Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 779.
Noviembre 15, 2018. Pág. 5)
No es un
hecho pero podría serlo en esta legislatura. Otra vez está la propuesta de modificar
la ley para intentar un presupuesto anual creciente, en términos reales, para
las actividades científicas y tecnológicas. Si fuera el caso, no se aplicaría
en el presupuesto que está por dictaminarse, aunque es probable que proceda en
el de 2020. Desafortunadamente, la propuesta solamente consiste en añadir un
párrafo a un artículo de la ley secundaria. Tal vez las cosas serían diferentes
si se pensara en una reforma constitucional.
La fracción
parlamentaria del próximo gobierno trae los números, anda con un ánimo
reformista exaltado y una agenda desbordada de problemas que demandan atención
prioritaria. De hecho, en el actual periodo de sesiones, el furor legislativo
ya se hizo notar en demasía en estos primeros dos meses y seguramente será
mayor en los siguientes. Así que tal vez convendría jerarquizar los temas y
pensar las iniciativas.
El
diagnóstico es más o menos reiterado: es urgente una mayor inversión en el sector
científico y tecnológico. No es el único elemento; tampoco es el que resolverá
automáticamente los inocultables problemas del sistema. Sin embargo, con un 0.5
por ciento respecto al PIB, el nivel actual de inversión, es muy difícil
expandir las capacidades en las entidades federativas, mejorar la
competitividad, aumentar la atención sobre los problemas nacionales o un mayor
inovolucramiento en el desarollo económico, por ejemplo.
La
preocupación sobre los recursos financieros no es reciente. En este mismo
espacio hemos dado cuenta, casi paso a paso, de las modificaciones a la Ley
General de Educación para destinar un determinado monto de inversión para el
sector (artículo 25 desde el año 2002) y de la Ley de Ciencia y Tecnología para
precisar que “el gasto nacional en este rubro no podrá ser menor al 1 por
ciento del producto interno bruto” (artículo 9 bis desde el año 2004). No
obstante, ha sido insuficiente. En todos estos años, además de que se incumplió
lo que dice la normatividad científica, ni siquiera se armonizó con lo que dice
la legislación educativa.
Ahora, en
la actual legislatura, la diputada María Marivel Solís
Barrera, integrante de Morena y presidenta de la comisión de ciencia y
tecnología, presentó en el pleno una nueva iniciativa para reformar el artículo
9 bis de la norma científica (Versión estenográfica 08.11.2018).
La iniciativa de la
diputada Solís es relativamente sencilla. Propone añadirle al actual artículo 9
bis lo siguiente: “En tanto no se alcance la meta del 1 por ciento del producto
interno bruto, el presupuesto federal en ciencia, tecnología e innovación
deberá registrar año con año un incremento sostenido real con respecto al del
año fiscal anterior” (Gaceta
Parlamentaria. 5138-III. 18.10.2018. 389).
La iniciativa
parece simple y más su carácter transitorio, pero tiene una implicación obvia e
importante: la principal responsabilidad del incremento en la inversión recaerá
en el gobierno federal, no en los gobiernos estatales, tampoco del sector
privado. Claro, ese fue el compromiso de Andrés Manuel López Obrador, en la
reunión que sostuvo con miembros de la comunidad académica el pasado 28 de
agosto. La misma iniciativa destaca ese hecho y aquí mismo lo comentamos la
semana pasada.
Ahora, una vez que
la propuesta está en comisiones, es altamente probable que sea dictaminada
favorablemente. La diputada Solís preside la comisión de ciencia y en ella su
fracción tiene mayoría (14 de 26 integrantes). En general, como entienden los
legisladores, lo que ocurre en comisiones, generalmente se replica en las
sesiones del pleno. Así que posiblemente salga rápido y luego siga el recorrido
para su aprobación.
El asunto es si la
iniciativa ingresada será suficiente para respaldar lo que tiene pensado el
próximo gobierno para el sector. Valdría la pena preguntarse si no convendría,
a la par, impulsar una reforma constitucional para darle cabida al papel que
podría jugar la ciencia y la tecnología en el desarrollo y bienestar nacional. Actualmente
no figura en la carta magna.
En mayo de 2012, dado
que normativamente sólo se menciona la libertad de investigación, el jurista
Diego Valadés hizo una propuesta de redacción para adicionar un párrafo al
artículo 25 de la Constitución, en el cual se precisa de forma clara y breve el
papel de la investigación, la innovación y la tecnología, así como las líneas
generales de apoyo que podría ofrecerle el Estado (Campus Milenio No. 462). No serían necesarias mayores especificaciones,
ni siquiera hablar de un monto determinado, tan solo reservarle una función. Nada
más.
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