jueves, 31 de enero de 2019

Transferencias líquidas. Incentivos para empresas

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 788. Enero 31, 2019. Pág. 5)

Tal vez, estimado lector, recordará lo que dijimos la semana pasada sobre los incentivos para el sector privado. Fue en este mismo espacio y a raíz de recientes declaraciones de la directora actual del Conacyt. La titular del organismo, María Elena Álvarez Buylla, mencionó que la anterior administración realizó transferencias, “muchas de ellas líquidas”, por alrededor de 50 mil millones de pesos (mmdp) a empresas, algunas de ellas “transnacionales”. Pero, no sabemos si fueron indebidas o no.

La presente administración todavía no presenta públicamente un reporte para examinar si se trata de uno u otro sentido. No solamente es el volumen exacto de las transferencias realizadas, también es el monto de inversión nacional (pública y privada) en ciencia y tecnología como proporción del PIB. La anterior administración dijo que cerró en 0.48 por ciento respecto al PIB y la actual dice que más bien anda por ahí del 0.33 por ciento.

Las diferencias no son nada menores, sobre todo si se trata de divergencias en estadísticas nacionales e indicadores de comparación internacional. En estas mismas páginas hemos insistido en la importancia de contar con cifras válidas y confiables. Es sumamente difícil proyectar si los datos oficiales son opacos, cambiantes o confusos.

¿Qué sí conocemos de los incentivos para empresas? Lo más sobresaliente ha sido el programa de estímulos fiscales: una inversión en ciencia y tecnología se convierte en un descuento en la carga del crédito fiscal en determinado impuesto. A pesar de que es un programa controvertido, también es, hasta ahora, la principal iniciativa para espolear la inversión en actividades científicas y tecnológicas de las empresas del sector productivo.

Desde mediados de los años ochenta y hasta los primeros años 2000, los criterios de aplicación del programa y montos de apoyo habían quedado a cargo de Hacienda. En ese entonces con escasa proyección y cifras modestas. Sin embargo, en la administración de Vicente Fox las reglas de aplicación se simplificaron, los montos crecieron de forma importante (al final del periodo el monto alcanzó alrededor de 3 mmdp) y el otorgamiento quedó bajo la responsabilidad de un comité interinstitucional. Los cambios dinamizaron el programa y todo parecía ir sobre ruedas.

No obstante, la Academia Mexicana de Ciencias rápidamente detectó que los criterios de asignación eran más bien opacos, los beneficios eran para empresas transnacionales y prácticamente no figuraban las medianas y pequeñas empresas. Las críticas al programa fueron creciendo y hacia el final de la década pasada el programa se canceló.

Además, un estudio de la OCDE recomendó cambiar el programa de incentivos fiscales, de apoyo indirecto, por otro de apoyo directo a las empresas. Y sí, a partir del 2009 el programa mutó al Programa de Estímulos a la Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación (PEI), dirigido a las empresas y a fortalecer un vínculo con las instituciones académicas de nivel superior.

En realidad el PEI es un programa de programas, porque  incluye tres vertientes según el tipo de empresas: una se concentra en las Pymes (InnovaPyme); otra para las grandes empresas (Innovatec); y una que incluye a ambas (Proinnova), pero cuya característica distintiva es que comparten proyectos con un Centro Público de Investigación o una universidad.

Lo sorprendente es que, de todas formas, Enrique Peña Nieto en el 2016 propuso que se restaurará el programa de apoyos indirectos, el de incentivos fiscales. Así que, otra vez, al año siguiente de su propuesta, con la reforma a la Ley de Impuesto sobre la Renta (ISR), nuevamente quedó establecido un crédito fiscal del 30 por ciento en los gastos en investigación y/o desarrollo tecnológico, aplicable contra el ISR (artículo 202). La aplicación de los beneficios siguió bajo la responsabilidad de un comité interinstitucional.

