Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
Las diferencias en el desarrollo mundial no constituyen ninguna novedad.
Las cifras destacan un voluminoso y notable crecimiento de la economía mundial
en las últimas tres décadas: los números se duplicaron en ese periodo. Nada
menos. Sin embargo: “la realidad es que la distribución es enormemente
desigual: entre 1988 y 2011, el 10 por ciento más rico de la población ha
acumulado el 46 por ciento del incremento total de los ingresos, mientras que
el 10 por ciento más pobre sólo ha recibido el 0,6 por ciento” (OXFAM, 2016).
La distribución
del ingreso tal vez es la desigualdad más notable y evidente, pero no es la
única. Esa misma desigualdad está en estrecha relación e interdependencia con
otro tipo de desigualdades, como la de género, la etnia, el lugar de
residencia, el acceso al trabajo, la educación y otras más. La distribución del
ingreso es básicamente económica, las restantes son predominantemente sociales
y políticas.
Si bien la región
latinoamericana no presenta los mayores indicadores de pobreza extrema y hambre
a nivel mundial (ese lugar, nada envidiable, lo ocupan Asia meridional y África
subsahariana, con alrededor del 80 por ciento del total de personas extremadamente
pobres en el mundo), sí muestra la mayor desigualdad. Por la misma razón, algunos
de los programas puestos en marcha por diferentes organismos de cooperación
internacional, se han dirigido principalmente a tratar de contener el grave y
dramático problema de la desigualdad social.
En el último
decenio, el énfasis de organismos como Naciones Unidas, se ha dirigido a la
búsqueda de una igualdad de oportunidades para el desarrollo de capacidades y
al mismo tiempo en una actualización sobre la igualdad en la titularidad de
derechos, sobre todo porque los segundos dependen de políticas públicas para la
protección del empleo, el desarrollo productivo, el acceso a los servicios
educativos, de salud, de seguridad social, entre otros.
En esta misma semana, la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) realiza en la Ciudad de
México su reunión bienal más importante para discutir centralmente el tema de
la desigualdad. La Cepal es un organismo de Naciones Unidas, creada hace casi
siete décadas, con la idea de impulsar el desarrollo económico de la región y estrechar
lazos económicos entre los países.
En particular, en la reunión que
se desarrolla en esta semana, se discutirá y acordará por ministros y expertos
el documento “Horizontes 2030: la
igualdad en el centro del desarrollo sostenible”, para intentar políticas y
alianzas regionales que permitan una mayor igualdad. Es parte de la Agenda 2030
para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos
últimos son los que reemplazaron a los anteriores Objetivos de Desarrollo del
Milenio a partir de este año y que estarán vigentes por los próximos 15 años.
También, previo al encuentro, la secretaria ejecutiva de la Cepal,
Alicia Bárcena y el secretario ejecutivo adjunto, Antonio Prado, publicaron el
libro “El imperativo de la igualdad. Por un desarrollo sostenible en América Latina y el
Caribe” (disponible en el sitio electrónico de la Cepal).
Un texto que resume y ordena la posición de la Cepal sobre el
tema de la igualdad. Una posición que, como se advierte en el prólogo mismo del
libro reciente, la expresó parcialmente en tres documentos anteriores: La hora de la igualdad (2010), Cambio
estructural para la
igualdad (2012) y Pactos para
la igualdad (2014).
Ahora, sintetizan una perspectiva sobre el desarrollo. Una que,
dicen los autores, “integra
las raíces del pensamiento estructuralista cepalino con una agenda ligada a la
construcción de una sociedad de derechos, así como la agenda de preservación de
la sostenibilidad ambiental y la emergencia de nuevas institucionalidades que
promuevan la igualdad y los espacios donde esta se disputa”.
En
el terreno de la educación, como distintos estudios han dado evidencia, mejoró
el acceso para niños y jóvenes en las últimas décadas en la región. Sin
embargo, por una parte, ahora son más notables las diferencias de logro entre
estudiantes de diferentes grupos de ingreso económico. Por otra parte, el
acceso no mejoró de la misma manera ni en la misma proporción para los
estudiantes de los diferentes grupos de edad ni de los distintos estratos
sociales.
Las
oportunidades se reducen conforme más alto es el nivel escolar y también son
menores para niños y jóvenes de hogares más desfavorecidos, todavía más en localidades
rurales y según el sexo. Las desigualdades educativas son una piedra atada al
cuello. Todo un reto.
Posdata: Me hicieron notar que la semana anterior dije, equivocadamente, que no
estaban los resultados de la convocatoria a los repositorios institucionales. Sí,
ya están publicados. Lo que sigue sin estar es el Repositorio Nacional.
(Publicado en Campus Milenio No.
658, Mayo 26, 2016, p.5)