En las dos semanas anteriores, la
Comisión de Desafíos del Futuro del Senado chileno se reunió con diferentes
representantes de la comunidad académica de ese país. Uno de sus acuerdos ha
sido solicitar al presidente de Chile, Sebastián Piñera, la creación de un Ministerio
de Ciencia, Tecnología y Desarrollo.
Al igual que en el caso de
México, la idea no es reciente y proviene principalmente de organizaciones
académicas. La propuesta de crear una nueva institucionalidad para impulsar el
desarrollo científico y tecnológico en Chile tiene antecedentes en el año 2000,
cuando la Academia Chilena de Ciencias (ACC) en uno de sus estudios (Ciencia, Tecnología e
Innovación Programas y Políticas en Chile) ya consideraba inoperante
la institucionalidad del sector y proponía su renovación para diseñar
estrategias y políticas nacionales para conducir su sistema.
A mediados de la
década pasada, en otro estudio (“Análisis y Proyecciones de la Ciencia
Chilena-2005”) y particularmente por la creación de un proyecto de ley que
creaba un fondo competitivo (Fondo de Innovación), para el cual no le
solicitaron parecer a la ACC, manifestó su inconformidad y preocupación porque
en su opinión era el principio para crear políticas de largo plazo. La
organización de académicos fijó su posición al destacar que la ciencia no se
agotaba en la innovación y planteó que “la institucionalidad debe también
hacerse cargo del indispensable desarrollo de la ciencia básica y de la
formación de investigadores en las universidades e institutos de investigación
(p. 413).
Una de las
recomendaciones del documento de la ACC del 2005 fue la modernización de las
instituciones o mecanismos del Estado de apoyo a la investigación. Aunque, en
realidad, no planteó la creación de un nuevo Ministerio para el sector.
Básicamente proponía que la renovación de la institucionalidad debía cumplir
con asesorar al Presidente de la República y a los poderes del Estado en
materia de ciencia y tecnología, así como asegurar la representatividad de los
actores, la cual también era deseable “para un Consejo de CONICYT, que debiera ser restituido para el gobierno
de esa institución” (p.415).
Las siglas CONICYT se refieren a la Comisión Nacional de Investigación
Científica y Tecnológica del gobierno chileno, un organismo equivalente al
CONACYT de México y casi fundado al mismo tiempo. La Comisión fue creada al
final de los años sesenta, como organismo asesor en la materia del Presidente y
dependiente del Ministerio de Educación –Conacyt se creó en diciembre de 1970 e
inicialmente estuvo sectorizado a la ya desaparecida Secretaría de Programación
y Presupuesto, después a la de Educación y ahora, aunque tiene un ramo de gasto
propio, conserva sus mayores vínculos con el sector educativo.
Los antecedentes de la ACC sobre la necesidad de una nueva
institucionalidad fueron la base para la actual propuesta de crear un nuevo
Ministerio. De hecho, en la reunión del pasado 16 de abril, la que sostuvieron
los representantes de la Academia con la comisión de Senadores, presentaron
casi los mismos argumentos que en su documento del 2005, sólo que en esta
ocasión expresaron claramente la idea de crear el Ministerio de Ciencia,
Tecnología y Desarrollo.
En la declaración pública de la ACC sobre su propuesta (se puede
consultar en la página electrónica del Senado chileno) señalan, casi como en el
caso de México, que la institucionalidad del sector es “extremadamente frágil,
dispersa y en gran medida está obsoleta”. Tal situación, argumentan, han
impedido el diseño de políticas nacionales y la existencia de una verdadera política
de Estado en el sector, como la que han logrado otros países.
En la perspectiva de la
organización académica, una política de Estado solamente se podrá lograr si se
crea la figura de Ministro para ciencia y tecnología, como el que existe para
Cultura, Educación, Medio Ambiente y otros sectores.
(Publicado en Campus Milenio. No. 459. Abril 26, 2012)