El penúltimo informe de gobierno de Peña Nieto reportó que en 2017 se otorgaron incentivos fiscales por casi 5 mmdp y los beneficiados fueron poco más de un centenar de contribuyentes del ISR. Las reglas de aplicación del estímulo fiscal volvieron a cambiar en febrero del año pasado, sin embargo, el último informe de gobierno omitió el dato de cuántos fueron los beneficiados y cuál fue el monto.

Por su parte, el PEI, el programa de apoyos directos, de acuerdo con información oficial, entre enero 2013 y junio de 2018, apoyó un total de 4 mil 248 proyectos y el monto total fue de 36 mmdp (la mitad son recursos públicos y la otra mitad son privados). Lo que no se informa es su distribución por tipo de empresa.

Las iniciativas ya tienen su tiempo y los recursos no son insignificantes. Así que no solamente debiéramos conocer toda la información, precisa y confiable, también necesitamos saber si las transferencias fueron indebidas y bajo qué criterios los programas quedarán cancelados, mutan o continúan.

Pie de página: Los vientos de cambio de febrero vienen fuertes, comenzarán con la discusión sobre la reforma al artículo 3º de la Constitución; la actual fracción V también incluye la investigación científica y tecnológica. Pendientes.

viernes, 25 de enero de 2019

Incentivos para empresas. ¿Función nacional o captura del interés público?

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 787. Enero 24, 2019. Pág. 4)

“Para mí, como científica, no es aceptable”. Las palabras sonaron fuerte porque las estaba diciendo María Elena Álvarez Buylla, la actual titular del organismo rector de las políticas científicas y tecnológicas en México. Las dijo el pasado 17 de enero, en la ceremonia de cambio de la coordinación general del Foro Consultivo Científico y Tecnológico. Ahí concluía el doble periodo de José Franco como responsable del Foro y Julia Tagüeña asumió como nueva titular.

¿Qué es inaceptable para Álvarez Buylla? Básicamente, las voluminosas transferencias de recursos públicos hacia el sector empresarial. Por ejemplo, dijo la titular del Consejo: “No entiendo cómo es que durante seis años se hicieron aportes que, si juntamos toda la batería de fondos, de becas, de catedráticos, etcétera, está rondando los 50 mil millones de pesos de transferencias, muchas líquidas y otras igualmente importantes, del sector público de este raquítico prespuesto de ciencia y tecnología a empresas, muchas de ellas grandes empresas, muchas de ellas empresas transnacionales”.

Los cálculos de la directora de Conacyt son preliminares, pero son sumamente inquietantes. El monto de los 50 mil millones de pesos (mmdp) para las empresas, dice Álvarez Buylla, es aproximado porque tiene un margen de error de más menos 15 mmdp debido a que apenas están reuniendo todos los datos. De todas formas, aún restando el margen de error, la cantidad es relevante.

Sin embargo, también consideremos que los 50 mmdp son de todo el sexenio. Esto es, si hubieran sido distribuidos en el periodo, tocarían poco más de 8 mmdp anualmente (entre un nueve y 12 por ciento del presupuesto total del sector en cada año). Claro, la suma de los 50 mmdp, si lo comparamos con el presupuesto de un año, sí representa una proporción altamente significativa. Por ejemplo, para este año sería el 56 por ciento del presupuesto total para el sector.

Otro cálculo mencionado por la titular de Conacyt también es muy importante. Según sus cifras, el raquítico gasto nacional en ciencia y tecnología ni siquiera llega al 0.4 por ciento del PIB, dijo que “va por ahí del 0.33” por ciento. La expresión no tiene el rigor ni la precisión de un indicador; no obstante, es un dato revelador porque contradice lo que informó la administración anterior. Los anexos estadísticos del último informe de gobierno de Peña Nieto reportan que en 2018 la proporción fue de 0.48 por ciento respecto al PIB (p. 262). La diferencia puede significar muchos miles de millones de pesos, así que hacen falta las aclaraciones correspondientes.

