viernes, 12 de noviembre de 2010

EL SISTEMA NACIONAL DE INVESTIGADORES

El año anterior el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) cumplió 25 años de existencia. En febrero pasado, a propósito de la prolongada demora para designar a su actual director y la celebración del primer cuarto de siglo de existencia del programa, comentamos que probablemente el SNI, en el futuro inmediato, continuaría con su mismo patrón de comportamiento y postergaría nuevamente una necesaria reforma (CampusMilenio No. 358). Sin embargo, tal vez el principio de realidad toca con mayor fuerza los marcos del programa y cada vez será más difícil contener un eventual proceso de cambio.

Los ángulos de discusión sobre el SNI son variados y van desde los modelos de evaluación que ha utilizado, la funcion compensatoria que ha cumplido, los perfiles que ha privilegiado, hasta su capacidad para orientar la actividad científica y tecnológica en el país o el tipo de impacto que tenido en el desarrollo de la ciencia.

Los efectos del programa son relativamente controvertidos. Algunos opinan que, sin duda, ha sido un instrumento relevante para incentivar el desarrollo de la actividad científica, tanto a nivel individual como institucional. Otros, aunque reconocen su capacidad para incrementar cuantitativamente la productividad, sostienen que sus efectos no han sido positivos, especialmente para alentar el trabajo colectivo e impulsar el sistema científico y tecnológico.

El SNI fue un programa pionero en la evaluación del rendimiento individual y de recompensa al mérito a nivel nacional en los difíciles años ochenta. En su decreto de creación del 26 de julio de 1984, una de las consideraciones especificaba que el sistema era para “estimular a los investigadores de calidad notable, así como a los investigadores que se inician en la carrera de investigación”.

En el mismo decreto original, en sus 25 artículos, quedaron establecidos fines, beneficiarios (los investigadores de tiempo completo de instituciones públicas), estructura, operación y funcionamiento del programa. Un par de años después, a partir de 1986, comenzaron los ajustes a su estructura y operación: se incrementó el número de comisiones dictaminadoras, las áreas de conocimiento, los componentes de evaluación, el recurso de revisión, la participación de investigadores de instituciones particulares, etcétera.

A pesar del cúmulo de modificaciones, el programa, en lo esencial, conserva en la actualidad más o menos los mismos objetivos, principios y bases de organización. Los cambios que ha expermientado han sido de ajuste técnico, más que de concepción o finalidades.

Sin embargo, parece que resulta cada vez más difícil sostener el programa sobre las mismas bases de operación. No solamente porque el SNI no puede crecer de forma exponencial e indefinida, tanto por los recursos financieros que implica como por la inclusión de miembros potenciales, como ya lo hemos advertido en otras oportunidades, sino también porque su mismo esquema de funcionamiento muestra síntomas de agotamiento y por las diferencias generacionales que probablemente se harán más evidentes.

El más reciente informe de gobierno estima que los miembros actuales del SNI suman 16,600 investigadores y casi tres cuartas partes del total se concentran en los candidatos a investigador (18 por ciento) y nivel I (56 por ciento). Si la evaluación periodica de los integrantes del sistema es cada tres años, excepto para los de mayor nivel o eméritos, quiere decir que alrededor de 5,000 expedientes son revisados cada año.

El asunto es que la evaluación es realizada fundamentalmente por los miembros de mayor nivel del propio SNI. Según el reglamento del programa, las comisiones dictaminadoras, una por cada área de conocimiento, se integran por 14 miembros y para pertenecer a ellas se requiere ser miembro del SNI con nivel III o emérito, aunque si no hay para alguna de las disciplinas entonces se podrá nombrar a investigadores del nivel II.

Actualmente suman poco más de un millar los de nivel III del SNI y representan alrededor del 8 por ciento del total y cuando inició eran casi un centenar y representaban el 6 por ciento del total. A su vez, en este mismo nivel se concentran los investigadores de mayor prestigio, pero también los de mayor edad.

Es decir, las proporciones de los diferentes niveles del SNI se han conservado y también las responsabilidades de evaluación, pero mientras que la base del programa (candidatos e investigadores nivel I) es cada vez más jóven, la cúspide es de mayor edad. Los miembros totales del SNI se multiplicaron por un factor de 10 en el periodo. Ciertamente, los integrantes después de más de dos décadas no se han vuelto más jóvenes y menos los nivel III.

Tal vez por la misma razón, los problemas serán más frecuentes con la integración de las comisiones dictaminadoras (La Jornada 8/11/2010) y con los procesos de evaluacion. Quizás los resultados del congreso de mayo pasado podrán ofrecer alguna alternativa.

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