¿Quién se responsabiliza de la Refinería
Bicentenario?
Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
canalesa@unam.mx
Twitter: @canalesa99
Hace cinco
años, el entonces director de PEMEX, Jesús Reyes Heroles, dijo que la refinería
Bicentenario era una de las obras más importante, necesaria y técnicamente fundada.
Hoy, miles de millones de pesos después, múltiples esfuerzos y un tiempo
perdido, el proyecto simplemente ya no existe.
En agosto de
2009, el titular de PEMEX, al anunciar públicamente a Hidalgo como sede de la
nueva refinería, aseguró que: “En el proceso
de elaboración del proyecto el gobierno federal ha puesto todo su empeño para
asegurar que se tome la mejor decisión en términos de las consideraciones
técnico-económicas que deben regir un proyecto de esta envergadura, así como de
la certidumbre jurídica necesaria para su éxito” (versión estenográfica
12.08.2009).
Hoy suenan
a ironía las palabras que pronunció Reyes Heroles: “La decisión de hoy es
testimonio de la capacidad de los mexicanos y de su gobierno para avanzar en la
construcción de una economía más moderna, para llevar a cabo proyectos
complejos y de largo plazo, que redunden en beneficio de las condiciones de
vida de los mexicanos”.
Por
una u otra razón, lo que se ha mostrado más bien es una perenne incapacidad gubernamental
para realizar proyectos, sean simples o complejos, de corto o largo plazo. Ni
siquiera los ornamentales. Ni hablar de un desarrollo nacional sostenido o una
economía sólida y pujante.
En el
2008, en el aniversario número 70 de la expropiación petrolera, cuando estaba
el debate sobre la reforma energética de entonces y especialmente sobre la
exploración de hidrocarburos en aguas profundas, también comenzó el estudio de
factibilidad de construcción de una nueva refinería en territorio nacional.
Según
reportó el director de PEMEX, la instrucción para realizar el estudio de
factibilidad la dio el entonces presidente Felipe Calderón. Y, por supuesto, en
el 2009 el estudio dio como resultado que la mejor medida para avanzar en el
Sistema Nacional de Refinación era construir una nueva refinería, a pesar de
que desde entonces estaba en marcha la reconfiguración en dos de las seis
existentes.
También
el estudio arrojó que Tula, Hidalgo, era el mejor lugar para instalar la nueva
refinería. Por cierto, el actual secretario de Gobernación era el mandatario
estatal en ese periodo. Tula era una mejor opción por su localización en la
región centro, el lugar de mayor demanda, también por la certeza jurídica que
ofrecía, así como por los costos de inversión y operación. Al inicio se
calculaba que el costo total de la obra sería de alrededor de 10 mil millones de dólares.
Sin
embargo, casi un mes después de anunciada la obra, Reyes Heroles fue sustituido
por Juan José Suárez Coppel. Los trámites siguieron su curso, las
adjudicaciones, los planes, pero también comenzó a alargarse el proceso de
construcción propiamente.
Después
vinieron las elecciones, el cambio de gobierno y el ajuste en los equipos
técnicos; el proyecto parecía sostenerse pero había perdido ímpetu. La decisión de detener la construcción de la nueva refinería
Bicentenario de Tula no apareció explícitamente en el programa sectorial de
energía de esta administración.
Sin embargo,
el primer síntoma de que tal vez las prioridades o la viabilidad del proyecto
ya no eran las mismas, apareció al final del 2013, cuando se presentó el “Plan
de negocios de PEMEX y sus organismo subsidiarios 20014-2018”, el documento
rector de las acciones a desarrollar por el organismo, y no estaba incluida la
nueva refinería.
El secretario
de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, ante las críticas de ese momento, dijo que
la construcción de la nueva refinería dependería de la aprobación de la reforma
energética. La reforma se aprobó, pero la refinería quedó en suspenso. Por lo
menos la cancelación no se hizo explícita en los meses siguientes, tampoco en
la comparecencia del secretario el pasado 19 de septiembre.
Fue
precisamente en Guanajuato, en el Centro Fox, de manera improvisada, donde el
secretario anunció que se cancelaba la obra. Ningún documento de por medio. Tal
vez desde el comienzo fue un empecinamiento en una obra monumental de escasa pertinencia
y probablemente sea más costosa edificarla que perder lo que ya se invirtió
(alrededor de una tercera parte de su valor total)
Lo inquietante
es la facilidad con la que se cambian las decisiones sin mayor explicación, el
derroche de recursos y la ausencia de responsabilidad pública. Eso también es
impunidad.
(Publicado en
Campus Milenio No. 580. Octubre 16, 2014, p.5)
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