Un problema más, y tal vez de mayor relevancia, es para qué propósitos se transfirieron recursos públicos al sector empresarial y si fue indebido o no. Tal vez tendríamos que esperar las cifras consolidadas y el informe detallado de la actual administración. No obstante, la referencia de Álvarez Buylla a una bateria de “fondos, becas, catedráticos” para el sector privado en el sexenio anterior, expresa que podríamos estar ante un golpe de timón en la conducción de Conacyt. Un punto de inflexión en la distribución de recursos financieros del organismo rector de las políticas.

En la instauración de Conacyt, hace ya casi medio siglo, las iniciativas de apoyo se dirigieron principalmente al sector público, en buena medida porque la investigación se concentraba casi exclusivamente en las instituciones de educación superior públicas y también porque en esos años comenzó el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones.

Sin embargo, al paso del tiempo, con el fortalecimiento del sistema nacional de ciencia y tecnología, la apertura de la economía, el crecimiento del sector privado, la economía política adoptada y las dificultades en el mercado laboral, fue operando un cambio en el respaldo de las iniciativas, las cuales se dirigieron tanto al sector público como al privado.

Pensemos, por ejemplo, en la modificación del reglamento de las becas de posgrado que otorga Conacyt. Al comienzo era un crédito y se condonaba si el estudiante, una vez formado, trabajaba (de forma remunerada) en una institución pública al menos la mitad del tiempo que recibió la beca. Ahora, solamente son apoyos y no importa en qué lugar se desempeñe.

Algo similar ocurrió con el Sistema Nacional de Investigadores. Al inicio solamente se dirigió al personal del sector público, luego se amplió a los del sector privado, pero a ellos Conacyt solamente les otorgaba el reconocimiento, los incentivos corrían por cuenta de sus propias instituciones. Después, Conacyt aportaba una tercera parte del pago de incentivos y más recientemente absorbió todo el pago.

Los cambios han sido en diferentes rubros a lo largo del tiempo, pero se profundizaron al final de los años noventa. El caso más emblemático ha sido el de los incentivos fiscales para las empresas y en la próxima entrega examinaremos los datos. Por ahora, solamente anotemos que está por resolverse si los intereses empresariales han capturado los intereses públicos o no. La fracción IX del primer artículo de la ley de ciencia y tecnología dice que su objeto es “fomentar el desarrollo tecnológico y la innovación de las empresas nacionales que desarrollen sus actividades en territorio nacional”.

Pie de página: La oficina de la dirección de Conacyt cambia de lugar: pasa del séptimo piso a la planta baja del mismo edificio de Insurgentes sur. Las áreas del séptimo piso no serán un lugar de privilegio y se volverán de uso colectivo. Sí, eso avisó el organismo

¿Error o regresión? Presupuesto e Instituto "desconcertado" en CDMX

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 786. Enero 17, 2019. Pág. 5)

Difícil que el presupuesto 2019 para la Ciudad de México (CDMX) cumpliera lo que le mandata su primera Constitución Política. También era poco probable que la principal norma de regulación de la administración local se planteara la posibilidad de establecer un Instituto desconcertado de una Secretaría. Así fue.

La Constitución Política de la CDMX apenas entró en vigor en septiembre del año pasado y, entre otros derechos y garantías, establece que toda la educación pública local “será gratuita, laica, inclusiva, intercultural, pertinente y de calidad”. En el mismo artículo 8, en diferente apartado, considera que habrá una partida para ciencia y tecnología que no puede ser inferior al dos por ciento del presupuesto de la Ciudad.

Por lo pronto, en 2019, el presupuesto para educación no registra variación respecto de los años previos (alrededor del 3.5 por ciento del presupuesto total de la Ciudad). Seguramente porque el apartado B de la Constitución local nada mencionó sobre descentralizar la educación y porque la prestación del servicio educativo (inicial, básica e indígena) sigue siendo una responsabilidad del gobierno federal. Así seguirá mientras no se acuerde lo que dice el artículo cuarto transitorio de la Ley general de educación (por cierto, un tránsito que lleva 25 años, y sumando).

