Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
@canalesa99
(Publicado en la página electrónica del Suplemento Campus. https://suplementocampus.com/firmas-alejandrocanales-1-200820-863/)
La autoridad educativa ha dicho
que el próximo lunes 24 iniciará el ciclo escolar para educación básica y media
superior. También ha dicho que, por la pandemia en curso, la educación
presencial por ahora no es una opción, y no lo será hasta que Salubridad diga
lo contrario, así que el regreso a clases será fundamentalmente frente a pantallas
de televisores.
No será nada sencillo retornar a
clases por televisión frente al volumen de la población estudiantil. La
educación básica y media superior en México suman poco más de 30 millones de
alumnos, o sea alrededor de una cuarta parte de la población total. A la
cantidad, añadamos la complejidad del cambio en la duración, lugar y
condiciones para llevar a efecto eso que llamamos educación escolar. Porque,
efectivamente, las coordenadas de tiempo y espacio fueron otras para el cierre
del ciclo escolar anterior y otras más serán para el que está por comenzar.
La decisión de continuar la
actividad escolar a través de la televisión ha sido controvertida y se le han
enderezado muchos señalamientos críticos. Uno de los más elementales, punto y
aparte de los rasgos peculiares de la televisión mexicana, hace notar que
estamos intentando resolver un problema del siglo XXI con una tecnología del
siglo XX. Como es obvio, en la respuesta rápidamente aflora el insoslayable componente
de la desigualdad y la inveterada deuda de las políticas públicas: no todos los
hogares ni todas las personas tienen acceso en igual medida a las tecnologías
de la información y la comunicación (TIC).
Según la encuesta del año pasado
de Inegi, la televisión sigue siendo el dispositivo tecnológico más común en
los hogares mexicanos (92 por ciento y solamente 46 es televisión de paga).
Luego, con 75 por ciento, le sigue el teléfono celular en la población mayor de
seis años. En cambio, poco menos de la mitad tiene computadora en el hogar (44
por ciento) y levemente por arriba de la mitad tienen conexión a Internet (56
por ciento).
La opción sería echar mano de
tecnologías y dispositivos más potentes para las clases, como conexión, computadoras
y plataformas digitales. La alternativa tendría que ser homogeneizar hacia arriba y garantizar dispositivos
y acceso a las TIC de la población que está al margen. Por supuesto, no es
suficiente con las buenas intenciones, menos improvisar, pero una estrategia
bien pensada y una fuerte erogación de dinero público para estos fines seguramente
tendría un respaldo mayoritario. Lamentablemente está claro que ese no será el
camino.
No es difícil anticipar que los sectores
más desfavorecidos y hogares con niños y adolescentes enfrentan las mayores
dificultades. De hecho, los datos así lo muestran. El secretario de Educación
Pública expresó la semana pasada que la estrategia “Aprende en casa” ensayada
en el ciclo escolar anterior había tenido 71 por ciento de aceptación (Boletín
SEP 220).
La fuente del dato que indicó el
secretario es la “Encuesta de seguimiento de los efectos del Covid-19 en el
bienestar de las niñas, niños y adolescentes”, realizada a una muestra
representativa (1,680 personas por selección de números telefónicos
aleatorios), llevada a cabo por el Instituto de Investigaciones para el
Desarrollo con Equidad (Equide) de la Ibero, Unicef México y la OEI. Pero esa
misma encuesta destaca que el 62 por ciento de las personas que trabajan en
hogares con niños y adolescentes están en el sector informal y una de sus
conclusiones es que “las medidas
implementadas por el gobierno federal son limitadas y no están focalizadas a
los hogares que más están sufriendo”.
En fin, sea procurar condiciones
materiales, computadoras, Internet, plataformas digitales, o la televisión
misma, apenas constituyen la línea base de la cual partir, lo más elemental,
porque está demostrado que los dispositivos tecnológicos por sí mismos no garantizan
nada. Falta la calidad de los materiales educativos, la mediación de los
profesores y, en la actual contingencia, la importante intervención de la
familia.
En medio de la pandemia, en
México y en todo el mundo, se han seguido los lineamientos generales de la
autoridad educativa para continuar los ciclos escolares, pero dado que cambió
el tiempo y el espacio de la actividad escolar, también ha dado margen para
formular diferentes propuestas a nivel micro que permitan sortear la
contingencia y obtener el mayor provecho educativo.
Hasta ahora lo único claro es que
la televisión ocupará el lugar central, los contenidos educativos se
transmitirán por ese medio, aunque el escenario y la responsabilidad se
traslada a los hogares. En este contexto, cobra mayor importancia la
disposición y acceso a herramientas educativas en los hogares para complementar
las actividades escolares.
En educación primaria, una buena
opción para la ciencia es el material producido por un colectivo de profesores
españoles: “Experimentos para los días de cole a distancia. Experimentos y
aprende en casa” (teachersforfuturespain.org/experimentos). Libros bajo la
coordinación de Camilo Ruiz Méndez, elaborados por profesores en formación de
educación primaria (2do grado) de la Universidad de Salamanca y están a disposición
pública. El material es para los seis grados de primaria, contiene experimentos
para cada grado y cada uno con un respectiva ficha técnica, instrucciones y el
video correspondiente. Interesante.
En fin, las clases a cuadro serán
inevitables, pero se pueden complementar con otras estrategias. Lo lamentable
es que no todos los niños y adolescentes tendrán la misma oportunidad.