Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 796. Marzo
28, 2019. Pág. 5)
Las
principales iniciativas hacia el sistema nacional de ciencia y tecnología,
todavía hasta mediados de los años noventa, se concentraban fundamentalmente en
ampliar e impulsar las capacidades del sector. Sin embargo, al final de esa
década y con el cambio de siglo, comenzó a formularse con mayor claridad, una cierta
exigencia hacia ese mismo sistema para que mostrara explícitamente una mayor
contribución para resolver los grandes problemas de la nación y para que sus resultados
fueran visibles. Lo había mostrado antes, pero a partir de esas fechas comenzarían
a formularse lineamientos para modificar la estructura de incentivos.
Desde entonces
se han ensayado distintos esquemas y se han planteado diferentes formas para
atender los imperativos e intentar orientar al sistema en su conjunto. En
general, a lo largo del periodo, los requerimientos han sido cambiantes, con
prioridades relativamente extensas, pero casi siempre efímeras y con resultados
poco alentadores.
En el programa
sectorial de Vicente Fox, se identificaron “áreas estratégicas de conocimiento”
y eran aquellas que podían impactar en diferentes áreas de la administración
pública y que presentaban una alta tasa de cambio científico y tecnológico. Entonces,
se plantearon cinco áreas estratégicas: información y comunicaciones;
biotecnología; materiales; diseño y procesos de manufactura; e infraestructura
y desarrollo urbano y rural.
Por supuesto,
se planteó que cualquier proyecto que contara con recursos públicos para su
realización, debía plantear una definición de área estratégica y de los
sectores de actividad económica que estarían implicados. También incluyó que
estaba en el interés del gobierno federal que las innovaciones realizadas en
tales áreas de conocimiento estarían, en lo posible, orientadas hacia la
población más vulnerable y con mayores carencias.
El sexenio
concluyó con resultados muy por debajo de las expectativas que generó. Tampoco
fue ninguna excepción el sector científico y tecnológico y sus áreas
estratégicas de conocimiento. Los indicadores que por primera vez se plantearon
en el programa a desarrollar, se mantuvieron con avances muy modestos o de
plano a la mitad de la tabla.
Después, en la
administración de Felipe Calderón, con los retrasos en la publicación de su
programa sectorial, las áreas científico-tecnológicas que serían prioritarias
casi se duplicaron. Quedaron las siguientes: biotecnología; medicina; energía;
medio ambiente; tecnologías industriales de fabricación; materiales;
nanotecnología; tecnologías de la información y las telecomunicaciones; y
matemáticas aplicadas y modelación. También, el sexenio concluyó y los
resultados no estuvieron a la vista.
En el periodo
de Enrique Peña Nieto, a los dos años de iniciado, cobró mayor fuerza la idea
de que los proyectos de investigación se dirigieran a atender los problemas
nacionales. Así que en su programa especial se planteó, entre otras acciones,
que los fondos sectoriales (los que se compartían con las diferentes
secretarías de Estado) se ocuparan de ofrecer solución a los problemas
nacionales.
Ahí se plantearon siete áreas de
investigación, otra vez, se mezclaban con las de periodos anteriores y se
incorporaban nuevas: biotecnología para la alimentación y la salud; cambio
climático; energía y desarrollo sustentable; movimientos y asentamientos
humanos; redes avanzadas de comunicación y tecnologías asociadas; salud y
enfermedades importantes; y seguridad ciudadana. Al final, el gobierno federal
informó que se apoyaron poco más de 600 proyectos y el monto fue de más un mil
millones de pesos. Así fue.
En esta administración, por los
plazos normativos, todavía no existe un programa sectorial, ni siquiera se
conoce el objetivo que formará parte del Plan Nacional de Desarrollo. No
obstante, la actual titular del Conacyt, María Elena Álvarez, ha adelantado que
uno de los cuatro ejes de la reestructuración en marcha del Conacyt será articular las capacidades científicas, tecnológicas y humanistas
del país.
Básicamente,
ha dicho Álvarez Buylla, antes de que se emitan las convocatorias para
proyectos de investigación correspondientes, se trata de articular esfuerzos de
colaboración en torno a Programas Nacionales Estratégicos. Esto es, al parecer,
se identificarán necesidades prioritarias críticas y se integrarán grupos para
atenderlas. Según lo que ha planteado la titular del organismo: “es un enfoque
de ir del problema a la articulación de capacidades y a la solución del
problema” (21.02.2019).
En fin, a
pesar de ya se han emitido las primeras convocatorias y firmado los primeros
convenios, todavía están en suspenso las características precisas que tendrá
este eje de reestructuración del organismo rector de las políticas científicas
y tecnológicas. Vale la pena revisar lo que ha ocurrido en el pasado.
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