Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 818. Septiembre 26, 2019. Pág. 5)
Los
reflectores en el sector científico y tecnológico una vez más, para no perder
la costumbre, están puestos en la confrontación desatada el pasado fin de
semana entre las autoridades del sector y Antonio Lazcano, un respetado y reconocido
científico. Sin embargo, poca atención pública ha merecido el tema del
financiamiento para el mismo sector y todavía menos la dramática disminución de
la cifra sobre gasto en investigación y desarrollo experimental (GIDE).
El detonante, las
posiciones y las circunstancias ya son de sobra conocidas en el reciente
conflicto con el científico Lazcano. Independientemente de cual sea el
desenlace, a estas alturas queda claro que las autoridades suman un nuevo error
en su actuación, porque ni las evidencias del caso, ni la sincronización de
acontecimientos y menos las formas son lo suyo.
Pero hay otro
asunto revelador. El 20 de septiembre la directora de Conacyt, Elena Álvarez
Buylla, publicó en la revista Science
una respuesta (“A new scientific agenda for Mexico”) a las apreciaciones
críticas sobre su gestión que el propio Antonio Lazcano había expresado en la
misma revista dos meses antes (“Quo Vadis, Mexican science?”. 26.07.2019). La publicación
apareció casi al mismo tiempo que la comunicación electrónica a Lazcano sobre su
remoción de la comisión dictaminadora del Sistema Nacional de Investigadores.
Una coincidencia que encendió los ánimos en las redes, aunque la posterior
aclaración oficial de Conacyt precisó que no tenían ninguna correlación.
Lo
significativo del caso es que en la respuesta de Álvarez Buylla en Science, el primer argumento para
disipar las preocupaciones sobre el rumbo del sector fue la mención sobre el
volumen de recursos asignados para este año. Por ejemplo, señaló que el
presupuesto total para ciencia, tecnología e innovación en 2019 fue de 77.3 mil
millones de pesos; el volumen más alto en los últimos siete años, dijo. Aunque
reconoció que Conacyt tuvo una reducción de 2.4 mil millones de pesos.
Las cifras corresponden
a los recursos fiscales previstos en el Presupuesto de Egresos de la Federación
y son correctas. Sin embargo, otra es la comparación y otro es el panorama si
se considera cómo se integra el presupuesto, los indicadores que incluye y el
detalle de los números.
La cantidad de
recursos destinados a ciencia y tecnología se integra de la siguiente forma: una
parte es la que gasta centralmente el Conacyt (ramo 38) que debiera ser la
parte mayoritaria; otra parte es la que destinan todas las secretarías de
Estado a esa misma actividad (diferentes ramos). La suma de ambas es lo que integra
el Gasto Federal en Ciencia y Tecnología (GFCTI).
En este año, como
es previsible, el total del gasto federal para el sector, en términos
corrientes (sin descontar el efecto de la inflación), es el más alto de los
últimos siete años. Sin embargo, en términos constantes (considerando el efecto
de la inflación) no se sostiene la misma afirmación y ni siquiera es más alto respecto
del 2018, como lo había prometido el presidente López Obrador. (En próxima
entrega veremos cómo se distribuye los recursos, así como las dependencias que
ganan y pierden)
La situación
del presupuesto para el organismo rector de las políticas científicas y
tecnológicas es todavía más notable, porque los 24.7 mil millones de pesos que
recibió este año es la menor cantidad que ha recibido en los últimos siete
años, no solamente en términos constantes, también en términos corrientes (en
2013 recibió 25.2 mil mmdp).
Otro rubro es
lo que se conoce como Gasto en Investigación y Desarrollo Experimental (GIDE), uno
de los indicadores más utilizado en las estadísticas internacionales porque
permite comparar la inversión (pública y privada) que destina cada país solamente
a la generación de nuevo conocimiento. La meta ha sido alcanzar una inversión
del uno por ciento del PIB en este rubro.
Lo que invierte México en el GIDE
no está incluido en la respuesta de Álvarez Buylla en Science, pero sí en el primer informe de gobierno de la actual
administración: “Para 2018 el PIB per cápita ascendía a 9,698
dólares americanos, valor muy bajo que contrasta con la estimación para 2019 de
0.31 por ciento del PIB se destina a investigación científica y desarrollo”
(pág. 300). Según la estimación del último informe de
Peña Nieto el GIDE para 2018 era 0.47 del PIB. ¿Cuál es el dato correcto?
Porque la disminución de un año para otro es sorprendente.
El párrafo del
reciente informe parece entrecortado y la redacción es rara, pero eso dice. Si
la cifra es verdadera, el nivel del GIDE como proporción del PIB sería casi similar
a la que tenía en el año 2000. Lo más extraño del caso es que el anexo
estadístico del informe de gobierno de la actual administración no incluye la
tabla con el indicador del GIDE a nivel nacional y menos la comparación
internacional. Una información que siempre estaba presente. ¿Qué ocurrió?
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