Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 681. Noviembre 10,
2016. p. 5)
El Instituto de los Mexicanos en
el Exterior (IME) se quedó otra vez sin directora y la Agencia Mexicana de
Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid) también estará igual a
partir del mes próximo. Un caso no tiene nada que ver con el otro, salvo que
ambos son órganos desconcentrados de la Secretaría de Relaciones Exteriores
(SRE) y ejecutan parte de la política exterior del Estado mexicano. Una
circunstancia que será relevante en el actual contexto de cambio de gobierno en
los Estados Unidos.
Según lo reportó Excélsior, la renuncia de Eunice Rendón,
hasta la semana pasada titular del IME, le fue solicitada por la
Subsecretaría de América del Norte de la SRE y se debió a que “es una persona muy difícil para trabajar y tampoco
hubo empatía con su jefe” (04.11.2016: 14). La funcionaria apenas había
sido nombrada en marzo de este año, así que no cumplió ni siquiera un año.
Por su parte, María Eugenia Casar
Pérez, todavía directora de la Amexcid, en este mes cumple un año justo en el
puesto. En su caso, al parecer su renuncia se debe a motivos personales, aunque
primero, el mismo diario, había indicado que era porque no tenia el respaldo de
la canciller Claudia Ruiz Massieu.
El cambio de funcionarios en la
estructura burocrática, inclusive los de primer nivel, no tiene nada de
extraordinario, ocurre todo el tiempo. En una administración técnicamente
racional, se supone que las posiciones son asignadas según expertise de quien las ocupará y la confianza del superior
jerárquico. Generalmente, si no se demuestra una o se pierde la otra, viene la
sustitución de la persona.
Sin embargo, lo cierto es que una
buena parte de las posiciones en la administración pública están basadas más
bien en los intercambios entre fuerzas políticas, en las relaciones afectivas o
en la construcción artificial de carreras, cuando no en las relaciones
familiares o en las complicidades. La justificación siempre es la misma: lo
importante es la institución y los programas en marcha.
La improvisación en los
nombramientos de los servidores públicos, prescindir de la experiencia o del
conocimiento técnico sobre la materia, no puede llevar a buenos resultados. La
representación de México en Unesco y el voto emitido, lo comentamos aquí hace
algunas semanas, es uno de los episodios ilustrativos más recientes en el campo
de la política exterior.
Ahora, a la plaza vacante de la
misión permanente de México en Unesco, se suman las del IME y la de Amexcid. El
Instituto fue creado en el sexenio de Vicente Fox, después de sucesivos
programas desde los años noventa, para atender a los mexicanos que viven y
trabajan en el exterior, especialmente los casi 12 millones de compatriotas que
se localizan en Estados Unidos.
El IME coordina algunos programas
de educación, salud y asistencia financiera. Por ejemplo, el de becas para
jóvenes y adultos mexicanos en el exterior para que puedan continuar sus
estudios de nivel medio o superior. O bien, para que aquello que no han
concluido su educación básica lo hagan a través de las plazas comunitarias
instaladas en Estados Unidos. Se supone que el IME tiene responsables en los 50
consulados en la unión americana. No es poca cosa.
A su vez, la Amexcid es una organización
formalizada más recientemente, al comienzo de la década actual, junto con la
ley de cooperación internacional para el desarrollo, y tiene como misión coordinar,
planear y evaluar iniciativas de cooperación internacional para el desarrollo en
materia educativa, cultural, científica, turística y económica.
Es claro que los distintos
órganos de la SRE comparten obligaciones en la ejecución de la política
exterior. Pero la titular de la Secretaria, por la cadena de mando, es la que
ocupa la primera posición y la que concentra la mayor responsabilidad. Tal vez,
por la misma razón, la canciller Claudia Ruiz Massieu tuvo que aceptar los
costos de la desafortunada decisión de invitar a México al candidato
republicano Donald Trump.
La canciller compareció ante el
Senado la semana pasada y escuchó los reclamos de distintos legisladores. Por
ejemplo, el senador Zoé Robledo le espetó: “¿Ese 25 de agosto, cuando se envió la
carta a Donald Trump, si usted no sabía que lo iban a invitar entonces alguien
estaba tomando sus decisiones? Si usted sabía y estuvo de acuerdo de que Trump
viniera a México; entonces, es igual de responsable que los funcionarios que ya
han renunciado”. A lo que respondió que sí tuvo conocimiento, la secretaría
entregó las cartas de invitación y consideró que el diálogo “se antoja y antojaba
más necesario” (03.11.2016).
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