Contra la centralización ¿Innovación en las
entidades federativas?
Alejandro
Canales
UNAM-IISUE/SES
canalesa@unam.mx; twitter: @canalesa99
En
enero de 1994 estalló el conflicto en Chiapas que obligó a la nación entera a
mirar el rezago y la miseria de la entidad. En ese entonces, precisamente,
entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y México
estaba por ingresar al grupo de la OCDE; el discurso de la “modernidad” parecía
transformarse en realidad. Sin embargo, el marco de modernidad no alcanzaba
para el conjunto.
En los
años siguientes Chiapas se volvió objeto de múltiples estudios, un centro de
atracción de lo más variados experimentos sociales y recibió miles de millones
de pesos de inversión. Los indicadores económicos y sociales de la entidad
mejoraron, pero no son ningún ejemplo de mejora ni de bienestar.
La aportación
del PIB de Chiapas, respecto del PIB nacional, sigue siendo relativamente modesta
(menos del 2 por ciento) y per cápita es menos de la mitad del registrado a
nivel nacional. Las últimas cifras disponibles muestran que es la entidad con
la mayor proporción de personas mayores de 15 años que se encuentran en rezago
educativo (54.4 por ciento de su población).
El
promedio de escolaridad de Chiapas está dos grados abajo del promedio nacional
y tiene poco más de medio millón de personas mayores de 15 años que no saben
leer ni escribir. El número de analfabetas representan el 14.4 por ciento de su
población y con ese porcentaje ocupa el segundo lugar a nivel nacional,
solamente superado por Oaxaca que tiene un volumen de 15.8 por ciento.
Ahora,
dos décadas después, otra vez, por motivos diferentes y similares, la atención
pública se dirige a un mayor número de entidades: Michoacán, Guerrero, Oaxaca e
incluso más al norte. La historia parece repetirse, sólo que a mayor escala y
también con problemas agravados.
Los
antecedentes y la situación es diferente en cada entidad, pero no es fortuito
que compartan indicadores similares de atraso. Las tres entidades mencionadas
tienen la mitad o un poco más de su población mayor de 15 años en situación de
rezago educativo. Igualmente, en las tres se aprecia una preocupante condición
de ingobernabilidad en vastas porciones de sus territorios.
En el
Plan Nacional de Desarrollo de la actual administración gubernamental, así como
en los programas sectoriales y estatales, se han planteado diferentes
iniciativas para tratar de hacerle frente a las disparidades regionales. No
obstante, las acciones hasta ahora han sido insuficientes.
La
compleja situación del caso de Michoacán, especialmente en el terreno de la
seguridad pública y la gobernabilidad, es ilustrativa de las dificultades que
se enfrentan. El gobierno federal no solamente ensayó una nueva figura de autoridad
con el comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral, Alfredo
Castillo, también instruyó a los miembros de su gabinete a visitar
continuamente la entidad, a focalizar estrategias regionalmente y a poner en
marcha acciones específicas.
Así,
especialmente en el último año, un número importante de funcionarios y de
secretarios de Estado han aparecido regularmente en el territorio michoacano.
Sin embargo, no se ha logrado revertir el clima de inseguridad e inestabilidad
de la entidad; tampoco mejorar sustancialmente sus indicadores.
Los
problemas en las entidades federativas son estructurales y no se resolverán de
un día para otro. El asunto es si las acciones emprendidas se ocupan más de los
reflectores de los medios --en lugar de atender las dificultades—, tanto como de
resolver solamente lo más inmediato, o bien, sientan las bases para disminuir
el grave problema de la desigualdad nacional, las disparidades en las regiones
y alentar el desarrollo.
A pesar
del amplio movimiento descentralizador que operó con particular énfasis desde
las últimas décadas del siglo pasado, el ritmo de impulso regional no ha sido
homogéneo ni sostenido. En general, a escala, se reproducen los centros
regionales de gravitación de recursos y decisiones.
Difícilmente,
se puede pensar en entidades federativas innovadoras, competentes o basadas en
el conocimiento, cuando carecen de una institucionalidad mínima en su
funcionamiento o cuando más de la mitad de su población no ha concluido
satisfactoriamente su educación básica.
Por
supuesto, se puede repetir la idea de concentrar las acciones en una porción de
la población muy localizada o en regiones perfectamente acotadas. Sin embargo,
como también ha sido claro, las disparidades solamente se profundizarán. Entonces
¿cuál innovación?
(Publicado en Campus Milenio No. 592. Enero 22, 2015,
p.5)
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