viernes, 29 de septiembre de 2017

CDMX. La división de responsabilidades y el recuento de daños

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 724. Septiembre 28, 2017. Pág. 5)

En Ciudad de México, poco a poco conocemos los estragos que causó el sismo del pasado 19 de septiembre. Lo más lamentable es el fallecimiento de casi dos centenares de personas, otro número indeterminado de desaparecidas y la cantidad de seres que están lastimados, física o emocionalmente. El caso emblemático de la tragedia es el colegio privado Enrique Rébsamen: la muerte de 32 niños y cinco adultos, la atención mediática que ha tenido y, lo más importante, las responsabilidades que están por determinarse.

Un tema muy conocido es que los desastres naturales, como los daños provocados por huracanes o sismos, no son tan naturales como a primera vista parecen. No lo son porque intervenimos para provocarlos o porque negamos sus evidentes consecuencias. La asociación entre el calentamiento global y la fabricación de huracanes devastadores es un ejemplo.

El caso de los sismos es otro ejemplo. A la fecha, todavía no se ha desarrollado una técnica que permita predecir cuando ocurrirá un sismo. Sin embargo, como ha dicho el Servicio Sismológico Nacional de México, lo que sabemos con certeza es que habitamos un país en el que los temblores son constantes, por lo que debemos estar preparados y la prevención “es lo único que nos puede ayudar”.

A pesar de que hemos experimentado el peligro de habitar una zona sísmica, insistimos en ignorar las lecciones. Sí, especialmente a partir de 1985, cuando se contaron por miles los muertos y desaparecidos, comenzamos a tomar un poco más en serio los temblores y hasta diseñamos una alarma sísmica (NYT. Mexico Has Some Earthquake Lessons for the United States. 09.22.2017)

Por cierto, no deja de ser una inquietante ironía que el mismo día, 19 de septiembre, 32 años después y casi enseguida de un simulacro, volviéramos a experimentar la réplica de un sismo de grandes proporciones. Una lección de vida para aquellos que no han tomado con seriedad el protocolo de evacuación.

En estas últimas tres décadas, como lo indica la edificación del colegio Rébsamen y otros inmuebles seminuevos, lo más difícil ha sido cumplir con las normas de construcción que se emitieron a partir del sismo de 1985. Y para aquellos inmuebles anteriores a esa fecha, lo complicado ha sido reforzarlos de conformidad con esa regulación. Las causas pueden ser muy variadas, aunque, generalmente, a la base se encuentra, inevitablemente, corrupción, voracidad, indolencia y un laberinto normativo entre los diferentes niveles de gobierno.

Al comienzo de esta semana, el gobierno capitalino dijo que, según el Instituto para la Seguridad de las Construcciones de la Ciudad de México, se habían revisado casi 11 mil inmuebles. De ese total, más de 9 mil son seguros y 500 “son de alto riesgo”. Por lo que se deduce que, los restantes, deben tener algún daño estructural y estos últimos suman más de un millar.

Las autoridades, ni locales ni federales, han dado a conocer cuántas instituciones escolares tienen daño estructural. Sin embargo, ha sido ilustrativo lo que ha ocurrido con los planteles de básica y media superior. En el inicio de esta semana, cuando se reanudaron las actividades escolares, solamente lo hicieron 82 escuelas de educación básica (56 públicas y 26 privadas) y 21 escuelas públicas de media superior. Poco más de un centenar; muy pocos. Al día siguiente se sumaron otros 573 planteles y el volumen fue incrementándose al paso de los días.

En la Ciudad de México, para darnos una idea, existen poco más de 8 mil escuelas de educación básica (su matrícula es de más de 1.7 millones) y casi 700 escuelas de media superior (cerca de medio millón de alumnos). Es cierto que, de conformidad con el gobierno local, no se reiniciaron clases en media docena de delegaciones políticas porque ahí seguían trabajando las brigadas de ayuda.

Y de las delegaciones que sí reiniciaron, ¿por qué no abrieron todas las escuelas? El secretario Aurelio Nuño dijo, correctamente, que era porque debían recibir un dictamen especializado de que no tenían daño estructural. Pero lo que llama la atención es la división de responsabilidades de los diferentes niveles de gobierno (delegacional, local y federal) en materia educativa.

