El género en la
agenda pública
Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
Fuente: Sectur |
Una
de las novedades del Plan Nacional de Desarrollo (PND) y los programas sectoriales
de la actual administración fue el establecimiento de estrategias transversales
que permitirían alcanzar el gran objetivo y las cinco metas nacionales que se
trazaron. Las estrategias anunciadas fueron: Democratizar la
Productividad; Gobierno Cercano y Moderno; y Perspectiva de Género. En los documentos quedó
especificado que las estrategias transversales serían observadas por “todas las
dependencias y organismos” y estarían reflejadas e integradas en las metas
nacionales que se propusieron.
No
es la primera vez que se manifestaba un interés por atender los asuntos de
género en el marco de las políticas públicas. Múltiples y variadas iniciativas
nacionales se han llevado al terreno de los hechos en la historia reciente, aunque
todavía de forma insuficiente. No obstante, sí fue una novedad que apareciera
como estrategia transversal en los documentos programáticos de la
administración pública.
Fuente: pamplona.es |
Incluso,
a partir de que la perspectiva de género quedó anunciada como estrategia
transversal en el PND, el gobierno federal planteó que se formularía el Programa
Nacional para la Igualdad de Oportunidades y no Discriminación contra las
Mujeres 2013-2018 (Proigualdad). Un programa relativamente sustituto de la
administración anterior, denominado Programa Nacional de Igualdad entre Mujeres
y Hombres 2008-2012.
El programa actual se dijo que estaría dirigido a
alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres “utilizando para ello la
planeación, programación y presupuesto con perspectiva de género,
para contar con políticas públicas centradas en reducir las brechas de
desigualdad que actualmente se observan entre mujeres y hombres” (DOF.
30.08.2013).
El programa sectorial de educación, como la mayoría
de programas, propuso 15 líneas de acción, entre las que se contaban: el
desarrollo de protocolos y códigos de acceso para la prestación de servicios
sin discriminación en contra de las mujeres; impulso a la paridad en la
asignación de puestos directivos tanto a nivel municipal, como estatal y
federal; incremento en la participación de las mujeres en las diferentes etapas
de los programas y proyectos de los que son beneficiarias; eliminar el lenguaje
sexista y excluyente de la comunicación gubernamental; fomentar la expedición
de licencias de paternidad, responsabilidades domésticas y cuidados; y
desarrollar protocolos para la detección y denuncia de violencia hacia las
niñas y mujeres, entre otras acciones.
A nivel normativo los avances parecen indudables.
Nada menos, desde abril del año pasado, el ISSSTE debe otorgar
permisos de paternidad de cinco días laborables con goce de sueldo a los
trabajadores, tanto por el nacimiento de sus hijos como por la adopción.
Igualmente, en la reforma a la Ley General de Instituciones y Procedimientos
Electorales del año pasado quedó establecido que los partidos políticos deben garantizar
la paridad entre los géneros en candidaturas a legisladores federales y locales
(artículo 232 y ss).
Por supuesto, una cosa es lo que dice la norma, otra
que se conozca y otra más que se aplique. El derecho a solicitar licencia de
paternidad puede estar vigente, pero el trabajador puede no saber de su
existencia o incluso tener reticencias para buscarla. En el caso electoral,
como ha quedado constancia, una vez cubiertas las cuotas de elección, los
partidos políticos se las “ingenian” con permisos y sustituciones para torcer
las reglas.
Desde el sexenio pasado y año con año se incrementan
los recursos públicos para los asuntos de género. En el Presupuesto de Egresos
de la Federación se etiquetan recursos para incorporar la perspectiva de género
en el diseño, elaboración y aplicación de programas de la administración
pública federal. Según los datos oficiales, en este año los recursos alcanzarán
un monto de 21 mil 522 millones de pesos y se distribuirán en más de un centenar
de programas. Un monto importante.
Fuente: Universia |
La expansión del sistema educativo ha registrado,
paulatina e inexorablemente, el ingreso de un mayor número de mujeres, primero
en la base del sistema y luego en los niveles subsecuentes hasta alcanzar la
paridad en el nivel superior. Por supuesto, en materia de rezago educativo, la
proporción de mujeres que están esa condición es mayor (superan en seis puntos
porcentuales a los hombres) y lo mismo ocurre en los indicadores de
analfabetismo (de los cinco millones que no saben leer ni escribir, seis de
cada diez son mujeres).