El presupuesto para el sector de ciencia y tecnología tuvo una variación, pero no exactamente en el sentido marcado por la norma constitucional. En realidad es algo paradójico. El primer año que pudo llevarse a efecto o aproximarse a lo que dispone la Constitución en la materia, fue cuando dejó de existir la Secretaría que se encargaba del sector.

El dictamen de comisiones unidas de los diputados locales dice que la fusión de las dos secretarías en una sola (Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación), no solamente es un asunto de austeridad y racionalidad en el gasto público, se debe principalmente a la indisoluble relación entre ambas.

Además, dice el mismo dictamen, llegaron a la conclusión de que muchas de las actividades que realizaba la Secretaría de Ciencia, “las puede retomar la Secretaría de Educación de la Ciudad de México, a través de una Subsecretaría” (Gaceta Parlamentaria. Año 1. No. 41. 13.12.2018). Puede ser, la existencia de una dependencia administrativa no garantiza, necesariamente, la efectividad y relevancia del sector que coordina, depende de sus capacidades y el programa de trabajo que desarrolle.

Sin embargo, en cualquiera de los casos, la fusión de secretarías no exime de cumplir lo que prevé la Constitución actual en materia de financiamiento: “En el presupuesto de la Ciudad de México, se considerará una partida específica para el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que no podrá ser inferior al dos por ciento del Presupuesto de la Ciudad” (numeral 6 del Apartado C del artículo 8 de la Constitución de la CDMX).

En el año 2015, el presupuesto para CDMX fue de 169 mil millones de pesos y al sector de ciencia y tecnología le asignaron 344 millones de pesos. En 2018 las cifras ya registraban un incremento (26 y 14 por ciento, respectivamente). En este año, el total de gasto para la Ciudad es de 234 mil millones de pesos y el destinado para ciencia y tecnología es de 359 millones de pesos.

Lo inquietante es que, en todos los años, la participación relativa del gasto para ciencia y tecnología, respecto del gasto total, viene disminuyendo: en 2015 representó el 0.20 por ciento; en 2018 el 0.18 por ciento; y en este año el 0.15 por ciento. El porcentaje, como es evidente, se ha deslizado hacia abajo y se aleja cada vez más de lo que le marca la Constitución.

El ajuste en la estructura de la administración pública local fue relativamente amplio y profundo (fusionó las secretarías de Educación y Ciencia; el Instituto de la Mujer se transformó en Secretaría; la Secretaría de Desarrollo Rural se transformó en la Secretaría de Pueblos Indígenas; la de Desarrollo Social cambió a Inclusión y Bienestar Social, por ejemplo).

Todos estos cambios quedaron registrados en la recientemente aprobada “Ley orgánica del poder ejecutivo y de la administración pública de la Ciudad de México”. Lo sorprendente es que un artículo transitorio de esa misma ley dice que el gobierno capitalino: “procurará una vez evaluados elementos de austeridad y eficiencia del gasto la creación de un Instituto que de manera desconcertada (sic) a la Secretaría de Educación, Ciencia y Tecnología e Innovación realice de manera coordinada al (sic) programación, ejecución, evaluación y verificación de aquellas acciones, proyectos, programas y políticas públicas en materia de Ciencia, Tecnología e Innovación” (Gaceta oficial de CDMX. No. 471 Bis. 13.12.2018: 65)

¿Una coordinación desconcertada? Vaya, probablemente se trata de un error. Si no lo es, será un retorno a la génesis de lo que fue la hoy inexistente Secretaría.