La Ciudad de México, como se sabe, es la única entidad en la que no se han descentralizado los servicios educativos, así que la provisión del servicio está bajo la responsabilidad del gobierno federal y, por tanto, también decidió, después de un peritaje, qué escuelas sí serían abiertas.

El problema, como lo muestra el Colegio Rébsamen y otras muchas escuelas, es que se reconocen como autoridades en materia de infraestructura educativa, tanto para planteles públicos como privados con autorización, el gobierno de la delegación, el titular capitalino y el gobierno federal (artículo 5 de la Ley general de la infraestructura física educativa). Una peculiaridad normativa de la Ciudad de México.

Entonces, es un sismo que deja al descubierto los escombros de viejos y nuevos problemas. Y lo importante será precisar quién es responsable de qué.

Ciencia y tecnología. Proyecto de gasto para cerrar la administración

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio edición digital No. 723. Septiembre 21, 2017. Pág. 5)

Una vez más, como ha ocurrido sistemáticamente desde el año 2004, queda registrado el incumplimiento de las últimas tres administraciones gubernamentales: no se hará lo que dice la ley en materia de financiamiento a la investigación científica y desarrollo tecnológico (artículo 9 Bis de la ley de ciencia y tecnología). No obstante, sí se modifica la participación relativa de Conacyt y de SEP en ese gasto.

En este periodo, desde el año 2015, cuando perdió impulso el incremento en el Presupuesto de egresos de la federación (Pef) y comenzaron los recortes, ya sabíamos que la actual administración, seguramente volvería a incumplir no solamente lo que marca la ley, sino también lo que suscribió en el Pacto por México y en su programa sectorial: alcanzar una inversión del uno por ciento respecto al PIB en investigación y desarrollo experimental (GIDE) para el año 2018.

Ahora, cuando el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, entregó al Congreso el paquete económico para el año próximo, también sabemos que el sector científico y tecnológico cerrará el ejercicio con una proporción de inversión, respecto al PIB, casi idéntica o inferior a la del inicio del periodo: en 2012 tenía 0.49 por ciento, en este año es de 0.50 y la cifra se repetirá para el año próximo o tal vez sea menor. Falta lo que digan los legisladores y lo más seguro es que no dirán nada.

No es fácil alcanzar lo que establece la ley en materia de financiamiento respecto al PIB; no lo es para alcanzar el uno por ciento para ciencia y tecnología. En el 2004, cuando se modificó la ley de ciencia, era el penúltimo año de Vicente Fox y el indicador pasó de 0.40 a 0.38 por ciento. En el sexenio de Felipe Calderón inició con 0.39 por ciento y al finalizar era de 0.49 por ciento. Y en el actual periodo, ya lo sabemos, no rebasaremos el 0.50 por ciento.

En cifras redondas, el presupuesto que plantea el gobierno federal para el año próximo en el sector científico y tecnológico es de 91 mil millones de pesos. Un incremento de apenas 5 por ciento de la cantidad aprobada para este año (86.4 mil millones de pesos). Sin embargo, si consideramos que el mismo gobierno federal, en sus criterios generales de política económica, calcula de forma optimista que la inflación para el año próximo será del 3 por ciento, resulta un incremento sumamente modesto.

Por otra parte, no olvidemos que el punto de quiebre fue en este año, cuando el gobierno federal redujo el presupuesto para ciencia y tecnología respecto del aprobado en el 2016. Un recorte de poco más de 7 mil millones de pesos en el presupuesto ejercido centralmente por Conacyt, lo que significó una disminución de 23 por ciento. Y sí, los diputados nada o casi nada dijeron.

Aquí nos ocupamos del asunto, en marzo pasado, cuando hizo crisis el tema de las becas para estudiantes de posgrado porque los apoyos no alcanzaban para todos los solicitantes. Después de las muestras de inconformidad de los jóvenes y de una protesta creciente, el organismo rector de las políticas científicas y tecnológica dio marcha atrás y autorizó becas para todos los solicitantes.

