Alejandro
Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter:
@canalesa99
(Publicado
en Campus Milenio No. 812. Agosto 15, 2019. Pág. 4)
El reportero
Daniel Blancas del periódico Crónica le pregunta al presidente de la República:
Se habla ya de la inminente desaparición
del Foro Consultivo Científico y Tecnológico por falta de presupuesto del
Conacyt. Se supone que este foro es la voz autónoma, el órgano autónomo que
tenía que asesorar al Ejecutivo para temas de ciencias y tecnología...
El ejecutivo
federal interrumpió al reportero y respondió: Ah, claro, sí. Eso era otro pegote que traíamos aquí en la Presidencia,
ya me acordé de ese, ese sí lo tengo identificado. Era aquí para asesorar al
presidente en asuntos de tecnología y -un término también muy de moda-
innovación tecnológica. No, ahí está el Conacyt, a mí me asesora el Conacyt, y
ahí están los científicos. Era la conferencia de prensa matutina del 31 de
julio.
La pregunta y
respuesta fueron a propósito de la creación de un organismo en la
administración anterior (la Coordinación para la Atención Integral de la
Migración en la Frontera Sur) y su continuidad en el actual periodo. A pesar, según
comentó el mismo reportero, de presuntas irregularidades y conflicto de interés.
Pero ¿todos los
organismos intermedios entre el gobierno y los gobernados son iguales? ¿Cumplen
la misma función? No. Seguramente, en la abultada administración pública habrá
organismos creados por la presión de clientelas políticas, duplicadores de
funciones, dispendiosos e inútiles. No obstante, también los habrá con otros
antecedentes, un desempeño diferente y una relevancia para las tareas de
gobierno.
En el sector científico
y tecnológico, la primera vez que comenzó a perfilarse normativamente una
instancia de contacto entre el gobierno y otros sectores para la definición de
políticas fue a mediados de los años noventa. En el Plan Nacional de Desarrollo
de la administración de Ernesto Zedillo (1994-2000), en el eje para el
crecimiento económico y como parte de su estrategia general de política
tecnológica, planteó la instauración de un foro de coordinación entre el sector
privado, las instituciones de investigación y el gobierno. El foro, precisó el
PND, “será promovido desde el más alto nivel gubernamental”.
En realidad, al
final, la propuesta formó parte de una instancia más amplia y adquirió rango de
ley. En la reforma a la ley sectorial de 1999 se agregó un capítulo (V “Participación”)
y se dedicó a la instauración de lo que entonces se denominó “Foro Permanente
de Ciencia y Tecnología”.
Un órgano autónomo
y que desde esa fecha fue designado para la consulta del ejecutivo federal y de
expresión de la comunidad científica y de los sectores social y privado. También
desde su creación quedó establecido que la participación sería voluntaria y
honorífica, así como los apoyos necesarios para su funcionamiento por parte del
Conacyt.
Vale la pena
recordar que en esos años, frente a la experiencia de las cíclicas crisis
económicas, la inestabilidad de las iniciativas gubernamentales y, muy
especialmente, la mayor pluralidad de fuerzas políticas representadas en el
Congreso, cobraba mayor relevancia la idea de políticas de Estado, en contraposición
a las políticas gubernamentales y centradas en el ejecutivo federal.
Tampoco fue
fortuita la inclusión de la “participación” en la ley sectorial, lo mismo había
ocurrido, unos años antes, en la Ley General de Educación, cuando incluyó un
capítulo dedicado a la participación social.
¿Por qué la
búsqueda de participación en las decisiones de gobierno? Porque se reconocía
las limitaciones del poder público en la definición de los problemas de interés
público, en el establecimiento de la agenda y en la puesta en marcha de las
iniciativas, así que precisaba la participación ciudadana; abrir el espacio
público a la intervención de otros sectores.
Después, en los
años 2000, vinieron más reformas normativas que precisaron la composición,
funciones y nombre del foro, pero conservó autonomía, carácter consultivo y
forma de financiamiento.
Ahora, derivado de
la reciente reforma al artículo 3° constitucional, debe promulgarse una nueva
Ley General de Ciencia y Tecnología. No tiene que ser inmediato, el plazo vence
hasta el año próximo, pero sería un retroceso volver cerrar el espacio público
a la participación de otros sectores, centralizar y retornar a las decisiones
solamente gubernamentales.
Pie de página: ¿Vienen cambios en el Sistema Nacional
de Investigadores (SNI)? Tal vez no. Para el expediente: La titular del Conacyt
dice que el SNI no desaparece. De hecho, planteó
que no solamente no desaparecerá, el año próximo tendrá un incremento
presupuestal; también habrá revisión de los procesos y criterios de evaluación
cualitativos y cuantitativos. Ya veremos.
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