Alejandro Canales
UNAM-IISUE
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 851. Mayo 28, 2020. Pág. 4)
El mayor reto para la
Administración Pública Federal (APF) es cómo dar resultados con una cuarta
parte del total de recursos financieros que tenían asignados para operar. En conjunto
son 316 instituciones: 35 por ciento de administración central, 60 por ciento
paraestatal y 5 por ciento empresas productivas del Estado. Al cierre del 2018,
el dato oficial más reciente, sumaban un millón 478 mil servidores públicos para
poner en marcha las acciones del gobierno federal.
Desde el 19 de marzo de este año,
cuando finalmente sesionó el Consejo de Salubridad General, comenzó la “Jornada
Nacional de Sana Distancia” (DOF.
24.03.2020) y la consecuente suspensión de actividades que involucraran
concentración física, tránsito y desplazamiento. La duración inicial del
confinamiento era hasta el 19 de abril.
El “quédate en casa” incluyó a
todos los sectores. El ordenamiento normativo precisó que, para el caso del
sector público, serían los titulares de las áreas de administración y finanzas
en cada entidad los que determinarían las funciones esenciales que deberían
garantizarse y tener continuidad en las oficinas públicas.
No hay información oficial de
cuántos funcionarios siguieron laborando, pero seguramente la mayoría se
quedaron en casa. Transcurrieron las semanas, llegó el 19 de abril y todavía ni
siquiera asomaba la expansión nacional de la epidemia (en esa fecha había 261
casos acumulados y 685 personas fallecidas). El periodo de la Jornada Nacional
de Sana Distancia se extendió al 30 de mayo.
En el ámbito del gobierno federal
comenzó la preocupación por la marcha de la economía, las actividades
esenciales de la burocracia y, lo peor, de dónde sacar los recursos para
enfrentar el Covid-19 sin endeudarse.
El presidente de la República,
López Obrador, emitió el decreto de austeridad, mediante el cual anunció 11
medidas de aplicación urgente para la administración central e incluyó a los
organismos descentralizados, órganos desconcentrados, empresas estatales y
fideicomisos públicos (DOF. 23.04.2020). Es decir, también estaban considerados
Conacyt y los Centros Públicos de Investigación.
La redacción jurídica del
documento fue ampliamente cuestionada. Una de las medidas más relevantes
indicaba: “No se ejercerá el 75 por ciento del presupuesto disponible de las
partidas de servicios generales y materiales y suministros”. Rubros que se
refieren a los capítulos 3000 y 2000 del gasto público, respectivamente. Además, extendía la suspensión de
labores de servidores públicos hasta el primero de agosto, ordenaba que la
mitad de oficinas debían permanecer cerradas y en artículo transitorio señalaba
que la vigencia del decreto sería hasta el 31 de diciembre de este año.
La ambigüedad jurídica del documento no permite saber
con exactitud el periodo de aplicación. Sin embargo, donde no hay duda es en el
recorte de recursos. Unas semanas después de emitido el decreto, la secretaria
de la Función Pública remitió un escrito a la Oficial Mayor de Hacienda (oficio
FP/100/274/2020) para verificar que las oficinas de la APF devuelvan el 75 por
ciento de los recursos. Este lunes 25 de mayo era la fecha límite.
Los cálculos sobre el volumen de recursos que están
implicados son muy variables, pero lo ocurrido el año pasado nos puede dar una
idea. En 20l9 el gasto de operación ejercido en todas las entidades
centralizadas, no sectorizadas y desconcentradas sumó 165 mil 465 millones de
pesos (alrededor de 13 mil 789 millones de pesos mensuales). Por cierto,
Educación y Gobernación tienen los montos más altos con el 29 por ciento del
total.
Una extrapolación de cifras para este año permitiría
suponer que ya se habían consumido poco más de 55 mil millones de pesos para
cuando se emitió el decreto de austeridad. Entonces, la parte que quedaría son
aproximadamente 110 mil millones de pesos y si de ese total las entidades
devolvieron el 75 por ciento, incluyendo lo “supuestamente comprometido”, lo
restante serán 27 mil 578 millones de pesos para operar. Una cuarta parte del presupuesto
originalmente asignado. ¿Será por todo el resto del año? No está claro, aunque es
probable.
En la actuales circunstancias los gastos de operación
son menores, porque la mayoría de instituciones de la APF tienen poco personal
o están cerradas. Sin embargo, no puede generalizarse un recorte de recursos y pensar
que nada ocurrirá, la operación (mantenimiento, combustibles, servicios
básicos) está comprometida e indudablemente las actividades posteriores serán
afectadas. Un “tiempo fuera” para la puesta en marcha de las políticas públicas
inevitablemente se mostrará en los resultados. Aunque sin recursos, ni plan, ni
programas sectoriales, no sabremos su dimensión. Solamente veremos el efecto en
el servicio público.