jueves, 21 de febrero de 2013

LAS COMISIONES EN EL SNI


El decreto de creación del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) cumplirá el próximo año tres décadas. El actual Sistema es muy diferente al del inicio; suficiente comparar el volumen de sus integrantes (empezó con poco más de un millar y hoy suman casi 19 mil). Sin embargo, entonces y ahora, uno de sus puntos críticos ha sido la integración de las comisiones dictaminadoras.

En el contexto de la década perdida de los años ochenta, la idea de crear un programa para incrementar las percepciones salariales de los científicos y retenerlos en sus respectivas instituciones, fue el motor principal que animó la instauración del SNI.

Sin embargo, prácticamente al año siguiente de la puesta en marcha del Sistema vino su primera modificación y fue precisamente en sus comisiones dictaminadoras. En el decreto de creación solamente se consideraron tres comisiones: fisicomatemáticas e ingeniería; biológicas, biomédicas, agropecuarias y químicas; y sociales y humanidades.

Cada una de las tres comisiones, estableció el decreto de creación, estarían integradas por nueve investigadores nacionales del máximo nivel. Todos los integrantes serían designados por el Consejo Directivo del SNI, pero cuatro de ellos serían a propuesta de la entonces Academia de la Investigación Científica (la hoy Academia Mexicana de Ciencias) y todos durarían cuatro años en el cargo.

La primera modificación del SNI, en 1986, fue para desagregar una de las tres comisiones existentes. Principalmente por las inconformidades que suscitó en los ingenieros, la evaluación conjunta con físicos y matemáticos. Por tal motivo, se añadió una más: la comisión dictaminadora de ingeniería y tecnología. Pero no fue suficiente.

En 1988 vino una segunda modificación importante. Aunque autorizó la participación como evaluadores en la comisión de ingeniería y tecnología a expertos que no estuvieran reconocidos por el SNI, el tema central no fue la integración de comisiones, si no la ampliación a los investigadores provenientes de las instituciones particulares.

Después vinieron otras dos modificaciones, una 1993 y otra 1995, ambas para cambiar el número de integrantes de las comisiones dictaminadoras y la vigencia del cargo. La primera disminuyó a tres los candidatos que podía proponer la AIC y a tres el periodo que estarían vigentes en el cargo (antes eran cuatro en los dos casos). La segunda amplió a 12 el número de integrantes de las comisiones.

A pesar de los cambios, las protestas por los resultados de las evaluaciones han persistido. En 1999 nuevamente se reformó el Sistema, principalmente para ampliar a siete el número de comisiones y dar cabida a un mecanismo de impugnación a la evaluación recibida. Un mecanismo hasta entonces inexistente y que dio lugar al establecimiento de las comisiones dictaminadoras revisoras, sobre todo por la fundada inconformidad de Sergio Aguayo, investigador del Colmex.

El cambio más reciente fue en diciembre pasado, en el que se estableció como parte del capítulo de “obligaciones y sanciones” del reglamento del SNI que los investigadores que participan en las comisiones deberán observar en todo momento “las normas de ética, y en su caso, deberá excusarse de opinar o recomendar, cuando tenga algún interés directo o indirecto en el asunto o exista amistad o enemistad manifiesta con alguno o algunos de los investigadores evaluados”.

La adición a la norma fue producto, nuevamente, de la inconformidad de Sergio Aguayo, quien argumentó violaciones al reglamento por posibles conflictos de interés y tráfico de influencia en la evaluación de su expediente. El Conapred le dio la razón y emitió un exhorto a Conacyt.

Desde el 2006 la normatividad prevé que las siete comisiones se integren por 14 miembros y que se procure un “equilibrio y paridad entre disciplinas, instituciones, género y regiones”. Los designa el Consejo de Aprobación y considera la opinión del Foro Consultivo Científico y Tecnológico. Sin embargo, el equilibrio no siempre se cumple, lo cual genera fricciones e inconformidades.

No parece fácil una reforma profunda del SNI. En diferentes oportunidades se ha anunciado y no se lleva a efecto. En cualquier caso, uno de los aspectos que debe atenderse es el delicado y básico tema de las comisiones dictaminadoras, sobre el que descansa y está edificado el Sistema. Vale la pena no perder de vista el avance gradual que han sostenido y ponderar la relevancia de su integración.