Pie de página: Una década después, el reciente estudio de la OCDE vuelve a destacar: “A pesar de los aumentos reales, el gasto gubernamental por estudiante en IES públicas en México no ha seguido el ritmo del crecimiento de la matrícula en los últimos años. Si se pretende que las IES públicas sigan dependiendo de fondos públicos, se requeriría una inversión gubernamental adicional...” (OCDE. El futuro de la educación en México. Promoviendo equidad y calidad).

jueves, 10 de enero de 2019

Ciencia y Tecnología. El comienzo de los números finales

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 785. Enero 10, 2019. Pág. 5)

El Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) de 2019 quedó aprobado el pasado 24 de diciembre. Sí, en lo que concierne al gasto para ciencia y tecnología algo mejoró, respecto de la propuesta inicial, pero definitivamente la cifra no fue lo que prometió el presidente Andrés Manuel López Obrador López el 22 de agosto. En números redondos y corrientes, para este año, el sector tendrá 562 millones de pesos menos de los que recibió en 2018.

¿La reducción es importante? Tal vez, pensarán no pocos, ahorita el país está para las grandes cosas, no para andar preocupándose por esas naderías de ciencia que le interesan a unos cuantos y casi nadie sabe para qué sirve. Y así, como hace más de 30 años, se volverá diferir lo que podría ser el cimiento de una proyección nacional basada en el conocimiento y no solamente en la menguante fuerza de trabajo.

El 15 de diciembre, cuando el gobierno federal entregó el proyecto de PEF al Congreso, aquí mismo dijimos que no correspondía al compromiso que el propio presidente se autoimpuso ante algunos miembros de la comunidad científica cuatro meses antes. En ese encuentro dijo: que nunca tengan un presupuesto por abajo de la inflación, ese sí es un compromiso para adelante y vamos a procurar que aumente en términos reales, ese es mi planteamiento muy concreto. (Palacio de Minería. 22.08.2018). 

Por la misma razón fue muy desconcertante que la propuesta inicial del gobierno de López Obrador restara 2 mil 600 millones de pesos al sector en términos corrientes, sobre lo que había recibido en 2018. Claro, en ese momento todavía faltaba lo que dijeran los diputados y, muy notoriamente, las muestras de inconformidad de las universidades.

Después de las reacciones vino la rectificación de AMLO. En Hidalgo, en la reapertura de la Escuela Normal Rural El Mexe aclaró: “Aquí sostengo que se va a reparar ese error y se le va a entregar a las universidades lo que les corresponde. Lo que acordamos, lo que dije en una reunión de la Anuies, dije que si no aumentaba el presupuesto iba a ser el mismo del 2018, más inflación. Ese fue mi compromiso y lo voy a cumplir” (18.12.2018).

Y sí, en el Congreso, en el dictamen de las comisiones de diputados, a las universidades les resarcieron la disminución inicial (alrededor de 5 mil millones de pesos), así que en la aprobación final casi todas recibieron lo mismo que en 2018, aunque lo de la inflación quedó para después.

Sin embargo, a pesar de que el presidente había hecho el mismo compromiso con el sector científico y tecnológico, otro fue el criterio que prevaleció en la asignación. Sí hubo un resarcimiento, pero no llegó a igualar lo que recibió en 2018. En cifras redondas: en 2018 recibió 92 mil millones de pesos y para este año tiene considerado un total de 91 mil 400 millones de pesos. Ahora tendrá casi 600 millones de pesos menos y la disminución será mayor si consideramos el efecto de la inflación.

La forma de resarcir es todavía más sorprendente. El gasto total del sector se integra por lo que controla centralmente Conacyt (alrededor de una tercera parte del total) y por lo que gastan en ciencia tecnología una docena de secretarías del gobierno federal. La propuesta inicial que consideraba 2 mil 600 millones menos al presupuesto del sector, le había disminuido recursos de forma diferenciada a todas las dependencias (entre 27 y 2 por ciento menos de lo que recibieron en 2018), excepto para Relaciones Exteriores que conservaba el mismo monto y SEP que aumentaba 8 por ciento.