Desde hace una década, la paridad en la Tasa Bruta
de Escolarización (TBE) en educación media superior ya era un hecho (37.1 por
ciento hombres y 37.3 por ciento mujeres); aunque en superior las mujeres todavía
estaban casi dos puntos porcentuales abajo (14.6 ellos y 12.8 ellas).
Las estimaciones para el ciclo escolar 2014-2015
anotan que la TBE de mujeres en media superior rebasa a la de los hombres: 68.8
por ciento y 67.3 por ciento, respectivamente. En superior, en el mismo ciclo
escolar, la misma tasa sigue favoreciendo ligeramente a los hombres, aunque la
diferencia se ha reducido a un punto porcentual, respecto de hace una década:
34.8 por ciento hombres y 33.8 mujeres (Anexos estadísticos del Segundo Informe
de Gobierno, 2014: 224).
Según se puede advertir, la tendencia de la TBE en
media superior se incrementará y, en consecuencia, seguramente ocurrirá lo
mismo en el nivel superior. Sin embargo, si consideramos la matrícula total en el
nivel superior, a nivel nacional ya se ha alcanzado la paridad y en muy pocas
entidades el porcentaje es desfavorable para las mujeres.
En el ciclo escolar 2012-2013, solamente Coahuila, Nuevo
León, Quintana Roo, Tamaulipas y Yucatán estaban por debajo de la paridad (48
por ciento mujeres y 52 por ciento hombres). Mientras que en otras 13 entidades
la matrícula de mujeres superaba a la de los hombres (entre 51 y 54 por ciento
favorable a las mujeres). En el resto de entidades la matricula se dividía casi
en partes iguales.
La paridad en la matrícula es una tendencia que se
aprecia en diferentes países. El Informe más reciente de Iberoamérica (CINDA
2011) muestra que a partir de los años noventa, las mujeres que se matricularon
en instituciones de educación superior aumentaron casi dos veces más rápido que
los hombres. Por tanto, en la mayoría de países, actualmente la mitad o más de
la matrícula corresponde a las mujeres, salvo los casos de Bolivia, Chile y
Colombia que tienen una matrícula ligeramente por abajo del 50 por ciento.
En la educación superior, como lo ha
comentado Roberto Rodríguez, la dinámica de expansión del sistema ha sido
doble: una feminización y una desmasculinización de la matrícula. También es
cierto que, desde hace décadas, la literatura ha documentado que las mujeres,
en comparación con los hombres, tienen mayores dificultades para pasar de un
nivel educativo a otro, pero una vez inscritas en un determinado nivel, lo
concluirán en mayor proporción que los hombres y su desempeño será
consistentemente mejor.
Las tasas de
abandono escolar de los hombres han sido sistemáticamente más altas en los
diferentes gados, lo mismo que los índices de reprobación. También las
diferencias de promedios de calificación y tasas de graduación. A este
respecto, un reciente y primer estudio exploratorio de la OCDE, disponible en
su sitio web, (The ABC of Gender Equality in Education: Aptitude,
Behaviour, Confidence) trata
de precisar la causas de las diferencias de desempeño en las y los jóvenes de
15 años (los del examen PISA).
Los resultados del
estudio señalan que, desde luego, las disparidades de género en el desempeño no
se deben a diferencias innatas de aptitudes, sino más bien de actitudes hacia
el aprendizaje, de ciertos comportamientos que expresan en la escuela, hábitos
y formas de distribuir su tiempo.
Fuente: OECD |
Los avances en
materia de igualdad entre hombres y mujeres no han sido gratuitos, fáciles ni
rápidos, pero son innegables en comparación con lo que ocurría hace apenas una
o dos décadas. Tampoco quiere decir que la agenda de género ya está resuelta;
hoy tenemos nuevos escenarios y un horizonte incierto. En este año se revisarán
los compromisos de la
Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en 1995, la ocasión será
propicia para una amplia revisión de la agenda y un balance de la estrategia
transversal.
(Publicado en Campus Milenio No. 600. Marzo
20, 2015, p.6)
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