La descentralización de la actividad científica y
tecnológica
Alejandro
Canales
UNAM-IISUE/SES
canalesa@unam.mx Twitter: @canalesa99
El esfuerzo
del Estado mexicano por impulsar el desarrollo científico y tecnológico en las
entidades federativas, especialmente en las tres últimas décadas, ha sido
gradual, pero todavía con resultados insuficientes. Persiste una tendencia geográfica e
institucional que concentra las capacidades en las regiones más desarrolladas del
país.
Una de las tareas de Conacyt, prácticamente
desde que se creó al comienzo de los años setenta, fue la de articular,
promover y apoyar el desarrollo de la investigación científica y tecnológica. Sin
embargo, no ha sido sencillo el fomento en el conjunto de los estados.
A mediados de los años ochenta, con las
iniciativas que se llevaron a efecto de reforma del Estado, la
descentralización recibió una atención especial, lo mismo que la desregulación
y la transferencia de actividades al sector privado. A principios de los años
noventa se integró el sistema de centros públicos de investigación y se
impulsaron los sistemas regionales de investigación, con la idea de alentar la
descentralización. Pero el avance era incipiente.
En 1994, cuando el Sistema Nacional de
Investigadores (SNI) cumplía su primera década de existencia, las instituciones
académicas del Distrito Federal concentraban poco más de la mitad del total de
miembros del SNI y la proporción llegaba a 67 por ciento si se añadían los establecimientos
de los estados de México y Morelos. De hecho, solamente la UNAM concentraba una
tercera parte de los integrantes del SNI, casi una cuarta parte de las becas
nacionales y captaba la mayor proporción del gasto en investigación y
desarrollo experimental.
Hace dos décadas, solamente cinco entidades
federativas contaban con un consejo estatal de ciencia, un equivalente al papel
que desempeña el Conacyt a nivel federal: Puebla, Querétaro, Tamaulipas,
Zacatecas y Campeche. Desde el 2011, todas los estados ya cuentan con su
respectivo consejo, aunque no todos tienen un programa sectorial ni un respaldo
normativo y, aquellos que sí lo tienen no han realizado el mismo esfuerzo por
desarrollar las actividades científicas y tecnológicas.
Actualmente, tras décadas de esfuerzo,
establecimiento de bases normativas (las reformas a la ley con el capítulo
sobre “coordinación y descentralización”) y fomento a las actividades
científicas y tecnológicas (principalmente con el establecimiento de los
llamados Fondos Mixtos hace una década y la Red), los indicadores se han
modificado y seguramente en el mediano plazo lo harán todavía más. Pero persiste
la concentración institucional y regional.
Al final del 2011, el Foro Consultivo
Científico y Tecnológico (FCCyT) presentó lo que llamó: “Ranking nacional de ciencia, tecnología e innovación. Ranking de
la producción científica”. Un intento por ordenar y clasificar a las entidades
federativas conforme su desarrollo en la materia. En ese entonces, en este
mismo espacio, señalamos que no era lo más afortunado ni apropiado, a la vista
de las asimetrías y normas, llamarle ranking
al trabajo que realizaba el Foro (Campus
Milenio No. 454)
En aquel ordenamiento, no parecía ninguna
novedad que las entidades con las mejores posiciones fueran las de más alto
desarrollo (Distrito Federal; Nuevo León; Morelos; y
Jalisco). Tampoco que en la posición opuesta estuvieran las más vulnerables
(Tabasco; Chiapas; Oaxaca; y Guerrero).
Hoy, tras dos años, el FCCyT presenta nuevamente
su ranking de entidades federativas:
“Ranking nacional de ciencia, tecnología e innovación. Capacidades y
oportunidades de los sistemas estatales de CTI”. Según se advierte, a
diferencia del anterior, el actual documento tiene dos novedades. Una,
participaron en la elaboración dos nuevos actores: el Conacyt y la Red Nacional
de Consejos y Organismos Estatales Ciencia y Tecnología (Rednacecyt). Esto es,
tal parece que se están aproximando más los diferentes organismos del sector.
La otra novedad es que, en términos
metodológicos, incorpora el cálculo de los ponderadores por medio de
componentes principales y una medida de agrupamiento de las entidades
federativas. El asunto es que, por la misma razón y como lo explica el
documento, la metodología no es comparable con los resultados del estudio
anterior y apenas ahora podría iniciar la serie histórica.
Lo sorprendente es que tanto desde hace
décadas, como en el ranking del 2011 y en el actual, aparecen casi las mismas
entidades en las posiciones extremas. ¿O es lo esperable? El actual titular del
Conacyt ha dicho que impulsará una política diferenciada (a través de los
fondos mixtos) para las entidades federativas. Pero no. No será suficiente persistir
con la misma medida para avanzar significativamente en la descentralización.
(Publicado en Campus
Milenio No. 546. Febrero 6, 2014, p.4)
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