Las estimaciones
oficiales dicen que la matrícula total del posgrado en el ciclo escolar
2012-2013 sumaba 243 mil estudiantes. ¿Es una cifra modesta o más bien alta? Si
consideramos el lugar de la economía nacional, la población total, el volumen
del sistema educativo o los casi tres millones de jóvenes matriculados a nivel
licenciatura, sería el primer caso.
Sin embargo,
si advertimos que hace dos décadas apenas sumaban 46 mil los estudiantes
matriculados en el posgrado. De hecho, todavía en el año 2000 eran 129 mil; poquito
más de la mitad de los que ahora están inscritos. Entonces, quizás la actual
cifra de 243 mil ya no parece tan menor.
El nivel
escolar de la población se ha incrementado significativamente en las últimas
dos décadas: la población entre los 25 y 64 años pasó de 6 a 9.7 años de
estudio. Y se incrementará más. Después de todo, también en los últimos 20 años
pasamos de 6 a 12 años obligatorios de estudio (tres de secundaria en 1993 y
otros tres de preescolar en el 2002) y serán 15 años en el 2022, cuando entren
en vigor, plenamente, los tres años obligatorios de la educación media
superior.
La
obligatoriedad en la base del sistema educativo nacional y la ampliación
paulatina de los niveles subsecuentes han tenido impactos sucesivos hasta
llegar al último peldaño del sistema: el posgrado. Un fenómeno relativamente
reciente y espoleado por las economías basadas en el conocimiento que han
difundido la inescapable idea de la formación de alto nivel.
El problema en
México es que, como ha ocurrido con casi todos los niveles, se deja a la
inercia lo que no demanda una atención urgente. Solamente cuando parece estar controlado
lo elemental, se atiende a lo siguiente. Las iniciativas sobre el posgrado han sido
escasas, o bien, han sido poco consistentes y adoptadas al calor de los acontecimientos.
La medida más
relevante y permanente del Estado mexicano ha sido su programa de becas de
posgrado, prácticamente desde la creación de Conacyt. Ciertamente, y lo hemos
repetido en múltiples ocasiones, ha sido una política verdaderamente generosa
de formación de recursos humanos.
No obstante,
como también lo hemos subrayado, la política de becas no ha estado exenta de
dificultades: desorden en su base de datos histórica, modificaciones conforme
los recursos fiscales más que orientaciones estratégicas, medidas de ensayo y
error, o cambio de normas sin mayor explicación, entre otras.
La otra gran iniciativa
para el posgrado, precisamente cuando los programas de posgrado comenzaron a
proliferar y el tema de la evaluación comenzaba a instaurarse, fue la
integración de padrones nacionales con programas reconocidos, previa evaluación.
Primero, al comienzo de los años 90, fue el Padrón de Posgrados de Excelencia,
vigente hasta el 2001 y concentrado exclusivamente en los programas orientados
a la investigación.
Después, vino el actual Padrón
Nacional de Posgrado de Calidad (PNPC), el cual incluye no solamente programas
orientados a la investigación si no también a los profesionalizantes. Ambos
padrones han diferenciado el cúmulo de programas que han proliferado
recientemente (actualmente suman poco más de 7 mil y menos de la cuarta parte
están en el padrón).
Sin embargo, es probable que la
actual administración adopte otras iniciativas respecto al posgrado. El pasado
24 de julio Conacyt presentó dos reportes sobre este nivel. Uno es un “Estudio
sobre las repercusiones de una política pública del posgrado en México”, a
cargo de Lucía Bazán Levi del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social (CIESAS), pero cuyo objetivo está centrado mas bien en
“valorar el alcance del programa de becas y sus repercusiones en la sociedad y
los sectores productivos”.
El otro reporte se denomina
“Aporte de los recursos humanos altamente calificados a las capacidades locales
de innovación”, bajo la responsabilidad de Elvia Martínez Viveros del Centro de
Investigación en Geografía y Geomática Ing. Jorge L. Tamayo (Centro Geo), el
cual analiza fundamentalmente la distribución de los recursos humanos de “alto
nivel y su convergencia con capacidades locales de innovación”.
Los dos reportes apenas son
esbozos (poco creíbles sus datos sobre programas dentro y fuera del PNPC.
Boletín 55/13), todavía están en proceso. Pero podrían ser un insumo para la
elaboración del programa sectorial que deberá estar listo a más tardar en abril
del año próximo.
(Publicado en Campus Milenio No. 520. Agosto 1, 2013, p. 4)
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