lunes, 10 de noviembre de 2014


Los ritmos de la formación de alto nivel

Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
canalesa@unam.mx Twitter: @canalesa99

En entrega anterior comentamos que la preocupación por los estudios de posgrado, particularmente del doctorado, comenzaron tardíamente en México. Asimismo, advertimos que la misma situación se podría repetir en el caso de las estancias de investigación y los posdoctorados.

No solamente es el efecto de un incremento sucesivo de los grados escolares que presionan por elevar el nivel educativo. Una especie de reacción en cadena de los flujos escolares: un mayor número de egresados de un nivel tiene un impacto en el siguiente, éste en el subsecuente y así hasta llegar al más alto nivel.

Aunque ha crecido la cobertura del sistema educativo en todos los niveles (alcanzando la universalización de la educación primaria) e incrementado el promedio de escolaridad de la población, todavía quedan grandes pendientes en la retención en la media superior y el cumplimiento de su obligatoriedad, lo cual deberá hacerse realidad en el 2021. Ni se diga en materia de cobertura en educación superior que hoy solamente alcanza a tres de cada diez jóvenes del grupo de edad.

Entonces, por un lado, todavía hay espacio para la expansión del sistema educativo y la presión en su cúspide será mayor en el futuro cercano. Por otro lado, a pesar de la baja cobertura de educación superior, se registró un crecimiento importante en la oferta de estudios de posgrado, lo cual implicó la necesidad de instaurar un padrón de programas, como un mecanismo para regular y diferenciar su calidad. Un padrón que crece y persiste hasta hoy.

El asunto es que incluso con un volumen relativamente reducido de recursos humanos a nivel profesional y de posgrado, ha sido evidente la dificultad para ofrecerles espacios laborales acordes a su formación y expectativas. Lo sorprendente es que en esta situación, no solamente no disminuye la demanda educativa, al contrario, aumenta y especialmente en el nivel más alto.

Desde mediados de los años setenta, ante el desempleo y subempleo de profesionistas, cuando se puso en cuestión la idea del pleno empleo sostenida por la teoría del capital humano, se advirtió el fenómeno de la sobreeducación. Lester Thurow planteó que invertir en un mayor nivel educativo y/o esperar en la fila de los mejores empleos, era una “estrategia defensiva” preferible, en lugar de tomar cualquier puesto, lo cual explicaba el aumento de la educación incluso en tiempos de crisis.

Ahora, en un escenario nacional --y también internacional-- de escasas oportunidades en el mercado de trabajo y una benevolente política de apoyo para cursar estudios superiores, un sector de jóvenes opta por incrementar sus calificaciones escolares. El volumen es reducido, pero poco a poco la presión se ha desplazado de la maestría al doctorado y de éste al posdoctorado. El acomodo de los egresados no es sencillo.

Si el crecimiento del doctorado ha sido relativamente tardío aunque intenso en las últimas dos décadas, el del posdoctorado es todavía más reciente. En 1990, las estadísticas oficiales, con inexactitudes y variantes, hablaban de 17 posdoctorantes en el extranjero. Todavía en el año 2001, la cifra oscilaba entre 120 y 210 personas; en 2010 se dijo que se apoyaron a 74.

En el reglamento de becas de Conacyt del 2004, el penúltimo reglamento, ni siquiera mencionaba a los posdoctorados; apenas en el ordenamiento del 2008 se les incluye. En la definición que establece señala que la estancia posdoctoral está “dirigida a recursos humanos con grado de doctor para realizar estudios, desarrollar proyectos científicos o tecnológicos o para fortalecer programas de posgrado en los términos que al efecto se establezcan en la convocatoria o convenio correspondiente”.

El reglamento, también por primera vez, incluye a los posdoctorados –junto con el sabático— en la modalidad de beca de vinculación, no de formación de posgrado o de otro tipo. Más recientemente se ha impulsado con mayor vigor la idea de estancias posdoctorales nacionales vinculadas con el Padrón Nacional de posgrados de Calidad.

Seguramente, como también ocurrió con las becas de formación posgrado, el crecimiento de las estancias posdoctorales se incrementará en su vertiente nacional y en el extranjero conservará un volumen reducido.

Sea en uno o en otro lado, el asunto es si se trata de un cálculo meditado de formación de recursos humanos o de dilatar su ingreso a un mercado laboral refractario. Seguimos.

(Publicado en Campus Milenio No. 583. Noviembre 6, 2014, p.5)

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