Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus
Milenio No. 678. Octubre 20, 2016. p. 5)
Una sola prueba fue suficiente para mostrar las limitaciones
de Andrés Roemer, el ahora exrepresentante de México, embajador extraordinario
y plenipotenciario –así es el nombramiento oficial— ante la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura” (UNESCO). A las
primeras interrogantes ofuscadas sobre el sentido del voto de México, en la
reciente reunión del comité ejecutivo del organismo, Roemer rápidamente
reaccionó en Twitter y dijo que el
voto fue de México, no era un voto personal. También rápidamente se fue de las
redes sociales y de la misión permanente.
Andrés Roemer, ante la presión creciente de las críticas por
el voto a favor de México, especialmente de la comunidad judía, al día
siguiente intentó apaciguarlas con un tuit en el que aclaraba que él abandonó
la sesión al momento de la votación. Simplemente incomprensible. La Secretaría
de Relaciones Exteriores (SRE) tuvo que emitir un comunicado para precisar algunos
puntos de la posición y, entre ellos, anotó que llamaría a “consultas a su
embajador ante la UNESCO para que rinda un informe detallado sobre el voto de México”
(No. 458. 14.10.2016).
Tres días después, la SRE emitió un nuevo comunicado para anunciar
que cambiaba su voto y para dar por concluida la titularidad de Andrés Roemer (No.
461. 17.10.2016). Una rectificación inevitable. La posición de la cancillería
mexicana ya había sido puesta en entredicho por los pares del gabinete hace
poco más de un mes y volvía a esa posición incómoda, ahora por un subordinado. Era
un exceso.
En el affaire de
la fatídica visita de Donald Trump a México, al final de agosto, la última
persona en enterarse fue precisamente la secretaria Claudia Ruiz Massieu, la
persona que debió ser la primera en estar al tanto y conducir la reunión. Sin
embargo, en la víspera del encuentro, la canciller estaba en Wisconsin, Estados
Unidos, inaugurando un consulado. Al parecer, ni ella ni el embajador de México
en Estados Unidos sabían de la visita del candidato republicano.
Los diplomáticos del servicio exterior son representantes
del Estado mexicano y, como lo dice la Ley del Servicio Exterior Mexicano, son
responsables de “ejecutar la política exterior de México”, conforme la
Constitución, lo que disponga el ejecutivo federal y la Secretaría de
Relaciones Exteriores. Desde luego, deben informar a la Secretaría de todas las
actividades que se desarrollen y “normarán su conducta por las instrucciones
que reciban de la propia Secretaría” (segunda fracción del artículo 43).
Si la instrucción para Andrés Roemer fue votar a favor y él
estaba en desacuerdo, fuera por lo que fuera, seguramente tuvo tiempo de sobra
para argumentar y convencer a la cancillería de lo contrario. Las votaciones en
los organismos internacionales no se improvisan. No pudo o ni siquiera lo
intentó; mal lo primero y mucho peor lo segundo. Todavía le quedaba, por
dignidad, congruencia o principios, negarse a la representación. Y, claro,
renunciar al cargo, como en su momento lo han hecho tantos diplomáticos.
Pero no, Roemer optó por ausentarse de la sesión para no
votar. Grave. Seguramente pensando que así no desobedecía la instrucción ni
tampoco quedaba mal con sus correligionarios. Logró el efecto contrario. La SRE
informó que entre las causales para dar por concluida la representación fueron:
no informó diligente y detalladamente sobre el contexto de la votación; informó
a otros representantes de gobierno el sentido de su voto; e hizo públicos
documentos oficiales.
Así fue. No solamente dijo que abandonó la sesión en el
momento de la votación, como prueba tuiteó indebidamente una carta de
agradecimiento del embajador de Israel, Carmel Shama, fechada el 14 de octubre,
en donde le reconoce haberse ausentado para evitar el voto en contra de su
conciencia. Claro, dos días después, borró todos los tuits que había escrito.
Demasiado tarde.
Andrés Roemer no es un diplomático de carrera. Sin embargo,
ni para el consulado ni para la representación permanente, tampoco para el
Senado, hubo mayores explicaciones ni requerimiento de méritos. El primer
nombramiento de Roemer en el servicio exterior fue como cónsul en San Francisco
en el 2013 y ocurrió cuando José Antonio Meade era secretario de Relaciones
Exteriores. La propuesta para que ocupara la misión permanente de México en
UNESCO sí fue realizada por la actual canciller Claudia Ruiz y apenas, al
comienzo de agosto, el exrepresentante había presentado sus cartas credenciales
en París. Una representación de poco más de dos meses.
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