(Publicado en Campus Milenio No. 499. Febrero 21, 2013, p. 9)

martes, 19 de febrero de 2013

TECNOLOGÍAS DIGITALES PARA LA EDUCACIÓN


El uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) en los salones de clase se ve como una de las válvulas de escape para disminuir la presión de una creciente demanda educativa de niños, jóvenes y adultos; también como el instrumento que dará esa calidad y mejora que tanto busca la educación.

En tal perspectiva, diferentes programas se han puesto en marcha, desde la distribución masiva de equipos tecnológicos en las aulas hasta el diseño de nuevas modalidades educativas no presenciales. Básicamente con la idea de facilitar y mejorar el aprendizaje, atemperar el problema de acceso educativo y enfilarse en la ruta de sociedad de la información.

Sin embargo, iniciativas pioneras y experiencias relativamente recientes en materia de TIC en educación, han dejado en claro que las tecnologías por sí mismas resultan insuficientes. El contexto escolar, la integración curricular y el papel del maestro son elementos imprescindibles para poder apreciar algún impacto de las TIC en el aprovechamiento de los estudiantes.

En el caso de México, en la última década, los grandes planes que se han puesto en marcha para llevar las TIC a la educación básica han consumido importantes montos de recursos económicos, su operación ha sido ampliamente cuestionada, sus resultados poco edificantes y han provocado reacciones ambivalentes sobre la utilidad de los dispositivos tecnológicos en la escuela.

A pesar del desencanto, se sigue conservando cierta confianza en el uso de las TIC para lograr la calidad educativa e impulsar el rendimiento de los estudiantes. Sobre todo porque el alcance de los dispositivos tecnológicos parece ir en aumento constante fuera de la escuela y en la vida cotidiana.

Aunque, como siempre ocurre, el alcance de los bienes y servicios se corta por estratos socioeconómicos y revela las graves desigualdades en México. También muestra que en este terreno el país avanza a un ritmo diferente. 

Según el reporte del año pasado del Foro Económico Mundial sobre el uso e impacto de la TIC en el desarrollo y competitividad de las naciones (“The Global Information Technology Report 2012”), particularmente de su Índice de Disponibilidad de Red, México ocupaba la posición 76 entre 142 países. Hace seis años, en el mismo índice, ocupa la posición 45 entre 122 países.

No obstante, desde el gobierno federal y de los partidos políticos no se ha abandonado la idea de llevar las TIC a la escuela. En el Pacto por México quedó asentado el compromiso número 11: instrumentar un programa de dotación de computadoras portatiles con conectividad para todos los alumnos de quinto y sexto grado de escuelas primarias públicas, así como adecuar los contenidos edcuativos al contenido de la tecnología y la capacitación de los maestros. Esto significará distribuir 4.9 millones de computadoras entre los alumnos (es la matrícula de los dos grados considerados), la modificación curricular y atender al correspondiente número de profesores.

El compromiso fue ratificado por el presidente Enrique Peña Nieto, en su gira por Uruguay  al final del mes pasado, cuando visitó el Plan de Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea (Ceibal) de ese país y dijo que impulsaría un modelo propio.

El plan Ceibal está en operación en Uruguay desde el 2007 y consiste en el otorgamiento de una computadora portátil (el modelo XO) a todos los alumnos y maestros de enseñanza primaria (alrededor de 350 mil equipos). Luego se extendió a la educación secundaria  en el 2011. Es el modelo de One Laptop per Child (OLPC) desarrollado en el laboratorio de medios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) e impulsado por Negroponte, como alguna vez ya lo comentamos aquí.

Los resultados de PISA 2009 sobre tecnologías digitales y desempeño, los más recientes disponibles, muestran que en los países de la OCDE existe una mejora continua en el acceso de los estudiantes a las TIC. La disposición de Internet en casa pasó de 45 a 89 por ciento en promedio. Sin embargo, mientras que algunos países, como Noruega y Finlandia,  prácticamente universalizaron la  computadora en casa y el acceso a Internet, otros países, como México, menos de la mitad de sus estudiantes de 15 años tienen el equipo y el servicio (p. 175).

La utilización de TIC en educación tiene sus detractores y sus apologistas. Lo importante es tener presente que se trata de instrumentos, recuperar la experiencia nacional e internacional y tener claro cómo y para qué se quieren utilizar.

(Publicado en Campus Milenio No. 497. Febrero 14, 2013.

viernes, 8 de febrero de 2013

¿PREMURA EN LA NUEVA LEY DE CyT PARA EL DF?



