viernes, 7 de junio de 2013

Las prioridades en ciencia y tecnológica



La actual administración ya estableció agenda y prioridades en el terreno de la ciencia y la tecnología. Otros actores relevantes, como la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la UNAM y el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), también han indicado cuáles podrían ser algunos de los temas prioritarios. Sin embargo, en los últimos 30 años ni el ejercicio de unos ni de otros ha funcionado.

Hace 30 años, en el Programa Nacional de Desarrollo Tecnológico y Científico 1984-1988, se establecieron, por primera vez, once programas de investigación y desarrollo tecnológico para atender lo que se consideraron prioridades nacionales.

Los programas que se mencionaron entonces fueron: investigación sobre la naturaleza y la sociedad nacionales; nutrición y salud; uso de recursos naturales renovables; uso de recursos naturales no renovables; los desarrollos  tecnológicos industriales de la agroindustria, la electrónica, la químico-farmacéutica, petroquímica, la metal-mecánica, la construcción; y de investigación de excelencia en otros temas.

Una idea de agrupar y encauzar programas de investigación mediante la identificación de prioridades. Alrededor de 80 temas se consideraron como prioritarios y todavía, por si el conjunto de temas no era suficiente, en el último programa (“investigación de excelencia en otros temas”) se dejó espacio para otros proyectos o líneas no considerados.

Difícilmente se puede pensar en prioridades con un centenar de temas. También está por demás señalar que al finalizar el periodo de los años ochenta, cuando el programa sectorial tendría que haberse cumplido, quedó en el olvido lo anotado y, por supuesto, no se llevó a efecto.

Los programas sectoriales siguientes también formularon grandes objetivos y aunque moderaron las expectativas, unos más y otros menos, al disminuir el número de temas prioritarios, de todas formas no alcanzaron lo que se propusieron.

La justificación más frecuente para el incumplimiento de planes y programas es que factores externos o internos, como las crisis, el cambio de prioridades o el entorno internacional, han impedido llevar a efecto lo que meticulosa, pero infructuosamente, se había pensado.

A lo largo de las tres décadas anteriores no se han establecido con claridad, ni consistentemente, las prioridades en el terreno de la ciencia y la tecnología. Las iniciativas han sido intermitentes, inerciales u oscilatorias entre el apoyo a la capacidad de investigación o el impulso al desarrollo tecnológico.

En septiembre del año pasado, cuando todavía no tomaba posesión el ahora ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto, le entregaron la propuesta “Hacia una agenda nacional en ciencia, tecnología e innovación”. Una propuesta coordinada por la UNAM, en la que participaron más de 60 organizaciones y en el cual se destacó que “La  pobre definición de grandes objetivos ha ocasionado una dispersión de recursos en proyectos cuyo impacto en el desarrollo del país ha sido limitado” (p. 9).

En el documento se anotaron una veintena de rubros estratégicos para el desarrollo nacional y se plantearon numerosas propuestas. Algunas de las más sobresalientes fueron cumplir lo que dice la ley en materia de inversión en ciencia y tecnología en los próximos seis años, el restablecimiento del programa de incentivos fiscales o la ya desechada idea de crear la secretaría del sector.

La AMC, como lo comentamos en este espacio la semana pasada, impulsó entre el fin de año pasado y el inicio del actual, lo que denominó “Agenda Ciudadana de Ciencia, Tecnología e Innovación”. Un ejercicio para seleccionar los retos que deben ser afrontados desde el campo de la ciencia y la tecnología. Los temas que resultaron fueron: educación; abasto de agua; y medio ambiente.

Por su parte, el FCCyT realizó el pasado 23 de mayo un foro peculiar: interaCTIv@. Reunió a más de una treintena de representantes del sector (académicos, tecnólogos, empresarios, exdirectores de Conacyt, entre otros) para discutir la “identificación de prioridades nacionales y regionales para el desarrollo de la CTI”. Un foro relativamente amplio (la mayoría presencial y unos pocos virtualmente), pero poco fructífero para los propósitos que se planteó.

En fin, hasta ahora la propuesta más clara es el nivel de inversión en el sector. Pero no es la primera vez que se formula; tampoco puede ser la prioridad. En todo caso es un instrumento o un medio para alcanzar las prioridades. ¿Una vez más seguiremos sin establecer prioridades efectivas? Pronto lo sabremos.

(Publicado en Campus Milenio No. 513. Junio 6, 2013, p. 9) 

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