Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 854. Junio 18 de 2020. Pág.
4)
No dejan de ser notables las
intervenciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en las situaciones
críticas desatadas por la actual pandemia. La más reciente es la integración de
un equipo de científicos para trabajar en la vacuna contra el coronavirus en la
Organización Mundial de la Salud (OMS). El dato es relevante porque se añade a
otras participaciones clave que ha tenido en el mismo sector, contrario a lo
que ha ocurrido con el organismo rector de las políticas científicas y
tecnológicas.
Ya se sabe que las situaciones de
crisis son un escaparate que muestra en tiempo real las competencias o
debilidades de las instituciones. No hay forma de ocultar por mucho tiempo la precariedad
de condiciones o la infraestructura rotunda; tampoco las debilidades ni el
liderazgo.
Conforme a la ley aplicable, le corresponde
a la Secretaría de Salud (SS) el establecimiento de las medidas para prevenir y
controlar la epidemia. Además, existe un Consejo de Salubridad General, órgano
de máxima autoridad en la materia que depende del ejecutivo federal pero lo preside
el secretario de Salud. Lo integran 13 vocales titulares de muy diversas
instituciones y secretarías (no incluye a la SRE) y otros 19 vocales invitados (el
Conacyt entre ellos).
Es decir, formalmente, la
responsabilidad sobre cómo enfrentar la crisis se distribuye en una estructura
relativamente amplia y diversa de instancias, aunque en la práctica se
concentra en el equipo de la SS y más mediáticamente en la subsecretaría que
encabeza Hugo López Gattel, el hombre fuerte contra el coronavirus que tiene toda
la confianza y el respaldo del presidente de la República.
En el primer nivel, como han dejado
testimonio las conferencias de prensa y las acciones, la SS dirige la
coordinación de todo el gabinete sobre la pandemia. No obstante, hay un segundo
nivel de participación en la crisis que corresponde propiamente al ámbito de
especialidad de cada sector: Ciencia y Tecnología, Economía, Seguridad Pública,
Educación, Gobernación, Trabajo, Energía, etcétera.
Ahí, en el segundo nivel, el sistema
científico y tecnológico, junto con el de Gobernación, han sido los menos visibles.
Ambos sectores tienen recursos y capacidades instaladas para colaborar en el
control de la pandemia. Sin embargo, prácticamente han pasado desapercibidos, o
bien, se han hecho notar por los motivos equivocados.
Lo hemos dicho en este Acelerador de Partículas: el Conacyt llegó
tarde, mal y fragmentado al combate contra el coronavirus. A pesar de que es la
cabeza del sector que articula las políticas públicas en materia de ciencia y
tecnología de todas las secretarías de Estado y asesora al ejecutivo federal,
simplemente no ha jugado un papel relevante. Ni hablar de su compromiso con los
ventiladores mecánicos que debieron estar listos hace más de un mes y a la
fecha no están.
El subsecretario López Gattel ha
dado crédito a los modelos matemáticos elaborados por el organismo para las
proyecciones de las curvas epidémicas, las estimaciones de movilidad pública,
los mapas de riesgo o su colaboración en la elaboración de pruebas para
detectar el virus. Sin embargo, lo cierto es que no logró sumar el conocimiento
y experiencia de los recursos humanos de alto nivel que tiene en su sistema, ni
las capacidades en red de sus instituciones.
Algo similar ocurrió con la Secretaría
de Gobernación. Tiene bajo su responsabilidad la coordinación de las
secretarías, las convocatorias a reuniones del gabinete y todo lo relacionado
con la política interna. No obstante, públicamente no apareció en las grandes
decisiones para controlar el Covid-19, ni siquiera en la iniciativa de
colaboración entre el sistema de salud público y privado.
Por el contrario, la SRE y su
titular, Marcelo Ebrard, sin pertenecer al Consejo de Salubridad General, desde
el comienzo de la pandemia, cuando las fronteras en el mundo estaban por
cerrarse, intervino para traer a connacionales (becarios y no becarios de
Conacyt). En enero de este año también firmó un convenio marco con la UNAM para
organizar y llevar a cabo proyectos de investigación; al mes siguiente, cuando
estaba en ascenso el problema, presidió una reunión de virólogos para proyectar patrones del virus en
América Latina y el Caribe (Cinvestav, 02.02.2020).
La SRE también se encargó de las donaciones
internacionales, las compras de insumos y equipamiento para el sistema de salud
e incluso del convenio con hospitales privados para que pusieran a disposición
del gobierno federal 50 por ciento de sus camas, el cual por cierto culminó el
pasado 28 de mayo.
Ahora, la misma SRE informa que
convocó a 18 investigadores de ocho universidades e institutos de salud para
integrar un equipo que representa a México ante la OMS y cuyo objetivo es
colaborar en la vacuna contra el Covid-19 (Milenio
Diario 15.06.2020).
Efectivamente, la cabeza del
sector científico y tecnológico no parece estar en Conacyt.
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