Finalmente se publicó el decreto de ley para regular las actividades científicas y tecnológicas en el DF, no así el debate correspondiente en la Asamblea Legislativa del DF (ALDF). El decreto incluye una nueva secretaría, también algunas acotaciones a uno de los órganos de gobierno, aunque tiene varios errores y omite el espinoso tema del financiamiento.

Quizás, estimado lector lectora, recordará que al final del año pasado, indicamos que había cierto paralelismo entre la administración local y federal en torno a la idea de crear una Secretaría de Ciencia y Tecnología.

En definitiva el acicate del gobierno local no funcionó. A nivel federal claramente ya se dijo que no habrá una nueva secretaría. Todavía está en veremos la creación de una agencia o fundación para la innovación, lo mismo que las luces de una evanescente Coordinación de Ciencia y Tecnología a nivel presidencial.

La dificultad que habíamos previsto para crear la nueva secretaría en el DF no fue tal. El asunto se resolvió más o menos rápidamente. El 28 de diciembre del año pasado los asambleístas aprobaron la nueva ley, aunque el decreto para darle vigencia apenas fue publicado la semana anterior (Gaceta Oficial del DF No. 1532, 29 de enero de 2013).  Sin embargo, lo que no es claro es cómo se llegó a tal acuerdo.

En el último trimestre del año pasado se presentaron dos iniciativas en la Asamblea: una de la fracción perredista que solamente proponía reformar la Ley Orgánica de la Administración Pública del DF para dar cabida a una nueva secretaría para el sector; otra de la fracción panista que, además de reformar la ley orgánica, proponía una ley de ciencia y tecnología local.

El detalle es que la iniciativa de los asambleístas del PRD proponían que el presupuesto del entonces Instituto de Ciencia y Tecnología del DF debería ser suficiente para la operación inicial de la nueva dependencia local. Por el contrario, el proyecto del ley del PAN proponía que a la nueva secretaría se le debería asignar el 1 por ciento del presupuesto total del DF (artículo 41).

La Asamblea no ha publicado el dictamen, el debate ni el acta correspondiente a la sesión del 28 de diciembre, de modo que por ahora no es posible conocer las posiciones de los diputados locales. Sin embargo, el decreto de ley del Jefe de Gobierno muestra una combinación de las dos iniciativas que estaban en comisiones, con algunas precisiones y otras adiciones.

La Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación del Distrito Federal (LCYTDF) ya publicada, tomó como base el proyecto de la fracción panista, pero con algunas diferencias. Por ejemplo, la nueva ley, como también ocurrió con su homóloga federal en el 2009, adicionó la palabra “innovación” en todos los artículos correspondientes.

También desagregó con mayor precisión las funciones que corresponden a la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación del Distrito Federal (SCTIDF), combinándolas con las que proponía la reforma perredista a la Ley Orgánica de la Administración Pública del DF y agregando otras.

Una de las diferencias más importantes, respecto del proyecto base y de la legislación federal, es que su Consejo de Desarrollo Científico, Tecnológico e Innovación tiene funciones acotadas. Este Consejo es una especie de órgano superior de gobierno, tanto en el nivel federal como en el local porque se integra por funcionarios de primer nivel, pero en el primero se considera como “órgano de política y coordinación” y se le reservan atribuciones exclusivas para aprobar el programa sectorial y el presupuesto, definir lineamientos, decidir prioridades, entre otras.

En cambio, en el caso del DF, al Consejo se le define como un órgano de consulta, “de opinión, asesoría y análisis” (art. 11), no de coordinación y menos de decisión. Por cierto, en el decreto, aparece nombrado de forma indistinta como Consejo de Fomento y Desarrollo y como Consejo de Desarrollo, seguramente por error –aparte de otros-- y por haber tomado como base el proyecto de la fracción panista. La acotación al Consejo seguramente se debe al escaso funcionamiento y magros resultados que ha mostrado su homólogo a nivel federal.

Otra de las diferencias relevantes es que no incluye el tema del financiamiento. El capítulo sobre presupuesto del proyecto base fue suprimido y no se menciona nada al respecto.

En fin, aunque de forma apresurada, ya se dio el importante paso de elevar a rango de secretaría al sector local, resta poner en marcha la estructura y mostrar sus resultados. Nada menos.

