La actual reforma educativa ya
está en papel. Si al comienzo parecía que cambiar la norma constitucional implicaría el mayor y más
dilatado esfuerzo, ahora parece que fue lo más sencillo. Un primer paso sin
seguridad de lo que vendrá ahora. Convendría reparar en la base sobre la que se
puede edificar.
El compromiso por una reforma
educativa pasó sin mayores contratiempos en menos de 100 días. El decreto fue
publicado en el Diario Oficial de la Federación el pasado 26 de febrero. Sin
embargo, como hoy constatamos, un asunto es el cambio de ley y otra su puesta
en marcha. La armonía del discurso frente a la áspera realidad; el momento
crítico que puede llevar al naufragio o al éxito de la iniciativa. Una implementación
que puede ser de cambios profundos, insignificantes o básicos.
Obviamente, los cambios mayores
han concentrado la atención de buena parte de analistas, detractores y apologistas
de la reforma. Uno de ellos ha sido el de la evaluación de profesores y sobre
todo su implicación para su permanencia. O bien, las condiciones de operación del
Servicio Profesional Docente, el establecimiento del Sistema Nacional de Evaluación
o la autonomía del Instituto Nacional para la Evalaución de la Educación (INEE).
No obstante, otros cambios
menores, secundarios, contenidos en los artículos transitorios, los cuales precisan
o determinan condiciones de la reforma han sido subestimados, aunque pueden
resultar relevantes para su inhibición o impacto. Los transitorios, como su
nombre lo indica, son ordenamientos contingentes, temporales, auxiliares, para
regular o indicar la aplicación de la norma principal. Pero no hay duda de que tienen
una importancia crucial. Es suficiente recordar que gracias al candado del
cuarto transitorio de la Ley General de Educación de 1993, a la fecha no se han
descentralizado los servicios educativos en el Distrito Federal.
En el caso de la actual reforma,
el segundo, tercero y cuarto transitorios especifican formas y plazos para la
operación del INEE. Precisamente, el mecanismo que hoy comparten gobierno
federal y Senadores para la designación de la primera Junta de Gobierno del
organismo evaluador, así como el plazo de seis meses que tienen los
legisladores para expedir las leyes secundarias. Una precisión de temporalidad
y formas.
El quinto transitorio, sin
embargo, destaca condiciones elementales que permitirían el cumplimiento de las
modificaciones a los artículos 3º y 73 constitucionales, el objeto de la
reforma. Por ejemplo, la primera fracción destaca la creación de un Sistema de
Información y Gestión Educativa, consistente, por principio de cuentas, en la
realización de un “censo de escuelas, maestros y alumnos”. Una tarea
encomendada al INEGI y que parecería insignificante.
La idea de registros educativos
básicos no es nueva, aunque no por ello ha dejado de ser neesaria. Desde el
2010, en la administración anterior, se propuso crear un gran sistema de
información, oportuna y confiable, con el Registro Nacional de Alumnos,
Maestros y Escuelas (RENAME). Una plataforma tecnológica que presumiblemente
contaría con un gigantesco banco de datos.
De hecho, en agosto del año
pasado, mediante acuerdo presidencial, se determinó que el RENAME sería
información de interés nacional, es decir, generada de forma periódica, con una
metodología científica y necesaria para conocer la realidad del país. Por tanto,
se plasmó en el acuerdo, la información derivada de ese sistema sería oficial,
de uso obligatorio para todos los órdenes de gobierno y estaría a cargo de SEP
(DOF. 08/08/2012).
Sin embargo, parece que ni el
Registro ni el censo marchan. Es un cambio elemental que establece un umbral
que hoy simplemente no tenemos, una línea base consistente y confiable de la
cual partir para valorar y decidir sobre los grandes cambios que se proponen
para el terreno educativo.
La segunda fracción del quinto
transitorio establece otro asunto elemental: la evaluación de maestros tiene
como “primer propósito, el que ellos y el sistema educativo cuenten con
referentes bien fundamentados para la reflexión y el diálogo conducentes a una
mejor práctica profesional” y el sistema educativo les otorgará los “apoyos
necesarios para que los docentes puedan, prioritariamente, desarollar sus
fortalezas y superar sus debilidades”.
(Publicado en Campus Milenio No. 506. Abril 18, 2013: p. 9)
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