La formación de recursos y sus variantes
Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
canalesa@unam.mx Twitter: @canalesa99
Desde la publicación del Plan
Nacional de Desarrollo (PND) de esta administración se planteó que uno de sus
objetivos sería la formación de recursos humanos de alto nivel. En el eje
“México con educación de calidad” quedó incluida la estrategia de contribuir a
la formación y fortalecimiento de los recursos humanos con media docena de
líneas de acción, entre las que se encontraba “incrementar el número de becas
de posgrado otorgadas por el gobierno federal”.
Nada para sorprenderse, el
impulso a la formación de recursos es una línea de política pública que se ha
reiterado consistentemente, sexenio tras sexenio, desde la creación misma de
Conacyt hace más de cuarenta años, aunque con las vacilaciones y cambios
frecuentes en el reglamento de su programa de becas de posgrado.
Ciertamente, como lo hemos
comentado aquí, los estudios de posgrado han tenido un crecimiento exponencial en
todo el mundo en las últimas dos o tres décadas, particularmente a nivel de
doctorado. México no ha sido la excepción, aunque en el caso nacional, como
también lo hemos apuntado, la base de la que partió era sumamente reducida (en
1990 la matrícula del doctorado era de poco más de mil alumnos, la estimación para
el ciclo escolar más reciente es de 31 mil).
No obstante, lo que sí llamó la
atención, con las reservas del caso, fue que a los pocos días de presentado el
PND en el 2013 y a raíz de la visita a México del presidente estadounidense
Barack Obama, se estableció lo que se denominó “Foro Bilateral sobre Educación
Superior, Innovación e Investigación” (Fobesii).
El Foro, en principio y como lo
comentamos en su oportunidad, desarrollaría iniciativas para una cooperación
educativa entre ambas naciones para darle cauce al programa estadounidense que
desde el 2012 intenta llevar a 100 mil jóvenes latinoamericanos a formarse en
las aulas de los Estados Unidos y que otros tantos jóvenes norteamericanos se
formen en los recintos universitarios de América Latina.
Sin embargo, posteriormente, por
la parte mexicana, pero en el marco del mismo Fobesii, se planteó la idea de
que más bien deberían ser 100 mil mexicanos estudiando en Estados Unidos y que
alrededor de 50 mil norteamericanos acudieran a las aulas en México (Proyecta 100,000 Hacia una región del
conocimiento). Una propuesta que incluía estancias cortas y no solamente
para estudios de posgrado; algo relativamente similar a lo emprendido por otras
naciones.
No obstante, en julio de este
año, cuando finalmente se conoció el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e
Innovación 2014-2018 (Peciti), el que establece las acciones a poner en marcha
en el periodo, no hizo mención alguna a la propuesta del Fobesii ni incluyó ningún
indicador al respecto. Aunque conservó el enunciado de incrementar
el número de becas de posgrado otorgadas por el Gobierno Federal.
En el
lapso de cuatro años, lo que le resta a las actuales administraciones de México
y Estados Unidos, muy difícilmente se podría alcanzar un número cercano a los
100 mil que se han mencionado como meta en el Fobesii. Implicaría, en el caso
nacional, nada menos, añadir alrededor de 20 mil nuevos estudiantes mexicanos
en el vecino país del norte cada año durante los siguientes cuatro años
(actualmente suman alrededor de un mil nuevas becas anuales).
Seguramente,
debido al trabajo de cooperación entre ambas naciones, la desagregación en
diferentes modalidades y la presión por los resultados, se podrá avanzar de
forma importante en los números de la formación de recursos humanos de alto
nivel, aunque, desde luego, sin llegar al volumen proyectado.
Pero
hay otros asuntos que deben advertirse en el mismo horizonte de los grados escolares.
Por un lado, la preocupación por incrementar las altas calificaciones de los
jóvenes en el posgrado parece ser un objetivo en sí mismo, con escasa relación
con lo que ocurre en el nivel de licenciatura y también con escasa
correspondencia con lo que les espera una vez que concluyan sus estudios de
alto nivel. Una debilidad y escasa coherencia longitudinal e intersectorial.
Por
otro lado, así como llegó tardíamente la preocupación y regulación para los
estudios de posgrado, tal parece que el procedimiento se repetirá ahora en el
eslabón siguiente: las estancias y los posdoctorados. Volveremos al tema.
(Publicado en Campus Milenio No.
582. Octubre 30, 2014, p.5)
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