En realidad, si uno considera la distribución del presupuesto para ciencia y tecnología en el periodo de esa administración no deja de ser paradójico lo que ha ocurrido. Por una parte, recordemos que la creación del ramo 38, el dedicado al sector, se creó en el 2004 para darle mayor autonomía y capacidad presupuestal a Conacyt, respecto de otras secretarías que también gastan en actividades científicas y tecnológicas. Así que el presupuesto tendió a ampliarse y concentrarse en el organismo.

Por otra parte, si uno calcula la participación relativa de Conacyt en el total del gasto científico y tecnológico al comienzo de esta administración y la que tendrá para el final del periodo, resulta que más bien ha disminuido su participación. Así es, en el 2012 ejercía el 43.3 por ciento del total del gasto y para el 2018 ejercerá un 33.9 por ciento. Una disminución de casi 10 puntos porcentuales. Curioso, por decir lo menos.

Si Conacyt disminuyó su participacion relativa ¿quién la incrementó? El organismo concentra una tercera parte del total del gasto sectorial, pero otra tercera parte es de la Secretaría de Educación Pública (35 por ciento) y la parte restante se distribuye en una docena de secretarías. En proporciones menores Sagarpa (9.4 por ciento), Salud (7.4 por ciento), Energía, Economía y otras más.

Al comienzo del periodo, la participación relativa de SEP en el total de gasto científico y tecnológico era de 29.9 por ciento  y para el 2018 será de 34.7 por ciento. De hecho, esa proporción será ligeramente mayor que la controlada por Conacyt (33.9 por ciento). Una situacion inversa a la del inicio del sexenio. Y pues sí, es una paradoja: Conacyt se desectorizó de SEP para tener mayor autonomía y contar con un ramo de gasto propio, pero ahora resulta que ejerce un monto menor.

Claro, resta por conocer cómo fue que se produjeron estos cambios, de qué forma distribuye la SEP el presupuesto para actividades científicas y tecnológicas y cuáles rubros tuvieron el mayor incremento en este periodo.

¿La alfabetización avanza? El PEC y el rezago educativo

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 722. Septiembre 14, 2017. Pág. 5)

Los datos del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (Inea), a diciembre de 2016, dicen que en México suman 29.3 millones de personas en situacion de rezago educativo. De ese total: 4.2 millones no saben leer ni escribir; 9 millones no concluyeron la primaria; y 16.1 millones no terminaron la educación secundaria. El volumen representa alrededor de una tercera parte (32.8 por ciento) de la población mayor de 15 años en el país.

Por otro lado, el reciente Quinto informe de gobierno, en el apartado sobre reazago educativo sostiene: “De diciembre de 2012 a junio de 2016, 958,931 personas se alfabetizaron, 1,534,583 concluyeron la primaria y 2,621,148 personas concluyeron la secundaria. Desde su creación, enero de 2016, hasta junio de 2017, el PEC logró que 1,274,650 personas concluyeran la primaria (632,678) y secundaria (641,972)” (p. 315).

Lo evidente: no está informando sobre el avance registrado entre el año anterior y el actual, como suele ocurrir anualmente. Tampoco es el último informe, pero como si lo fuera. Los números se refieren a lo que va de la actual administración. Así que podemos tomarlos como un cierre preliminar de lo que será el mayor logro para abatir el rezago educativo.

Si sumamos los datos que reporta el informe resulta que, en total, 5 millones 114 mil 662 personas recibieron un certificado que les permitió abandonar las filas del rezago educativo en esta administración. Es decir, disminuyó el rezago en poco más de un millón de personas por año. Una cifra relevante, sobre todo si se considera que el Inea, en los 36 años de operación, ha certificado un promedio de 750 mil personas por año.

Aunque ya no es una novedad, lo relativamente sorprendente es que la disminución de cinco millones de personas en situación de rezago educativo, cifra reportada en el Informe, no coincide con las estimaciones anuales que el propio Inea ha venido publicando en su página electrónica. Según este último, la cifra sería menor. Por cierto, ahora, casi todas las páginas electrónicas de la administración pública están homogeneizadas, son mediáticas, tienen un mismo formato y están llenas de video e imagenes de las acciones que realizan. El problema es que resulta casi imposible encontrar información relevante. ¿Lo ha intentado? Haga la pueba.

