Al parecer,
una vez ocupada la primera posición de la agenda por la eventual nueva
Secretaría de Ciencia y Tecnología, en segundo lugar aparecen los recursos
financieros. Y todo parece indicar que el terreno de disputa estará localizado en
las normas y su aplicación.
La semana
anterior, la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico
informó a través de desplegado público en diferentes medios, lo que desde hace
algún tiempo se había previsto como una opción: inconformarse por la vía legal
respecto al financiamiento que reciben las actividades científicas y tecnológicas.
El Foro
informa que presentó una denuncia administrativa “ante la Secretaría de la
Función Pública, contra quien resulte responsable, por el incumplimiento de la
asignación del 1 por ciento del producto interno bruto a la investigación
científica y el desarrollo tecnológico”.
La principal
finalidad del Foro, creado en 1999 y reformado en el 2002, es servir como un órgano de consulta en
materia de ciencia y tecnología, tanto para el ejecutivo federal como para las
principales instancias de toma de decisión del sector. Pero la ley también le
reserva funciones para promover la expresión de la comunidad científica,
académica, tecnológica y del sector productivo. Por la misma razón, ha servido
para canalizar demandas y posiciones sobre diferentes iniciativas, como ahora
para el financiamiento.
La
composición del Foro es relativamente plural. Según lo establece la ley, su
mesa directiva se debe integrar por 20 miembros: tres representantes de
investigadores de igual número de áreas de conocimiento y otros 17 provenientes
de diferentes organizaciones. Tales como las academias Mexicana de Ciencias,
Ingeniería, Medicina; de instituciones como la UNAM, el IPN, el Cinvestav, los
Centros Públicos de Investigación; y de asociaciones como Anuies, Canacintra,
Coparmex o el Consejo Nacional Agropecuario. Por cierto, ninguna de estas
cuatro últimas asociaciones firmaron el desplegado de denuncia.
Llama la
atención que la inconformidad del Foro sobre los recursos fuera canalizada a
una instancia como la Secretaría de la Función Pública. Esta última, creada en
la administración de Vicente Fox, reemplazó a la entonces denominada Secretaría
de la Contraloría, y se encarga esencialmente de fiscalizar a los funcionarios
públicos federales, lo mismo que realizar auditorias sobre el gasto de recursos
federales, entre otras funciones.
La denuncia
interpuesta seguramente tendrá una respuesta, pero es de llamar la atención
porque no se trata de cómo un funcionario distribuye los recursos una vez
asignados, sino del volumen total que se destina al sector y en tal caso los
principales responsables son los diputados, pues son ellos quienes diseñan y
aprueban el Presupuesto de Egresos de la Federación.
Más aún, los
legisladores son quienes reformaron la ley. Primero, en el 2002 el artículo 25
de la ley general de educación, para establecer que el
gasto en educación pública no debe ser menor al 8 por ciento del PIB y de ese
total destinar el 1 por ciento para ciencia y tecnología. Luego en el 2004, con el artículo 9 bis de la ley de ciencia y
tecnología, para ponerlo en correspondencia con la legislación educativa e
indicar que el gasto nacional en este rubro no podrá ser menor
al 1 por ciento del producto interno bruto del país.
Sin
embargo, como lo hemos hecho notar en múltiples ocasiones, la legislación
educativa se refiere a gasto público, mientras que la normativa científica
señala gasto nacional (público y privado) y establece la salvedad de que el
gobierno federal y estatal concurrirán al financiamiento, pero “con sujeción a
las disposiciones de ingresos y gasto público correspondientes que resulten
aplicables”. Es decir, si no hay recursos financieros, imposible cumplir lo que
dice la ley.
Quizás,
como lo había propuesto Diego Valadés en enero de este año, en el encuentro
promovido por la Academia Mexicana de Ciencias, y como lo reiteró en estas
mismas páginas la semana pasada (Campus
Milenio No. 462), se necesita una reforma constitucional para hacer valer
el nivel de financiamiento previsto en las leyes secundarias.
El
jurista sugiere añadir un párrafo al artículo 25 constitucional, en el que se
establezca la prioridad de la investigación y el desarrollo técnico, lo mismo
que su apoyo y financiamiento directo.
(Publicado en Campus Milenio No. 463. Mayo 24, 2012)