(Publicado en Campus Milenio No. 745.
Marzo 8, 2018. Pág. 5)
El Colegio
Nacional, esa institución emblemática de la inteligencia que concita entre admiración,
respeto, envidia y controversia, se fundó en 1943, bajo la presidencia de
Manuel Ávila Camacho. Sin embargo, algo dice que el ingreso de la primera mujer
se haya demorado hasta 1985; más de cuarenta años después. Nada menos. En
realidad, la puerta de sus instalaciones ha permanecido prácticamente cerrada
para las mujeres, apenas se entreabrió un poco más en este siglo, pero siguen
siendo una verdadera excepción.
La creación
del Colegio, cuya idea ha sido atribuida a Antonio Caso, bajo la inspiración
del Colegio de Francia, se planteó como una agrupación de lo más destacado de
la filosofía, las artes y la ciencia. Un colegio encargado, fundamentalmente,
de una labor de divulgación; alternativo, pero no en oposición a las
instituciones universitarias, como originalmente ocurrió en Francia.
De ahí que,
como quedó indicado en los considerandos del decreto de creación, la
concentración de las personalidades de la academia, permitiera el contacto con
aquellos hombres (desde luego, no era una designación genérica) que “quedan
impedidos de concurrir a los centros escolares en que normalmente se imparten
estas enseñanzas, o bien con quienes, ya iniciados en ciertas disciplinas
buscan su perfeccionamiento” (Diario
Oficial de la Federación 13.05.1943:
7).
En el decreto
claramente se anotó que serían “hombres inminentes” los que impartirían las
enseñanzas de la época (artículo 2). Y sí, al comienzo el Colegio se integró
por 20 hombres: 15 designados por la SEP y 5 más por los propios integrantes ya
designados. Entre los fundadores estuvieron: Mariano Azuela; Carlos Chávez;
Ezequiel A. Chávez; Ignacio Chávez; Enrique González Martínez, José Clemente
Orozco; Alfonso Reyes; Diego Rivera, José Vasconcelos; entre otros. Todos ellos
debían ser mexicanos por nacimiento; seguramente un reflejo del nacionalismo
tan acendrado que por entonces y luego siguió imperando. En ese momento más
alentado por los llamados a la unidad nacional, derivados de la Segunda Guerra
Mundial.
En México, al
comienzo de los años cuarenta, la población total era de 19.6 millones y alrededor
del 38 por ciento era analfabeta. Las estadísticas eran incipientes y solamente
existe registro nacional del volumen de alfabetizados o de total de escuelas de
educación primaria y preescolar. Ni hablar de mujeres. Las cifras para
secundaria, media superior o superior eran prácticamente inexistentes (cfr.
Manuel Meneses Morales. Tendencias educativas oficiales en México.
1934-1964).
Las mujeres no
aparecían. Y sí, un colegio de hombres se reproducía a sí mismo. Recuérdese que
el Consejo del Colegio, es decir, todos los integrantes, tienen la atribución
de designar a los nuevos miembros. Como señala el decreto, la posición de cada
uno es vitalicia y reciben una remuneración mensual, solamente se pierde porque
no se pueda continuar desempeñándose, por sentencia de un tribunal o por el
voto unánime de todos los integrantes.
Tampoco
aparecieron las mujeres cuando el Colegio se amplió y modificó algunos de sus
criterios de ingreso. En efecto, en noviembre de 1971, bajo la presidencia de
Luis Echeverría, se reformó el decreto para duplicar el número de miembros:
pasó de 20 a 40. También se permitió que los mexicanos por naturalización, no
solamente los mexicanos por nacimiento, pudieran ingresar. Aunque los
naturalizados debían tener 10 o más años de haber obtenido esa condición.
Incluso, en la
misma reforma, se eximió de la obligatoriedad de dictar conferencias u otras
actividades de difusión a los mayores de 70 años, porque se indicó que para
ellos podían ser “potestativas”; solamente serían obligatorias para los menores
de esa edad (Artículo 11. Diario Oficial
de la Federación 10.11.1971: 16).
Fue hasta mayo
de 1985 cuando ingresó la primera mujer: Beatriz Ramírez de la Fuente. En el
área de ciencias sociales y humanidades, especialista en historia del arte,
fundadora y titular de diferentes instituciones, con múltiples reconocimientos
en su campo de conocimientos. La conferencia inaugural fue sobre el arte
prehispánico y la educación.
Una década después,
ya en la presidencia de Ernesto Zedillo, vino una nueva reforma al decreto de
creación del Colegio Nacional. En realidad, solamente se eliminó la condición
de 10 o más años de haber adquirido la nacionalidad y únicamente quedó en
“miembros de nacionalidad mexicana”, sin distinguir cómo se obtuvo.
Tampoco se
alteró mayormente la composición del Colegio Nacional. Hasta 2006 ingresó María
Elena Medina-Mora, en el área de ciencias biológicas y de la salud, como
especialista en psiquiatría. Al año siguiente fue aceptada Linda Manzanilla
Naim en el área de ciencias sociales y humanidades, en la especialidad de
Arqueología. Finalmente, el año pasado, se incorporó Concepción Company
Company, lingüista, también en la misma área.
En conjunto,
en los 75 años de historia del Colegio Nacional, ha designado a 102 personas.
De ese total, solamente cuatro han sido mujeres. El contexto, todo cambió, pero
sí, difícilmente un consejo de hombres podría ser diferente. ¿Seguimos con las
mismas reglas?
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