La actual administración ya
estableció agenda y prioridades en el terreno de la ciencia y la tecnología. Otros
actores relevantes, como la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la UNAM y el
Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), también han indicado cuáles
podrían ser algunos de los temas prioritarios. Sin embargo, en los últimos 30
años ni el ejercicio de unos ni de otros ha funcionado.
Hace
30 años, en el Programa Nacional de Desarrollo Tecnológico y Científico
1984-1988, se establecieron, por primera vez, once programas de investigación y
desarrollo tecnológico para atender lo que se consideraron prioridades
nacionales.
Los
programas que se mencionaron entonces fueron: investigación sobre la naturaleza
y la sociedad nacionales; nutrición y salud; uso de recursos naturales
renovables; uso de recursos naturales no renovables; los desarrollos tecnológicos industriales de la
agroindustria, la electrónica, la químico-farmacéutica, petroquímica, la
metal-mecánica, la construcción; y de investigación de excelencia en otros
temas.
Una
idea de agrupar y encauzar programas de investigación mediante la
identificación de prioridades. Alrededor de 80 temas se consideraron como
prioritarios y todavía, por si el conjunto de temas no era suficiente, en el
último programa (“investigación de excelencia en otros temas”) se dejó espacio
para otros proyectos o líneas no considerados.
Difícilmente
se puede pensar en prioridades con un centenar de temas. También está por demás
señalar que al finalizar el periodo de los años ochenta, cuando el programa
sectorial tendría que haberse cumplido, quedó en el olvido lo anotado y, por
supuesto, no se llevó a efecto.
Los
programas sectoriales siguientes también formularon grandes objetivos y aunque moderaron
las expectativas, unos más y otros menos, al disminuir el número de temas
prioritarios, de todas formas no alcanzaron lo que se propusieron.
La
justificación más frecuente para el incumplimiento de planes y programas es que
factores externos o internos, como las crisis, el cambio de prioridades o el
entorno internacional, han impedido llevar a efecto lo que meticulosa, pero
infructuosamente, se había pensado.
A
lo largo de las tres décadas anteriores no se han establecido con claridad, ni
consistentemente, las prioridades en el terreno de la ciencia y la tecnología.
Las iniciativas han sido intermitentes, inerciales u oscilatorias entre el
apoyo a la capacidad de investigación o el impulso al desarrollo tecnológico.
En septiembre del año pasado, cuando todavía
no tomaba posesión el ahora ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto, le
entregaron la propuesta “Hacia una agenda nacional en
ciencia, tecnología e innovación”. Una propuesta coordinada por la UNAM, en la
que participaron más de 60 organizaciones y en el cual se destacó que “La pobre definición de grandes objetivos ha ocasionado una dispersión
de recursos en proyectos cuyo impacto en el desarrollo del país ha sido
limitado” (p. 9).
En el documento se anotaron una veintena
de rubros estratégicos para el desarrollo nacional y se plantearon numerosas
propuestas. Algunas de las más sobresalientes fueron cumplir lo que dice la ley
en materia de inversión en ciencia y tecnología en los próximos seis años, el
restablecimiento del programa de incentivos fiscales o la ya desechada idea de
crear la secretaría del sector.
La AMC, como lo comentamos en este espacio
la semana pasada, impulsó entre el fin de año pasado y el inicio del actual, lo
que denominó “Agenda
Ciudadana de Ciencia, Tecnología e Innovación”. Un ejercicio para seleccionar
los retos que deben ser afrontados desde el campo de la ciencia y la tecnología.
Los temas que resultaron fueron: educación; abasto de agua; y medio ambiente.
Por su parte, el FCCyT realizó el pasado
23 de mayo un foro peculiar: interaCTIv@.
Reunió a más de una treintena de representantes del sector (académicos,
tecnólogos, empresarios, exdirectores de Conacyt, entre otros) para discutir la
“identificación de prioridades nacionales y regionales para el desarrollo de la
CTI”. Un foro relativamente amplio (la mayoría presencial y unos pocos
virtualmente), pero poco fructífero para los propósitos que se planteó.
(Publicado en Campus Milenio No. 513. Junio 6, 2013, p. 9)
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