Regresando a las cifras discordantes. Si consideramos las estimaciones del Inea, publicadas al cierre del 2012 y del 2016, el volumen del rezago educativo pasó de 32.3 a 29.3 millones de personas en el periodo, así que la disminución sería de 3 millones 39 mil 253 personas. Una cifra dos millones abajo de la que se indica en el Informe de gobierno para el mismo periodo.

La diferencia mayor no está en en el número de personas alfabetizadas. De hecho, son casi similares las que reporta el informe y las estimaciones previas del Inea: alrededor de 968 mil personas aprendieron a leer y escribir en lo que va de esta admisnitración. Sin embargo, no es el mismo caso para primaria y especialmente para secundaria.

Para educación secundaria, en el mismo periodo, las estimaciones del Inea situaban la reducción del rezago en poco más de 844 mil personas. Ahora el informe dice que más bien fueron 2.6 millones. Una variación de casi dos millones; muy importante. Ahí está la diferencia mayor

¿Se puso en marcha alguna iniciativa especial que justifique la disminución? Podría ser, el Inea, como en su momento lo vimos aquí, en febrero del año pasado anunció la creación del Programa Especial de Certificación (Pec). A través de este último, basado en el Modelo Edcuativo para la Vida y el Trabajo, se reconocerían saberes y conocimientos de las personas mayores de 15 años que no habían concluido su educación básica, con lo cual podrían acreditar y certificar la primaria y la secundaria.

La certificación a través del Pec incluye: primero, una autoevaluación; segundo, comprobar experiencia con constancias, pero cuentan los cursos de capacitación como beneficario de programas como Prospera, Seguro Popular o 65 y más; y tercero, se presenta una evaluación de conocimientos básicos.

Lo contradictorio es que las estimaciones del propio Inea, cuando ya estaba en operación el Pec, no consideraron variación alguna. También, según lo anotamos en el segundo párrafo de este texto, el mismo Informe dice que de enero de 2016, hasta junio de 2017, el Pec logró que 1.3 millones personas concluyeran la primaria y la secundaria (casi en cifras proporcionales). Entonces, ¿cómo se explica la variación de las cifras para la secundaria? Es un auténtico misterio.

El director del Inea, Mauricio López, el pasado 30 de junio, en un tuit escribió: “#PocosLoSabenPero la alianza @INEAmx @Prospera_Mx fue clave para que, más de 1 millón 800 mil personas superaran rezago educativo”. ¿Prospera? Bueno, tal vez. Pero no, las cifras no cuadran.

Y sí, todavía falta incluir las metas que se propusieron en el “Programa de Alfabetización y Abatimiento del Rezago Educativo 2014-2018”.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Quinto informe de gobierno. La cantidad de becas


Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 721. Septiembre 7, 2017. Pág. 5)

El programa de becas de posgrado es uno de los escasos logros sectoriales de la actual administración. El presidente Peña Nieto lo enfatizó en su mensaje con motivo de su más reciente Informe de gobierno. No es fortuito. Ciertamente, en el actual periodo gubernamental, el volumen de becas se ha incrementado. Sin embargo, las cifras no son exactas y, si las comparamos con el periodo anterior, el crecimiento representa menos de una tercera parte.

Las becas de posgrado a cargo de Conacyt, lo hemos dicho en múltiples ocasiones, ha posibilitado la formación de académicos de alto nivel y la consolidación de una todavía pequeña porción de científicos en México. En buena medida, ha ofrecido verdaderas oportunidades educativas para miles de personas que de otra forma no habrían tenido forma de ingresar a determinado tipo de estudios, tanto a nivel nacional como en el extranjero.

Es un programa de largo aliento, casi está por cumplir medio siglo de operación. Nada fácil. También ha sido sumamente generoso, financiado con recursos públicos en un país en el que el promedio de escolaridad de la población es de 9.1 grados (la secundaria completa) y solamente tres de cada diez jóvenes del grupo de edad están en las aulas universitarias.

Por supuesto, las becas no siempre se han dirigido a dónde debieran y la coordinación del programa no ha estado exenta de yerros, desorden y equívocos. La mayoría de las malas decisiones o la disminución en el número de becas están asociadas a la escasez de los recursos financieros. Por ejemplo, ¿usted recuerda cuando Conacyt propuso que la beca se otorgara solamente los meses del calendario escolar y se suspendiera en vacaciones? Así que la rectificación viene cuando la presión es demasiada y entonces el financiamiento se recupera o sale de otras partidas.

