jueves, 14 de noviembre de 2019

¿Y los (otros) datos oficiales?


Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 825. Noviembre 14, 2019.Pág. 5)

“Todo el presupuesto se lo llevaban para el sector privado y no se destinaba presupuesto para investigación a universidades públicas; todo era subsidio para el sector privado, no se hacía investigación”, dijo el presidente López Obrador la semana pasada. La afirmación fue pronunciada en su conferencia de prensa del 7 de noviembre.

Sí, en ese ejercicio de comunicación cotidiano que se autoimpuso el presidente, con alta resonancia pública porque marca la agenda política y estructura los comportamientos de apologistas y detractores. Lo inquietante del caso es que las aseveraciones y contenidos, con relativa frecuencia, están sustituyendo la precisión y la rigurosidad de los reportes por escrito o los informes documentados.

No es la primera vez que el tema de la transferencia de recursos públicos hacia el sector privado sale a relucir. El señalamiento crítico sobre la administración anterior ha sido reiterado desde enero de este año, tanto en las conferencias presidenciales como en las comunicaciones del sector científico y tecnológico. Aquí mismo lo hemos mencionado en su oportunidad una y otra vez, pero todavía hoy no está claro la dimensión de esas transferencias y, principalmente, si fueron irregulares.

Ahora, el tema escala todavía más, porque el presidente López Obrador atribuye un retroceso del sistema científico y tecnológico a las transferencias realizadas. O sea que no solamente pudo ser algo indebido, también es el origen de un deficiente desempeño del sistema. Nada menos.

Veamos con mayor detalle qué y cómo lo dijo el presidente. A diferencia de otras ocasiones, la pregunta en la conferencia de prensa no fue sobre las transferencias de recursos públicos al sector privado, ni siquiera acerca de lo que ocurre en el Conacyt, el cuestionamiento se dirigió a los problemas que podrían derivarse del paso del programa “Seguro Popular” a lo que ahora ofrecerá el seguro del bienestar (Instituto de Salud para el Bienestar, Insabi).

El ejecutivo federal, pausadamente, explicó los componentes del nuevo programa, para reafirmar que todo seguiría de la misma forma. Rectificó: “pero sin corrupción y todo será mejor”. Añadió que salud recibirá 40 mil millones de pesos adicionales porque el propósito último es “tener un sistema de salud como el que tienen en Canadá o Dinamarca”.

Enseguida, el presidente, preguntándose a sí mismo dijo: “¿Saben qué pasó con esto del Seguro Popular?” Y se respondió: “creció más el número de trabajadores administrativos que el número de médicos; una desproporción completa”. Eso se está atendiendo, añadió. Explicó: hay entre seis mil y ocho mil administrativos más, pero hay carencia de médicos.

Los datos son alarmantes, no hay duda. Sin embargo, ¿las cifras son precisas? Es difícil saberlo porque los datos oficiales no están públicamente disponibles; tampoco lo estuvieron cuando Germán Martínez renunció en mayo pasado a su posición de director general del IMSS.

El presidente considera que el desconcierto y la inconformidad en el sector salud se debe a la solución y ajuste que su administración está realizando. Y equiparando la situación continuó: “es lo que pasa como en otras cosas. Es lo que pasa en el Conacyt. El presupuesto se lo llevaban para el sector privado. Incluso se bajó de nivel en los últimos años, en vez de avanzar en materia de ciencia y tecnología, retrocedimos (y eso fue) por la corrupción. Por eso, la campaña en contra de la directora del Conacyt”.

Tal vez los encuentros matutinos no sean el mejor lugar para revisar el detalle de los datos, pero ¿la información sobre transferencias y desempeño es exacta y públicamente disponible? Las únicas cifras que se conocen son las del primer informe de gobierno. Ahí se anota que el sector privado, en el sexenio anterior, solamente contribuyó con el 19 por ciento del Gasto en Investigación y Desarollo Experimental (GIDE) y, en cambio, en el mismo periodo recibió alrededor del 50 por ciento de los recursos de los fideicomisos (35 mmdp) del Conacyt (pág. 300).

Ciertamente, los fideicomisos han sido una forma de desaparecer el dinero público, como lo ha documentado Fundar, pero si fue el caso en el Conacyt, debería procederse legalmente y la información debería ser completa, pulcra y transparente. No lo es. Los datos son del mismo periodo, pero no son comparables los rubros, tampoco las cifras absolutas y relativas. Una cosa es el GIDE, otra son los fideicomisos. En otra oportunidad veremos el detalle las cifras.

El mismo primer informe de gobierno tampoco muestra un retroceso en materia de ciencia y tecnología. Ninguno de los indicadores (becas, investigadores, proyectos, personal, gasto, convenios) refleja una disminución en el periodo. Sin embargo, sí hay una excepción: el GIDE como proporción del PIB, pasó de 0.47 en 2018 a 0.31 en este año. Nótese que no es el periodo, es de un año a otro. Raro e incompleto.

En 2018 no se publicó el informe del sector y en este año todavía no aparece. Pues sí, necesitamos los otros datos oficiales.