Después, cuando los diputados regresaron poco más de 2 mil millones de pesos al sector, no lo hicieron diferenciadamente. De la cantidad mencionada, una dependencia se llevó el 90 por ciento y dos más, cinco por ciento cada una. Esto es: a SEP le añadieron 1,823 millones de pesos; a Conacyt 100 millones de pesos; y a la Sagarpa 92 millones de pesos. Es decir, SEP que era la única secretaría que desde el comienzo tuvo mayor incremento, después tuvo todavía más.

En resumidas cuentas: el presupuesto para el sector en este año será menor que lo recibido en 2018; el Conacyt, el organismo rector de las políticas científicas y tecnológicas, que al comienzo de la década actual llegó a controlar casi la mitad del total del gasto, ahora solamente controlará el 32 por ciento; y la SEP, con el 38 por ciento, tendrá la parte mayoritaria del gasto en ciencia y tecnología en 2019.

Algunas voces han dicho que la disminución de recursos para ciencia y tecnología fue precisamente para recortar programas dispendiosos (como el Programa de Innovación Tecnológica) que solamente beneficiaban a las grandes compañías. Independientemente de la veracidad o no de la afirmación, lo cierto es que bien se podrían canalizar esos mismos recursos a otros renglones. Ahora, Conacyt, la cabeza del sector, no solamente tiene menor control sobre el total del gasto, también se ve más difícil cumplir lo que dice la ley en materia de inversión. La línea base del presupuesto del sector retrocede en este nuevo periodo de gobierno.

Pie de página: En el presupuesto de la Ciudad de México, se considerará una partida específica para el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que no podrá ser inferior al dos por ciento del Presupuesto de la Ciudad. Sí, eso dice la Constitución local en el inciso correspondiente de su artículo 8. ¿Tampoco se cumplirá? Lo veremos.

Ciencia y Tecnología. En el peor de los casos

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 784. Diciembre 20, 2018. Pág. 5)

En realidad, las cifras del presupuesto público para el año próximo no son completamente inesperadas, pero nadie, o casi nadie, anticipaba la dramática reducción para educación superior, cultura y ciencia y tecnología. Ciertamente no había ninguna certeza de cómo cuadraría el gobierno federal la operación regular y las ilusiones derramadas en las plazas del territorio nacional; tampoco cuáles serían los números finales del paquete económico 2019. Sí, ese que el gobierno federal entregó al Congreso el pasado 15 de diciembre.

No obstante, las expectativas eran y siguen siendo muy altas, alimentadas por las promesas que expresó Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el ahora presidente de la República, durante su campaña electoral y más propiamente en el largo periodo de transición. ¿Usted lo recuerda? La tinta todavía está fresca.  

En el caso del sector científico y tecnológico, en la reunión en el Palacio de Minería del pasado 22 de agosto, cuando le entregaron el documento “Hacia la consolidación y desarrollo de políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación”,  el ahora presidente de la República dijo: En lo que corresponde a nosotros que vamos a tener la responsabilidad de encabezar el gobierno, vamos a garantizar que la aportación en el presupuesto para ciencia y tecnología aumente. En el peor de los casos, y ese es el compromiso que hago con ustedes, porque vamos a enfrentar una situación difícil, en el peor de los casos que no se reduzca, que, en términos reales se mantenga. Es decir que nunca tengan un presupuesto por abajo de la inflación, ese sí es un compromiso para adelante y vamos a procurar que aumente en términos reales, ese es mi planteamiento muy concreto. Los aplausos no se hicieron esperar.

No obstante, pocos meses después de pronunciar aquellas palabras, el peor de los casos fue muy otro: el proyecto de presupuesto no se mantuvo en términos reales e incluso, en pesos corrientes, disminuye el gasto total para el sector. El Proyecto de Egresos de la Federación 2019 (PPEF 2019) propone para ciencia y tecnología (lo que ejerce centralmente Conacyt más lo que destinan para el mismo rubro las diferentes secretarías) un total de 89.4 mil millones de pesos y en este año le fueron aprobados 92 mil millones de pesos. Esto es, en términos corrientes, son 2 mil 600 millones de pesos menos. Una reducción que, en términos reales, alcanza el 12 por ciento.