El conflicto más reciente, seguramente usted lo tiene presente, fue al comienzo de este año, cuando Conacyt anunció que el número de becas sería conforme el volumen otorgado el ciclo previo (Campus Milenio No. 698). El problema es que, respecto del año anterior,  algunos programas de posgrado habían aceptado un mayor número de alumnos. Al final, Conacyt rectificó y otorgó las becas necesarias.

Ahora, la promoción de las cifras de las cifras del Quinto informe de gobierno, destacaron: La actual administración ha incrementado de manera importante el número de becas para posgrado apoyadas por Conacyt: De 2012 a 2017 las becas vigentes apoyadas aumentaron 30 por ciento; Las becas y otros apoyos vigentes a junio de 2017 ascendieron a 62 mil 588” Además, dijo que el Reino Unido, Estados Unidos, España, Alemania, Francia, eran los principales destinos de los becarios (https://www.gob.mx/presidencia/articulos/5toinforme-mexico-con-educacion-de-calidad?idiom=es).

Sin embargo, en el mensaje que ofreció al día siguiente, con motivo de la entrega del informe, la cifra ya no fue la misma: “En apoyo a la ciencia, la tecnología y la innovación, las becas para posgrado han aumentado casi 35 por ciento en lo que va de la Administración, destacando el impulso de Conacyt al talento de nuestros investigadores y al desarrollo de capacidades científicas a nivel regional” (02.09.2017).

Independientemente de si la diferencia de cinco puntos porcentuales es o no significativa, lo que llama la antención es que en la misma institución y la misma fuente, las cifras no son las mismas. Nada más no coinciden. No es la primera vez.

Si uno revisa el anexo estadístico del mismo informe, ahí dice que en el 2012 se otorgaron 44 mil 833 becas y las estimadas para este año son 58 mil 619 becas. Así que si calculamos el porcentaje de incremento el resultado es: 30.7 por ciento. Además, si uno compara ese incremento con el de la administración anterior, resulta que en el sexenio pasado el volumen de becas pasó de 20 mil 111 a 44 mil 833. Esto es, las becas más que se duplicaron. Un incremento de 122 por ciento para ser exactos.

Además, este verano, previo al informe de gobierno, con motivo del reciente inicio del ciclo escolar, funcionarios de Conacyt, la institución responsable de la política sectorial y de las estadísticas correspondientes, convocaron a los medios para anunciar que estaban comprometidos a otorgar el número de becas necesarias (Comunicado 54/17. 14.08.2017). Sin embargo, las cifras que dieron tampoco coinciden con las anteriores.

Por ejemplo, señalaron que al concluir este año habría 63 mil 696 jóvenes becados y de ellos serian 25 mil 824 becarios nuevos.  Y pues sí, otra vez las cifras son diferentes de las indicadas en el mensaje de Peña Nieto y también de las anotadas en el anexo estadístico del informe de gobierno. Por lo menos la primera, porque la segunda no hay forma de corroborarla.

Entonces, ¿con cuál cifra nos quedaremos? Seguro nos convendría quedarnos con los números más altos y sería mejor. Pero, luego, ¿cómo le haremos para que cuadren los números? Bueno, total, ya veremos.

Transparencia en ciencia y tecnología. ¿Te lo firmo y te lo incumplo?


Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 720. Agosto 31, 2017. Pág. 6)

“Que los compromisos en proceso de cumplimiento se tiene previsto cumplirlos durante el actual periodo del Poder Ejecutivo Federal, mismo que concluye hasta el 30 de noviembre de 2018…”

El párrafo anterior fue la respuesta que dio, el año pasado, la Secretaría Técnica del Gabinete de la Oficina de la Presidencia de la República a la solicitud de información de un particular sobre los compromisos de la campaña electoral del 2012 del presidente Enrique Peña Nieto. La petición fue presentada en la Plataforma Nacional de Transparencia (http://consultas.ifai.org.mx).