Pie de página: Este viernes habrá punto final en las cifras del Presupuesto de Egresos de la Federación para el año 2020, ahí se reflejará el margen de maniobra de los diputados.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Ciencia y tecnología: el poder legislativo

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 824. Noviembre 7, 2019. Pág. 4)

La responsabilidad nacional sobre las políticas científicas y tecnológicas, según lo establece el marco normativo vigente, la tiene el Consejo General de Investigación Científica, Desarrollo Tecnológico e Innovación (CGICDTI). Sin embargo, no es nada menor el papel reservado para los legisladores y su probable influencia en las decisiones.

Hasta ahora, el Consejo General es el máximo órgano de política y coordinación del sector, presidido por el ejecutivo federal y en el que participan secretarios de Estado, representantes del sector académico, social y productivo.

A su vez, el Consejo General tiene una secretaría ejecutiva que es asumida por quien ocupa la titularidad del Conacyt, así que este último ejecuta y se encarga de implementar lo que decide el primero. Algunas decisiones incluyen el diseño del programa sectorial, el anteproyecto de presupuesto consolidado o los informes periódicos.

Esto es, el gobierno federal tiene la principal responsabilidad en el diseño y puesta en marcha de la política científica y tecnológica. Sin embargo, no es el único. Además de los representantes de instituciones académicas, sociales y productivas que participan en el Consejo General, el Congreso de la Unión también tiene una responsabilidad.

La Cámara de Diputados es el poder que aprueba o no el Plan Nacional de Desarrollo (PND). Sí, ese documento que en el primer año de cada sexenio debe precisar los objetivos nacionales, las estrategias y las prioridades del desarrollo, tanto como la previsión de recursos y las responsabilidades para su ejecución.

¿Usted recuerda el PND publicado el pasado mes de julio? Es el documento de planeación de carácter histórico porque “marcará el fin de los planes neoliberales” y un deslinde del “lenguaje oscuro y tecnocrático”, se anotó. Ahí también quedó registrado que el desarrollo económico alcanzará una tasa de crecimiento para el final del sexenio de 6 por ciento, como también el anuncio de que promovería la investigación científica y tecnológica. Pero, ciertamente, no incluyó propiamente objetivos, ni indicadores, menos programación de metas.

El PND, ese documento que aprobaron los diputados, también formó parte del desencuentro que llevó a la renuncia de Carlos Urzúa, el primer secretario de Hacienda de esta administración, porque, dijo el ahora exfuncionario “no se puede escribir a vuela pluma un Plan Nacional de Desarrollo” y, en su opinión, lo que ahora tenemos no es un plan.

Los diputados tienen atribución para verificar que el PND incluya los fines contenidos en la Constitución e incluso regresar el documento al ejecutivo federal para que realice las adecuaciones y lo presente de nueva cuenta (tercer párrafo del artículo 21 de la Ley de Planeación).

Los legisladores son los primeros responsables del diseño o modificaciones al marco normativo de la educación y la ciencia y la tecnología. El caso más reciente es la reforma del artículo 3º constitucional y la promulgación de las correspondientes leyes reglamentarias. Nada más.

Además, no menos importante, son los diputados los que, año con año, ratifican o no el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación que les remite ejecutivo federal. Las decisiones que toman los diputados sobre el volumen y la distribución de los recursos públicos, marca el derrotero de miles de programas y de millones de beneficiarios. Por cierto, al final de la semana próxima deberán estar listo el presupuesto del año 2020.

Otra función y responsabilidad del Congreso se ha hecho más evidente en esta legislatura: los puntos de acuerdo para conminar al ejecutivo federal sobre algunos asuntos de interés público. Las expresiones no tienen un carácter vinculante, pero tal vez continuarán multiplicándose, quedarán en el registro de la opinión pública y sus efectos podrían expandirse.

Legisladores de oposición han presentado a lo largo de este año más de una veintena de propuestas de puntos de acuerdo para hacer exhortos al Conacyt en diferentes asuntos. Por ejemplo, para que el organismo no suspendiera ninguna convocatoria de las que estaban en marcha, para realizar asignaciones extraordinarias para compensar los recortes a las becas de posgrado, para el pago de becarios en el extranjero, para apoyar a los equipos de las olimpiadas de física y matemáticas y para habilitar los recursos financieros que le corresponden al Foro Consultivo Científico y Tecnológico. O bien para que se otorguen más recursos al sector de ciencia y tecnología, entre otras.

No todos los puntos de acuerdo tuvieron respaldo en el pleno y varios fueron desechados. Sin embargo, todos tuvieron visibilidad pública. Incluso, ahora, el Congreso de la Ciudad de México se ha sumado a los exhortos. En su sesión del pasado 31 de octubre fue aprobado un punto de acuerdo para solicitar a los titulares de Conacyt y del SNI un informe en donde se “expongan detalladamente las razones que dieron lugar a la destitución del Dr. Antonio Lazcano” (Gaceta Parlamentaria. No. 245. 31.10.2019)

No obstante, la confianza de los ciudadanos en los legisladores es muy baja. Tal vez les llegó la hora de intentar revertir su imagen y adquirir mayor relevancia.

Pie de página: ¿ya están los puntos de la nueva Ley General de Ciencia y Tecnología?