Modelo educativo: los
medios de las iniciativas del gobierno federal
Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
canalesa@unam.mx
Twitter: @canalesa99
El inicio de la reciente consulta
para revisar el modelo educativo ha provocado reacciones encontradas. Unos piensan
que se trata de un déjà vu, por lo
cual no tiene sentido esperar que salga nada nuevo de algo que ya se ha
ensayado. En otro extremo están los convencidos de la ventana de oportunidad que
se abre, la importancia de aprovecharla y cambiar la educación que hoy nos tiene
insatisfechos. Otros más, tal vez una inquietante mayoría, simplemente
permanece indiferente.
Por ahora, la dimensión que
podría alcanzar la consulta parece insondable, pero la medida suena fuerte.
Nada menos: revisar el modelo del sistema educativo mexicano. Es decir, cambiar
el punto de referencia, las bases, el esquema o proyecto del proceso de
enseñanza y aprendizaje de la educación básica, media y normal. No es uno u
otro componente. Ahora es todo; el modelo incluye prácticamente todo.
Luego, con el proceso de
descentralización y la promulgación de una nueva legislación educativa en 1993,
la apertura del sistema educativo continuó y el tema de la participación social
mereció un capítulo en la ley. Ahí se estableció la creación de una voluminosa
estructura de Consejos de Participación Social que iría de cada escuela al
municipio correspondiente, luego a la entidad federativa y después a un gran
Consejo a nivel nacional. Después de dos décadas, la cadena prevista de
participación social simplemente no ha funcionado. El mecanismo queda
descartado para la revisión del modelo educativo.
Los años 2000 trajeron la novedad
de la alternancia y el involucramiento de numerosas personas expertas. Por
ejemplo, en el documento de “Bases para el programa sectorial” participaron más
de tres centenares de personas, aunque una docena coordinó el trabajo.
Pero quizás lo más sobresaliente
del periodo fue la creación de tres diferentes organismos intermedios entre el
gobierno federal y las escuelas: el Consejo Nacional de Autoridades Educativas,
el mismo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y el Consejo de
Especialistas para la Educación. El primero está en funciones, pero imposible
que se pudiera hacer cargo de revisar el modelo educativo; el segundo, ahora
autónomo, tiene suficiente con las responsabilidades asignadas y el tercero,
otra vez, simplemente ya es inexistente.
En el actual periodo, las
autoridades federales, aparte de los mecanismos ya conocidos de participación y
el funcionamiento de los organismos intermedios, más bien han optado por privilegiar
la interlocución, presión y negociación directa con los jugadores centrales o
con poder de veto en todos los sectores. Así fue con las tres principales
fuerzas políticas para la firma del Pacto por México, la defenestración de la
lideresa sindical del SNTE o la aprobación de las reformas constitucionales.
En el terreno educativo, el
Congreso no solamente aprobó con celeridad la reforma constitucional y las
leyes secundarias, el Senado quedó como responsable del nombramiento de la junta
de gobierno del INEE. Incluso, según dijo el mismo secretario, las ternas de
candidatos que presentó, fueron el resultado de una consulta a alrededor de 400
investigadores educativos y estos últimos mencionaron a cerca de 10 mil
candidatos.
Ahora, para una tarea que se
advierte todavía más complicada, el titular de la SEP, Emilio Chuayffet,
instaló un Consejo Asesor. El comunicado de la SEP dice que son: “15 expertos en educación, quienes por su calidad
académica participan a título personal y sin remuneración alguna; sus miembros
tendrán facultades para elaborar las conclusiones de la Consulta con base en
las ponencias recibidas” (Comunicado 021). Otro medio. Muy interesantes serán
esas conclusiones. ¿O no?
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