Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 834. Enero 23, 2020. Pág.
5)
Al comienzo las expectativas fueron
muchas: el centro de gravedad de la administración pública federal no estaría localizado
más en la capital de la República, se dispersaría a lo largo del territorio
nacional. Todo parecía indicar que el nuevo gobierno daría otro paso más para
afianzar la descentralización política, económica y administrativa. Pero, transcurrido
el primer año de gobierno, la realidad parece muy otra.
Seguramente usted lo recuerda, todavía
en la presentación pública del voluminoso “Proyecto de Nación 2018-2024”, en
noviembre de 2017, cuando las elecciones federales del año siguiente se veían
lejos, la idea de descentralizar las dependencias federales se miró con sorna y
desdén, como tantas otras de las estrategias que se incluyeron en ese
documento. En 2018, una vez celebradas las elecciones y conocido el resultado, las
estrategias del Proyecto cambiaron de estatus: pasaron a iniciativas con una
alta probabilidad de convertirse en hechos.
El diagnóstico planteado en el
documento “Proyecto de Nación” puntualizaba que el volumen de personal de la
administración pública federal sumaba 3 millones de personas, distribuidas en
18 secretarías y 299 entidades gubernamentales. Alrededor del 80 por ciento del
total de personal estaba concentrado en la Ciudad de México, destacaba.
La propuesta fue comenzar un
proceso de desconcentración de las oficinas del gobierno federal de la
megalópolis mexicana, conforme las características de cada sector y asegurando
que cada entidad contara con una dependencia. En estos términos, de forma
preliminar, planteó la distribución de 13 secretarías y otros 15 organismos en
ciudades capitales al norte, sur y centro de la República.
Por ejemplo: Secretaría de Salud
a Chilpancingo; Función Pública a Querétaro; Energía a Villahermosa; Turismo a
Cancún; Educación Púbica a Puebla. Organismos como la CFE a Tuxtla Gutiérrez;
el SAT a Mexicali; y Conacyt a la Paz, Baja California Sur.
Según el mismo documento, la
estimación preliminar de costos suponía una inversión promedio por dependencia
de 90 mil m2
a razón de 45 mil pesos el m2, incluyendo todo el proceso de traslado
(construcción, mobiliario, mudanza, etcétera). En total, planteó trasladar 31
dependencias, así que el costo total sumaba alrededor de 126 mil millones de
pesos; 21 mil millones por cada año del sexenio.
Todavía en las primeras semanas del
actual periodo de gobierno, la propuesta se mantenía, pero ya con cierta mesura.
Por ejemplo, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, precisó que
el traslado llevaría su tiempo, sería gradual; incluso, en agosto del año
pasado, dijo que en este 2020 apenas habría condiciones a partir de un plan con
participación de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, constructores y
desarrolladores de vivienda. Por lo pronto, trabajarían en oficinas del
Instituto Tecnológico de Puebla (MilenioDiario
12.08.2019).
En el mismo sentido, la directora
de Conacyt, Elena Álvarez Buylla, también habló de un traslado paulatino de
aquellas personas del organismo que estuvieran en condiciones de mudarse; incluso
añadió que se abriría una oficina en La Paz, como polo de coordinación, pero
conservaría instalaciones en la Ciudad de México. O sea: de momento sí pero no.
El gobierno federal, contrario a
la posición de delegar, desconcentrar y descentralizar, ha ejercido una mayor
centralización sobre las iniciativas y sobre el hilo de los recursos financieros.
Uno de los instrumentos más poderosos de la administración pública.
Por ejemplo, el ejecutivo
federal, en el campo de la salud, busca la adhesión de todos los gobernadores a
su plan para el sector a través del Instituto Nacional de Salud (Insabi). Los
mandatarios locales podrán obtener mayores recursos financieros para sus
sistemas de salud, siempre y cuando sea por medio de ese mecanismo.
En el ámbito educativo, no
solamente conservó la centralización de la nómina magisterial a través del Fondo
de Aportaciones de Nómina Educativa y Gasto Operativo (Fone), prácticamente el
único componente que persiste de la reforma de la administración anterior,
también estableció una interlocución directa con las dirigencias del gremio
magisterial para el impulso de su propia reforma.
Algo similar ocurrió en el
terreno científico y tecnológico, el año pasado se planteó la posibilidad de poner
en marcha los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces), bajo el control
del gobierno federal y, al mismo tiempo, disminuir o suprimir los fondos
mixtos, esos fondos concursables integrados con aportaciones del gobierno
federal, estatal y muncipal que desde hace mas de 15 años buscan incentivar el
sector y atender poblemas locales. Algunas organizaciones se opusieron.
En fin, el entramado normativo e
institucional es algo más complejo (veremos otros elementos en próxima
entrega), pero vale la pena notar que el gobierno federal, además de la
relación sin intermediación con los gobernados, ejerce una fuerza centrípeta en
el ánimo descentralziador.