la capacidad de instituciones
gubernamentales y no gubernamentales, así como de personas, para trabajar
abierta y efectivamente en la toma de decisiones y en la solución de problemas
públicos. El laboratorio español también tiene una finalidad parecida.
En América Latina, la presidenta
chilena, Michelle Bachelet, puso en marcha en 2015 lo que llamó “Laboratorio de
Gobierno”. A diferencia de los casos anteriores, la iniciativa se localiza en
la estructura gubernamental, integrado por personal de ministerios de su
gobierno y algunos miembros de la sociedad civil, con la misión de “desarrollar, facilitar y promover procesos de innovación
centrado en los usuarios dentro de las instituciones del Estado chileno”
(lab.gob.cl).
Los laboratorios nacionales clásicos tienen
una larga tradición en las ciencias biológicas, químicas, matemáticas, física e
ingenierías. Asociados a la experimentación controlada y a la investigación
especializada en uno o varios campos de conocimiento. Sin embargo, menos común
ha sido la idea de laboratorio nacional (como espacio cerrado, bajo control y
con dispositivos especiales para la experimentación de gran alcance) en las
ciencias sociales y más concebido como cualquier espacio social en el que se
produce conocimiento. Precisamente porque lo que está bajo estudio o comprensión
trascurre en escenarios o laboratorios “naturales”.
Entonces: ¿las actividades
gubernamentales o los científicos sociales se quieren parecer a los científicos
naturales? o ¿estamos ante un cambio profundo en las formas y ritmos de trabajo
científico? Un poco lo primero, pero todo parece indicar que es
fundamentalmente lo segundo. La acumulación de datos de muy diversa naturaleza,
los dispositivos tecnológicos al alcance, los enfoques transdisciplinarios, las
herramientas de procesamiento de información, los resultados bajo demanda, la
rendición de cuentas y las presiones para la eficacia y la eficiencia del
conocimiento producido, están cambiando la idea de laboratorio para las
ciencias sociales.
Solamente piense en lo perturbador que
resultó la revelación de que Facebook
había manipulado el algoritmo de selección del tipo de noticias en las cuentas
de sus usuarios para observar si había un “contagio emocional” y las reacciones
que provocaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario