Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio. No. 774.
Octubre 11, 2018. Pág. 4)
El más
reciente episodio sobre el proceso de entrega-recepción de los asuntos del Conacyt
fue un error y podría ser atribuido a la inexperiencia política y
administrativa de la próxima titular del organismo, María Elena Álvarez Buylla.
Sin embargo, también anticipa la oposición que enfrentará cualquier intento de
modificar las estructuras de funcionamiento del sector y tensiones no resueltas
en la conducción del organismo.
Los hechos son
relativamente conocidos. Al inicio de este mes comenzó a circular en redes
sociales un oficio, firmado por Álvarez Buylla y fechado el 24 de septiembre,
en el que solicitaba al actual director del organismo rector de la política
científica y tecnológica, Enrique Cabrero, la suspensión de “toda convocatoria
abierta dentro del Conacyt que pueda afectar y comprometer recursos
presupuestales para ejercicios 2019 y subsecuentes, y que haya sido emitida
después del 31 de julio”.
La información
rápidamente se expandió en las redes y los impulsos eléctricos llegaron a todos
aquellos que participan en los fondos concursables de Conacyt. Comenzaron a preguntar
e inquietarse los becarios de posgrado, los aspirantes a una cátedra del
organismo, también los investigadores nacionales y los que pensaban participar o
tienen en marcha una solicitud para proyectos de investigación de fondos
sectoriales o mixtos, entre muchos otros. El rechazo fue evidente.
Álvarez Buylla,
ante el curso de los acontecimientos, difundió el 2 de octubre, en las mismas
redes, una carta, ahora dirigida a la comunidad académica, para aclarar varios
puntos. En primer lugar, indicaba que había elementos que sugerían que el “oficio
se filtró desde dentro de Conacyt, sin que advirtamos ahora la pretensión de
dicho acto” y exhortaba al titular de la dependencia a realizar una
investigación y deslindar responsabilidades. Además, subrayó que había
solicitado suspender pero no cancelar las convocatorias. Lo reiteró en todos los
medios.
Por último,
Conacyt difundió el 3 de octubre un comunicado (74/18), sin la firma del
titular, para responder a las dos cartas e informar básicamente que había
celebrado más de 25 reuniones con el equipo de Álvarez-Buyllá (sic) y todas
habían sido armónicas y constructivas. Sin embargo, puntualizaba que no
suspendería ninguna convocatoria porque incurriría en faltas administrativas. Y
añadió que la difusión del oficio, supuestamente filtrado, estaba en el
supuesto del artículo 3 de la Ley federal de transparencia y acceso a la
información pública, pero que revisaría si el oficio fue dado a conocer por
personal de la dependencia.
Así las cosas.
¿Por qué fue un error de Álvarez Buylla? La preocupación porque los recursos
financieros de la siguiente administración quedaran atados es justificada. Sin
embargo, no solamente invocó, por escrito, erróneamente, una norma que no la
faculta para suspender nada (el artículo 61 de los Lineamientos generales para
la regulación de los procesos de entrega-recepción), también porque pudo dirimir
o precisar esa solicitud en las múltiples reuniones de los equipos de trabajo.
No lo hizo. Y el mismo error y la misma responsabilidad tiene el Conacyt. Así
que tal vez las reuniones de los equipos han sido ríspidas, más que “armónicas
y constructivas”.
La reacción
que generó la posibilidad de suspender las convocatorias de los principales
programas del Conacyt es una muestra de la resistencia que tendrá cualquier
giro en la conducción del organismo. En el ángulo de los dineros, son los
llamados programas tradicionales y representan la mayor proporción de su
presupuesto. Por ejemplo, el programa de becas tiene una participación relativa
de casi la tercera parte en el presupuesto del Conacyt; los Centros Públicos de
Investigación tienen otra tercera parte; un 13 por ciento va para el
presupuesto del Sistema Nacional de Investigadores y quedará muy poco si
sumamos la proporción de financiamiento para proyectos.
Añadamos que
el margen de maniobra presupuestal del Conacyt es limitado. Desde el año 2004,
con la creación de un rubro de gasto en el Presupuesto de Egresos de la Federación
(el ramo 38) el organismo ha intentado ampliar un control paulatino del gasto que
realizan las diferentes secretarías. No obstante, ha sido precisamente en esta
administración cuando su control ha disminuido: en el gasto federal de ciencia
y tecnología pasó de ejercer un 43 por ciento en 2012 a un 34 por ciento en
este año.
Otro asunto es
la continuidad de las políticas en el organismo. Desde 1999, con el cambio en
la normatividad del sector, quedaron establecidas las principales líneas que
habría de seguir. No se modificaron con la alternancia del 2000, tampoco con la
administración que inició en 2006 y ni siquiera cuando regresó de nueva cuenta
el PRI en 2012. A pesar de que en esta última gestión, al comienzo del periodo,
anunció grandes planes y un nuevo diseño institucional para el sector. Hoy
podemos constatar que las líneas siguieron igual.
¿Los planes
podrían ser diferentes en la próxima administración? Tal vez en el papel, pero
esperemos a conocer el Presupuesto de Egresos de la Federación para el año
siguiente.
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