“Queremos transformar para pasar
de ser un país de manufactura o de mente para la manufactura, a uno de mente
que permita mayor productividad y elevar competitividad para el país”, dijo
Enrique Peña Nieto, el titular del poder ejecutivo federal, en Pachuca,
Hidalgo, el pasado 17 de enero.
Las palabras fueron pronunciadas en el proyecto Ciudad
del Conocimiento y la Cultura, en lo que el propio Peña Nieto, considera parte
de sus compromisos. Recordó que había estado ahí en mayo del año pasado para
suscribir el compromiso de “detonar y desarrollar el proyecto “Pachuca Ciudad
del Conocimiento y la Cultura” y ahora lo estaba cumpliendo.
En el debate internacional se comenzó a hablar de
sociedad del conocimiento desde inicios de los años setenta y con mayor énfasis
en los años noventa. El concepto se utilizó casi a la par de las nociones de
sociedades del aprendizaje y de educación a lo largo de la vida.
Básicamente, la idea hace referencia a que el
conocimiento es factor clave para transformar los bienes y servicios con un
mayor valor agregado, de modo que los esfuerzos de producción ya no descansan,
o no solamente, en el uso intensivo de la mano de obra sino fundamentalmente en
el conocimiento. De ahí se desprendió la idea de sociedad o economía basada en
el conocimiento y en el renovado interés en los sistemas educativos y en los
sistemas científicos y tecnológicos.
No obstante, el asunto no es tan simple. Ni se trata
de modelos únicos de sociedad del conocimiento ni se puede improvisar con aparatos
educativos frágiles, rezagados y de baja competencia académica. La construcción
de sistemas educativos robustos es una tarea que lleva décadas de esfuerzo y continuidad
de medidas para alcanzar un cierto nivel de logro.
En el caso de México, imposible no reparar en el
contraste de hablar de sociedad del conocimiento cuando un tercio del total de
la población se encuentra en rezago educativo, poco menos de la mitad de los
jóvenes entre los 15 y los 19 años de edad no están inscritos en el sistema
educativo y solamente un tercio del grupo de edad logra una inscripción en la
educación superior. Ni hablar de la calidad educativa o del retraso tecnológico
en sectores estratégicos o las dificultades de los sistemas de innovación.
La idea de sociedad del conocimiento dio paso a la
noción de sociedades del conocimiento para admitir que no existe un modelo
único y también para reconocer las diferencias entre las naciones. Pero la idea
continuó con los llamados sistemas nacionales y estatales de innovación.
Las dificultades para mostrar la edificación o
consolidación de auténticos sistemas de innovación, a nivel nacional o estatal,
han llevado a hablar, sin demasiada claridad, de determinados espacios
geográficos de conocimiento (ciudades, parques o agrupaciones), para resaltar
cierta similitud con aquellos otros que se han enfocado en ciertas áreas de
conocimiento o generación de tecnología.
En México, varias entidades, desde el sureste hasta
el norte de la República, han declarado oficialmente la creación de ciudades
del conocimiento, pero refiriéndose a un espacio acotado en el que están
instituciones educativas, algunos centros de investigación y quizá alguna
empresa. Sin embargo, las intenciones son más propagandísticas que reales.
El proyecto de Ciudad del Conocimiento en Pachuca
Hidalgo es de agosto del 2011 e inició con la firma de un convenio con el IPN,
pero sin financiamiento y sin lugar definido. Hoy, año y medio después, otra
vez se vuelve a relanzar el proyecto. Se habla de impulsar la educación media
superior y de analizar la vocación económica de la región para apoyar los
proyectos pertinentes.
El segundo informe del gobierno
estatal, presentado el pasado mes de septiembre, anotó que la iniciativa se desarrolla en 178 hectáreas, en las cuales
habrá “espacios para los sectores educativo, productivo y empresarial, zona
comercial y de servicios, una nueva reserva ecológica, áreas verdes y
recreativas, un Museo de Ciencia y Tecnología, un Centro de Convenciones, una
zona habitacional y un Centro de Tecnologías de la empresa Microsoft”.
(Publicado en Campus Milenio No. 494. enero 24, 2013)
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