(Publicado en Campus Milenio No. 497. Febrero 7, p. 9)

martes, 5 de febrero de 2013

CyT: LOS SENADORES Y EL MOMENTO HISTÓRICO



Los legisladores podrían tener su propia agenda en el terreno de la ciencia y la tecnología, como también el gobierno federal y otro tanto los representantes de las organizaciones que constituyen el sistema científico y tecnológico. El asunto es cuál predominará o si son convergentes en este “momento histórico”, como lo caracteriza el director de Conacyt.

La comisión de ciencia y tecnología del Senado celebró recientemente su primera sesión de trabajo, en la cual también participó el director de Conacyt, Enrique Cabrero, la coordinadora del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), Gabriela Dutrénit, y el presidente de la respectiva comisión de ciencia de los diputados, entre otros.

Los objetivos del programa de trabajo de la comisión de ciencia y tecnología no difiere mayormente de una legislatura a otra. En general, además de expresar su preocupación y participación en las tareas de fomento, reiteran la idea de transformar en leyes e instrumentos los temas de interés compartido en el sector.

La actual comisión de ciencia y tecnología del Senado la preside Alejandro Tello Cristerna del PRI y como secretarios Juan Carlos Romero Hicks del PAN, Mario Delgado del PRD y Oscar Román Rosas del PRI; también participa en la comisión Francisco de Paula Búrquez. En total: dos Senadores del PRI, dos del PAN y uno del PRD.

El trabajo de la comisión apunta a un trabajo convergente con el gobierno federal, puesto que el senador Alejandro Tello, al darle la bienvenida al director de Conacyt y congratularse por su nombramiento, le propuso “trabajar de manera conjunta a fin de realizar con éxito las cinco grandes acciones marcadas por el presidente Enrique Peña Nieto”.

Las acciones a las que se refería el senador Tello, son las que fueron anunciadas por Enrique Peña el día de la toma de posesión del director de Conacyt y que lo instruyó a realizar: diseñar una hoja de ruta para alcanzar el 1 por ciento del PIB en inversión al término en el 2018 y el 1.2 por ciento del PIB en el 2022; impulsar políticas diferenciadas para las regiones y estados; fortalecer el Sistema Nacional de Investigadores; creación de un verdadero Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación; y fortalecimiento del vinculo entre el sector productivo y la academia.

La coordinadora del FCCyT, Gabriela Dutrénit, expresó ante los legisladores, qué es el Foro y el papel que desempeña. Enfatizó la importancia de los montos de inversión en ciencia y tecnología (“no es un gasto”) y destacó algunas propuestas como el retorno de los incentivos fiscales, los fondos directos o la creación de la Agencia de Innovación, mismas que fueron incluidas en el documento “Hacia una agenda nacional en ciencia, tecnología e innovación”, presentado en septiembre pasado. Una relativa convergencia.

Lo sorprendente es que el director de Conacyt no abundó en las cinco acciones que le recordó el senador. Más bien mencionó algunos aspectos que seguramente serán parte central de esta administración. Por ejemplo, destacó la idea de que Conacyt sea más receptivo a las solicitudes y demandas externas, más que a los programas tradicionales, así como la importancia de un marco regulatorio para la existencia de “un mercado del conocimiento que permita el flujo, la comercialización y la valoración de las ideas”. En su opinión, el actual, “es un momento histórico del sector, por la voluntad y el compromiso del presidente Enrique Peña de poner más recursos”.

Por su parte, el senador Romero Hicks, exdirector de Conacyt, también celebró el nombramiento del actual director de Conacyt y propuso como puntos de agenda de la comisión que debería reformarse la Constitución para incluir el tema de la ciencia y la tecnología, así como modificar la leyes General de Educación, la de Responsabilidades de los Servidores Públicos y la Orgánica de los Centros Públicos de Investigación. Tales cambios, en la perspectiva de Romero, permitirían una mejor respuesta del organismo rector de las políticas científicas y tecnológicas.

Faltan cuatro meses para la presentación del Plan Nacional de Desarrollo, todavía más tiempo para la elaboración de los programas sectoriales y mucho más para advertir los primeros resultados. Sin embargo, tal parece que ya existe un relativo consenso sobre algunos de los problemas principales y las vías de solución; es el alineamiento esperado por la firma del Pacto entre el gobierno federal y partidos políticos. Pero resulta excesivo calificarlo de momento histórico.

(Publicado en Campus Milenio No. 495. Enero 31, 2012)