La disminución en ciencia y tecnología que podrían experimentar las diferentes secretarías no tiene la misma proporción. De hecho, en el PPEF, no se sabe porqué, pero la única secretaría que presenta un ligero incremento es la SEP (pasa de 31.7 mil millones de pesos en 2018 a 34.3 mil millones de pesos en 2019). El resto de secretarías, incluido Conacyt –y con excepción de Relaciones Exteriores que conserva el mismo monto--, podrían ver reducida su partida presupuestal entre un 21 y un 3 por ciento.

Tal vez el caso de Conacyt es el más inexplicable, después de las palabras de respaldo que sonoramente había expresado el presidente de la República. El asunto es que el PPEF 2019 le recorta, en comparación con lo que recibió este año, 6.4 mil millones de pesos (pasaría de 31.1 mil millones de pesos a 24.7 mil millones de pesos).

Otro caso es el de educación superior. También en agosto pasado, en la 28 sesión extraordinaria de la asamblea general de ANUIES, aparecieron algunos ojipláticos ante las iniciativas de AMLO, pero todo parecía estar en el límite de lo posible: becas para los jóvenes de media superior para evitar el abandono escolar; creación de un centenar de universidades; becas para el nivel superior; y un ambicioso plan educativo denominado “Jóvenes construyendo el futuro”, para emplearlos en el sector público, privado y social, entre otras iniciativas

El presidente, al término del encuentro, expresó: fue una “muy buena plática en muy buenos términos” y se comprometió a ampliar el presupuesto e incrementar de manera paulatina la cobertura en este nivel educativo (La Jornada 15.08.2018). Claro, si se comenzaba a sumar lo que implicaría en términos de recursos financieros los programas propuestos, las cosas ya no parecían tan sencillas. Y esto solamente para la punta de la serie de programas anunciados, sin considerar el complicado tema de salud pública y desarrollo social.

Ahora, vuelta a la realidad de los números fríos, en la propuesta de Presupuesto de Egresos de la Federación para el año próximo, el gobierno federal propone disminuir los recursos para educación superior. Según el desplegado público de ANUIES, en comparación con este año, los recursos para las instituciones federales disminuirán para 2019, en términos reales, 6.2 por ciento (17.12.2018). La situación no es mejor para las universidades estatales y las instituciones tecnológicas, en conjunto disminuyen 3.2 por ciento en términos reales.

Todavía no son los números finales. La inconformidad comienza a crecer, el debate y la negociación se traslada al Congreso. Al final de este mes veremos como queda.

Pie de página: En Conacyt y en los Centros Públicos de Investigación, como en toda la APF, está por resolverse la interpretación y aplicación de la Ley federal de remuneraciones de los servidores públicos. Pendientes.

Congreso. Marea de austeridad

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99

(Publicado en Campus Milenio No. 783. Diciembre 13, 2018. Pág. 4)

La Mesa de la Cámara aprobó para el año próximo un monto de 200 mil euros para una oficina de ciencia y tecnología en el parlamento. Esto ocurrió la semana pasada: “los principales grupos políticos de la cámara alcanzaron un raro consenso para crear esta oficina, cuyo presupuesto aparece en el capítulo de gastos de personal” (El País. 10.12.2018).

Una oficina que ofrecerá información no partidista a los diputados, siempre sobre la base de evidencias científicas, con el fin de enriquecer el debate político y ofrecer elementos para la toma de decisión. Pero no, no se trata del Congreso mexicano, es el caso de España y es la mesa que preside Ana Pastor.

Lo sorprendente es que, en el caso de México, la discusión sobre la instauración de una instancia con esas características se dio desde el 2015 en el Senado, a propuesta de José Franco, el coordinador del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT). A partir de esa fecha acordaron su creación y la denominaron Oficina de Información Científica y Tecnológica para el Congreso de la Unión (INCyTU).