La oficina gubernamental, en la respuesta que dio por escrito, enlistó los 266 compromisos y anotó, en cada uno, si estaba “en proceso” o ya lo había “cumplido”. En este último caso solamente aparecieron 91 compromisos. O sea que, en ese entonces, casi dos terceras partes de los compromisos estaban pendientes.

Es decir, hace un año todavía persistía la idea de que el ejecutivo federal podría cumplir el total de compromisos que firmó ante notario público. Hoy, el plazo está más acotado: a la administración le queda poco más de un año y debe rendir su penúltimo informe de gobierno. No, no se ve cómo podría cumplir algunos de los compromisos pendientes.

Actualmente, según el recuento de Erika Hernández en el periódico Reforma (27.08.2017: 8), el ejecutivo federal lleva el 60 por ciento de compromisos, así que le falta por cumplir más de un centenar. Una buena parte se refieren a infraestructura. Los de la Secretaría de Comunicaciones son los más numerosos, entre ellos el tren rápido México-Toluca, el tren eléctrico de Guadalajara, así como la terminal aeroportuaria de Puerto Vallarta. No son los únicos.

En los 266 compromisos, los referentes a asuntos educativos sumaron 17 y de estos últimos, según el mismo medio, una decena están todavía por cumplirse. Por ejemplo, por mencionar los más obvios, están: la construcción de preparatorias; la distribución de laptops para alumnos de escuelas públicas que cursan el quinto y sexto grado; y adecuar instalaciones de escuelas públicas y capacitar a los maestros para integrar a los niños con discapacidad al proceso de enseñanza – aprendizaje.

Es emblemático el caso de la iniciativa para distribuir laptops. Independientemente del impacto que pudiera o no tener la medida en el logro educativo de los niños, en el ciclo escolar 2012-2013, cuando se puso en marcha el programa, la población potencial estaba calculada en casi 13.5 millones niños, con datos de ese año, y solamente se distribuyeron 216 mil equipos.

En el informe de gobierno del año pasado, para los ciclos escolares 2013-2014 a 2015-2016,  se calculaba la distribución en poco más de 2 millones de equipos, en cifras redondas (pág. 308). En un cálculo simple, considerando el periodo que ya pasó, lo que resta de tiempo y las restricciones presupuestales, se advierte que será imposible cumplir ese compromiso en lo que resta de la actual administración.

En materia de ciencia y tecnología, el ejecutivo federal firmó ante notario solamente cuatro compromisos: la construcción y operación del Centro Nacional de Investigación y Certificación de Materiales Compuestos para la Industria Aeronáutica en Querétaro; el establecimiento de una agenda digital para democratizar el acceso a las TIC; la creación de red nacional de centros comunitarios de ecuación digital; y la creación de una fundación para la innovación con participación de la iniciativa privada.

Y no, tampoco se han cumplido o no como se habían previsto. Por ejemplo, al final del 2014, Conacyt anunció que la nueva institución, el Centro Nacional de Investigación y Certificación de Materiales, formaría parte de un proyecto integral denominado Centro Nacional de Tecnologías Aeronáuticas (Comunicado 64/14). A su vez, ese centro estaría coordinado por el Centro de Investigación y Desarrollo Industrial (CIDESI). El proyecto, según dijo el propio director de Conacyt, sería financiado por el gobierno federal. Pero no, a la fecha no se han registrado los avances. Más o menos lo mismo ocurrió con la fundación para la innovación.

En realidad, normativamente, no es exigible el cumplimiento de los compromisos que firmó el ahora ejecutivo federal. Básicamente porque cuando los firmó no era un gobernante, era un candidato en campaña que podía prometer e ilusionar. Un momento muy diferente a la hora del gobierno. Así que la actual administración bien puede cruzarse de brazos sobre lo que dijo que haría y no cumplirá. Sin embargo, así como fue una exitosa campaña mediática el “Te lo firmo y te lo cumplo”, también quedará registro de lo que incumplió y la sanción social será inevitable.
 
Un asunto diferente es el de los compromisos que se firmaron en el Pacto por México y la traducción que tuvieron después en el Plan Nacional de Desarrollo y en los programas sectoriales. Los avances, en el umbral del último año de gobierno, son los que mañana deberá presentar el ejecutivo federal y los que examinaremos en la próxima entrega.