Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 711. Junio
29, 2017. Pág. 5)
Es posible que la iniciativa no sea
aprobada en esta legislatura, su efecto en las cuentas finales de esta
administración tampoco sería mayormente notable y quizás su puesta en marcha se
demore más de lo previsto. Sin embargo, cuando sea el caso, tal vez su impacto será
decisivo en el gasto nacional en actividades científicas y desarrollo
tecnológico.
La propuesta es del senador priista
Patricio Martínez, presidente de la comisión de ciencia y tecnología del
Senado. El proyecto es modificar algunos artículos de la “ley de adquisiciones,
arrendamientos y servicios del sector público” para regular las compras públicas,
orientarlas e incentivar la innovación desde el lado de la demanda.
La iniciativa del senador Martínez,
mencionando un estudio del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, dice que
diferentes países de la OCDE, para estimular la innovación, utilizan las
contrataciones públicas, la regulación, las iniciativas dirigidas por el
mercado y las políticas de consumo, entre otras. El mismo Foro cita la
propuesta del legislador en su boletín (No. 313. 20.06.2017).
En general, como ocurre en diferentes
países, se asume que las compras públicas, principalmente si son de cierta
naturaleza y de un volumen importante, tendrán un efecto en la inversión
científica y fomentarán la innovación. La Comisión Europea define las Compras
Públicas Innovadoras (CPI o Public
Procurement of Innovative solutions, PPI), como aquellas que ocurren cuando
el sector público utiliza su poder de compra para actuar como primer
contratante (early adopter) de soluciones innovadoras que todavía no están
disponibles a gran escala sobre bases comerciales (ec.europa.eu).
Además, dice la misma Comisión, las CPI
pueden ser complementarias a la compra precomercial, puesto que permite un
despliegue a gran escala de soluciones que se desarrollaron en escala reducida en
una compra precomercial previa. Por tanto, es también una aproximación a la
contratación pública de servicios de investigación y desarrollo experimental.
La propuesta de decreto del senador
Martínez plantea que las dependencias y entidades del sector público en México
debieran contar con una adecuada “planeación, programación y presupuestación de
las contrataciones públicas y en especial de aquellas que representan una
innovación o que cuentan con avances tecnológicos que representen una
eficiente, eficaz, transparente y económica forma de ejercer el gasto público”
(Gaceta LXIII/2SPR-15/72240. 21.06.2017).
En particular, el proyecto implica
modificar los artículos 20, 22 y 41 de la ley de adquisiciones, arrendamientos
y servicios del sector público. Por ejemplo, en el segundo párrafo de la
primera fracción del artículo 20 propone identificar las necesidades a
satisfacer a través de bienes y servicios con avances tecnológicos e
innovadores, así como destinar “al menos diez por ciento del total de recursos
a erogar durante el ejercicio fiscal”.
Los recursos, dice la iniciativa, los
determinaría “el comité de adquisiciones, arrendamientos y servicios,
considerando también las propuestas que le haga llegar cualquier persona física
o moral”. Además, en el artículo 22, primera fracción, establece que tales comités
verificarán que, anualmente, el programa incorpore las contrataciones
innovadoras, en el porcentaje que corresponda.
Finalmente, conforme las modificaciones al
artículo 41, se precisan las contrataciones, arrendamientos o servicios que no
estarán sujetos a licitación pública, como en el caso de que sean innovadores,
cuando cuenten con avances tecnológicos incorporados, o bien, cuando el comité
correspondiente determine que se requieren realizar pruebas o pasar a la
contratación directamente, si no son necesarias las pruebas.
En realidad las Compras Públicas
Innovadoras no serían estrictamente una novedad. Desde fines del 2014, el
gobierno federal, a través de la Secretaría de Economía, ha expresado su
intención de probarlas como proyecto piloto. Primero lo hizo en el sector
energético, con la CFE y Pemex. Aunque, si lo hizo, no se saben cuáles fueron
los resultados.
Más recientemente, en abril de este año, la
propia Secretaría de Economía, junto con la Profeco y la Semarnat, anunciaron que lanzarían el mismo
proyeto piloto a nivel nacional. El propósito, dijeron en ese momento, era
conocer las necesidades de compra pública y “alinear
a los jugadores más importantes del Gobierno de la República en el contexto de
innovación” (Comunicado SE. 058 / 2017).
En fin, si se modifica la ley, lo cual seguramente
no sería en esta legislatura, la novedad estará en el porcentaje de recursos
financieros que serían canalizados por este mecanismo, el papel de los comités
de adquisiciones y, al final, su probable efecto en el gasto científico y
tecnológico.
No obstante, nada indica que la reforma del senador
Martínez se convierta en un hecho en el corto plazo y menos que se aplique como
está previsto. De regulaciones está empedrado el camino de nuestras instituciones...
y no funcionan.