Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No.
761. Julio 5, 2018. Pág. 5)
Andrés Manuel López Obrador
(AMLO), el virtual presidente electo, en su primer discurso, el mismo día de su
victoria, ha dicho que una mayoría importante de ciudadanos “ha decidido
iniciar la cuarta transformación de la vida pública de México” y que “erradicar
la corrupción y la impunidad será la misión del nuevo gobierno”. También ha
mencionado a las personas que integrarán un equipo de transición para este
periodo. Y no, ni en una ni en otro aparecen los temas educativos; tampoco los
científicos y tecnológicos.
Sin duda, la corrupción y la
impunidad son, ante la opinión de una buena parte de los ciudadanos, una dupla
que sintetiza uno de los principales problemas de México. También es uno de los
motivos del hartazgo de los gobernados y seguramente uno de los factores que
pueden explicar la violencia, la desigualdad social y económica, tanto como el
comportamiento e inclinación de los votantes.
Sin embargo, los problemas y los
desafíos de gobierno requerirán de un plan integral; una jerarquización de
estrategias y acciones bien definidas. Es comprensible que no todos los
problemas públicos, ni todos los sectores de la administración pública, ocupen
un lugar destacado en las menciones que realiza el próximo gobernante o en su
declaración de intenciones.
AMLO, en su primer discurso puso
énfasis en que “los cambios serán profundos, pero se darán con estricto apego
al orden legal establecido”. ¿La educación o las actividades científicas y
tecnológicas podrían estar ausentes? No. Por lo menos no debieran. Atrás quedó
el tiempo de campaña, las promesas, la retórica encendida, las disputas y las
frases que capturaron la atención mediática. Toca la hora de pisar el
inescrutable y resbaladizo terreno de las prioridades en las tareas de
gobierno.
La mayoría de los gobernantes han
seleccionado esa frase sonora con la que quieren sintetizar el propósito de su
periodo y rezumar las acciones estratégicas que piensan poner en marcha. El
inventario de frases de los sexenios más recientes ha sido elocuente: “renovación
moral”; “modernización de México”; “bienestar para tu familia”; “gobierno del
cambio”; “el presidente del empleo”; o “mover a México”. No obstante, al final
del periodo, las palabras quedan flotando para el registro histórico y las
acciones siguen un curso que poco tiene que ver con el propósito anunciado.
En el primer discurso de AMLO ha
quedado claro que tiene identificada a la corrupción como el problema a
erradicar; también la inseguridad y la violencia. De hecho, sobre esto último,
como lo reiteró a lo largo de su campaña dijo: “Más que el uso de la fuerza, atenderemos las
causas que originan la inseguridad y la violencia. Estoy convencido de que la
forma más eficaz y más humana de enfrentar estos males exige, necesariamente,
del combate a la desigualdad y a la pobreza. La paz y la tranquilidad son
frutos de la justicia”.
Efectivamente, el otro grave problema que tenemos
como país es el de la desigualdad y en este terreno enfrentamos los mayores
obstáculos. Acaso la desigualdad en el ingreso sea la más inocultable, pero
junto a ella están las de origen étnico, las de residencia, las de género, las
de acceso al conocimiento y desde luego las educativas, entre otras.
La política social es uno de los instrumentos que
los gobiernos utilizan para propiciar el desarrollo y el bien común. No
solamente es la provisión de servicios como la educación, la salud o la
seguridad social para la población gobernada y especialmente para la que
enfrenta condiciones más adversas. También son decisiones sobre justicia
social, respaldo ciudadano, cohesión social, estabilidad política y desarrollo
económico.
Así que las iniciativas en materia educativa,
tanto como las del sector científico y tecnológico, no son ni serán
irrelevantes. A este respecto, la coalición ganadora, “Juntos haremos historia”
y particularmente AMLO, presentó, desde noviembre del año anterior, su
“Proyecto de Nación 2018-2024”. Un documento de más de 400 páginas en el que se
incluyen los proyectos que tiene previstos en materia política, económica y
social.
Sin embargo, seguramente, ese Proyecto de Nación que
ya conocemos es apenas una versión adelantada, preliminar, de lo que podría ser
su programa de gobierno. Era otro momento y otras las condiciones. Aquí mismo,
en su oportunidad, comentamos la extraño de que su proyecto de educación
iniciara, precisamente, con una amplia justificación de los beneficios que
habría si se otorga autonomía a las instituciones de educación superior
particulares. También de que la ciencia solamente se mencionara en el subtítulo
del apartado,
pero no hubiera tratamiento ninguno.
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