En el país europeo la creación de la oficina todavía no es un hecho, porque todo el presupuesto del Estado español está en negociación, será cosa de cuadrar cifras y ver si se sostiene el respaldo a la iniciativa. Sin embargo, los legisladores, espoleados por la campaña de un grupo de científicos (“Ciencia en el Parlamento”), reconocieron que España era una de las pocas naciones que no contaba con un organismo de ese tipo y ya era momento de rectificar.

En México, de acuerdo con el sitio electrónico de INCyTU, la oficina es operada por el FCCyT y, bien a bien, comenzó a funcionar el año pasado. Tomó como modelo la Oficina Parlamentaria de Ciencia y Tecnología del Reino Unido (Parlamentary Office of Science and Technology, POST). Un organismo creado para asesorar y prestar diferentes servicios a los legisladores (Lores y Comunes). A la fecha, la información y documentos de esa oficina son altamente valorados.

En estricto sentido, la oficina mexicana no siguió el mismo modelo de la nación europea, tanto por la estructura administrativa como por la disposición de servicios, aunque sí comparte el mismo fin de acercar a los legisladores información relevante, basada en investigación científica para la elaboración de políticas públicas. La misma Oficina declara que sus tareas principales son: proporcionar información, análisis y asesoría en diferentes áreas de especialidad, así como interpretar y analizar temas de interés legislativo y difundir el conocimiento científico y tecnológico.

En realidad, la actividad pública de INCyTU se ha limitado a una veintena de notas informativas breves sobre variados temas. La primer nota fue elaborada en agosto de 2016 y fue sobre el interés público de los macrodatos (Big Data). La idea de las notas es presentar información dura sobre un tema-problema y las posiciones de distintos actores. Tal vez el trabajo de INCyTU ha sido relevante para algunos legisladores, pero no ha trascendido públicamente.

Quizás la mayor exposición pública del trabajo de INCyTU fue a propósito de la reciente controversia suscitada por la construcción de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México y la consulta ciudadana que se llevó a efecto. En vísperas de la consulta, la Oficina difundió un documento de 16 páginas --más extenso que las 5 o 6 páginas de las notas anteriores-- en el que sintetizó los reportes que existían sobre la obra que estaba en marcha en Texcoco y sobre la opción de Santa Lucía, los principales puntos a considerar y unas ilustrativas tablas de comparación.

En fin, el asunto vuelve a cobrar relevancia porque este sábado 15 de diciembre, a más tardar, el gobierno federal deberá presentar ante el Congreso el paquete económico para 2019 y ahí quedará trazado qué hará y qué no el nuevo gobierno. Todo, o casi todo, lo que se ha especulado quedará finalmente despejado. El dinero, como siempre, es la pista infalible.

Ahora, sin embargo, una marea de austeridad se viene sobre la función pública y tal parece que de la voracidad, el dispendio y el lujo, pasaremos a la restricción sin medida, el ahorro asfixiante y la escasez de lo básico. El desenfreno en el gasto de los recursos públicos era insultante, pero en el servicio público, no podemos prescindir de los avances en materia de conocimiento técnico para la toma redecisiones, menos de lo elemental para un trabajo altamente profesionalizado.

Está en ciernes la aprobación de normas de austeridad para el gasto público y serán de observancia para los poderes de la Unión y para todos los órganos constitucionales autónomos. Nada que reprochar a un principio de racionalidad en el gasto. Sin embargo, algunos de los avances en la creación de órganos de trabajo especializado (como INCyTU y otras muchas actividades) hoy comienzan a percibirse como superfluos e innecesarios. Sería una verdadera lástima caer en la improvisación, los hechos alternativos como justificación y desdeñar el conocimiento técnico.

Ordenar el servicio público no está nada mal, aunque si nos vamos al extremo opuesto, seguramente la marea de la austeridad arrasará con todo, tanto lo bueno como lo malo. Ojalá no.

Pie de página: El nombre de Conacyt en el edificio de insurgentes sur sigue igual, todavía no aparece la “h”. Tal vez es muy temprano.