En el ocaso de
la administración gubernamental anterior y las vísperas de la actual, un
sorprendente artículo de la revista británica The Economist (“The Rise of
Mexico”. Noviembre 24, 2012) anunciaba que de persistir las condiciones de
intercambio y las tendencias de crecimiento económico, la nación emergería como
potencia y principal socio comercial de Estados Unidos al final de la década
actual. El Made in China daría paso
al Hecho en México, decía el
reportaje. Una sorpresa porque lo usual de las notas sobre la nación era el
tema de inseguridad.
Después, en
los meses siguientes, vinieron otros artículos más en la prensa internacional,
como los de Financial Times, The New York Times, el de Foreign Affairs o las opiniones del
columnista Thomas L. Friedman, después de una visita a
Monterrey al final del mes pasado, acerca de que México
será la próxima potencia. Todos con vaticinios semejantes: la nueva China, el
tigre azteca o el momento de México.
Las reacciones
nacionales han sido muy variadas, desde una apología al futuro promisorio hasta
el franco escepticismo que advierte las veleidades de la opiniones
internacionales que se movilizan al compás de las agencias de cabildeo y
promoción de imagen. Un recurso que no logra ocultar la realidad que muestran
el espejo de los indicadores de atraso y grave desigualdad.
Ha sido
notable que una parte de las opiniones favorables a México se han fundado en
una visión comparativa: no tanto en un fulgurante desempeño nacional, como en
las dificultades de algunas de las llamadas economías emergentes, como Brasil,
Rusia, India y China; las prometedoras naciones agrupadas en el acrónimo BRIC.
El asunto es
que una buena parte de las apreciaciones y proyecciones se basan en una escala
macroeconómica, como la estabilidad financiera, la medición del PIB o las tasas
de crecimiento económico. Una escala importante pero muy lejana al ciudadano
común que no logra apreciar su dimensión y, todavía más relevante, no percibe
con claridad los beneficios.
Una mejor
aproximación es la idea de desarrollo humano, como la que promueve el reporte
anual del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Es la
promoción de un índice en el que importa no solamente el crecimiento económico,
si no particularmente lo que ocurre con la equidad y el bienestar de las
personas en los diferentes países.
Hace más de
dos décadas el creador del Índice de Desarrollo Humano (IDH), el economista
pakistaní ya fallecido, Mahbub ul Haq destacó que el principal objetivo del
desarrollo era “crear un ambiente propicio para que la gente disfrute de una
vida larga, saludable y creativa”.
El IDH es una combinación de tres diferentes
indicadores: salud, educación e ingresos. Incluye, por ejemplo, la esperanza de
vida al nacer, logros educativos (como alfabetización, años promedio de
escolaridad, tasas brutas de escolaridad), PIB per cápita, estándares de vida.
En conjunto, tratan de medir de la mejor forma el desarrollo humano y muestran
una medida única (de 0 a 1) para el desarrollo social y el económico, lo que
permite comparar los avances en los diferentes países.
En el primer Informe, publicado en 1990,
México apareció en la posición número 90 de 130 países. El reporte clasificó de
menor a mayor desarrollo humano a las diferentes naciones y las ubicó en tres niveles:
bajo; medio; y alto. México quedó en el grupo de “Alto nivel de desarrollo humano”.
La semana pasada se presentó el reporte
de este año (El ascenso del Sur. Progreso
humano en un mundo diverso) y México se ubica en la posición 61 de 186
países. No experimentó modificación respecto del año previo y sigue ubicado en
el grupo de países de “Alto nivel de desarrollo humano” . No obstante, desde el
2010 el reporte ya incluye un cuarto grupo: “Muy alto nivel de desarrollo”.
México presenta una mejor posición que Brasil en el mismo grupo (85). China y
la India están en un grupo inferior, el de “Desarrollo humano medio”.
De acuerdo con el reporte de este año,
la importancia económica de Brasil, China e India está fuera de duda. Según sus
proyecciones, al término de esta década, superarán la producción actual de seis de las
principales economías del mundo (Alemania, Canadá,
Estados Unidos, Francia, Italia y Reino Unido) .
(Publicado en Campus Milenio No. 503, p. 9)
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