Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 862. Agosto 13 de 2020. Pág.
4)
El próximo mes iniciará en el
Congreso la discusión sobre la Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación
(LGCTI) y hay varios puntos de tensión. Algunos de los destacados incluyen: el
nombre mismo de la ley, la orientación, el monto de presupuesto, la centralización
de funciones, la distribución de competencias entre federación y entidades
federativas, la gobernanza y los instrumentos de conducción del sector. Importantes
como son, no son los únicos.
Por ejemplo ¿qué hay del Programa
Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti)? Un programa previsto
desde la ley sectorial de 1999 y que sucesivas reformas han conservado. ¿Ahora
ocurrirá lo mismo? No está nada claro.
El Peciti, en cada nueva
administración, ha establecido no solamente el norte al que debe dirigirse el
Conacyt, también lo que harán las dependencias públicas que realizan
actividades científicas y tecnológicas. El programa, desde el mes de enero,
tendría que estar debidamente publicado en el Diario Oficial de la Federación y, sin embargo, a la fecha no lo
está.
Lo raro es que la directora del
Conacyt, Elena Álvarez Buylla, ha sostenido reuniones con legisladores para
explicar lo que está haciendo el sector, participa en las reuniones de gabinete
para atender problemas emergentes, ha intervenido en las conferencias de prensa
desde Palacio Nacional para informar sobre logros y pone en marcha lineamientos.
No obstante, nadie le pregunta qué ocurrió con el Peciti y tal vez a nadie le parece
una anomalía que no exista.
La que sucede con el Peciti no es
la excepción. Los programas sectoriales de la actual administración aparecieron
a partir del 24 de junio, o sea, medio año después de la fecha en la que
debieron estar listos. No hubo ninguna explicación pública ni asomo de
justificación. Aparecieron y ya.
El retraso no fue debido a la contingencia
de la actual epidemia, porque ninguno revela adecuaciones o ajustes al
respecto, es más, ni siquiera mencionan el coronavirus. Incluso el programa
sectorial de Salud, el más directamente implicado en la pandemia en curso,
sigue sin ser publicado.
En el sector, algunos piensan, y
otros dicen, que ya está publicado un extenso Programa Institucional 2020-2024
del Conacyt (DOF 23.07.2020) que tiene un diagnóstico, justificación, objetivos,
estrategias y metas para el sector,
por lo que carece de relevancia si existe o no el Peciti. Sin embargo,
definitivamente, un programa institucional y un programa especial no son lo
mismo.
Según la Ley de Planeación, un
programa institucional solamente se refiere a la planeación de actividades para
una sola entidad (secretaría de Estado o entidad paraestatal), por lo que debe
apegarse a lo que está previsto en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) y al programa
sectorial al que pertenece.
En cambio, los programas especiales
se refieren a las prioridades de desarrollo integral del país que están fijadas
en el PND, o bien, a las actividades que involucran a dos o más dependencias
coordinadoras de sector. Y viene al caso la actividad científica y tecnológica porque
Conacyt es el organismo rector, pero diferentes secretarías de Estado y
distintas entidades también realizan actividades relacionadas.
El Peciti establece los grandes
objetivos a lograr en el periodo, así como las reglas para coordinar los
esfuerzos de otras dependencias gubernamentales en el mismo terreno. Desde la
ley de 1999 quedó establecido que sería un programa especial porque habría una
programación-presupuestación con todas las secretarías para lograr un mayor
impacto de la política pública en la materia. Por la misma razón, claramente,
un programa institucional es diferente de uno especial y es la base para
distribuir el presupuesto federal.
La importancia del Peciti y al
mismo tiempo el vacío de su ausencia también se puede advertir en las recientes
disputas públicas protagonizadas por Víctor Toledo y Víctor Villalobos, secretarios
de Medio Ambiente y de Agricultura y Desarrollo Rural, respectivamente. Los
puntos de discrepancia surgen por las formas diferentes de encarar la industria
agroalimentaria y el desarrollo de energía. Un tema que trasciende la esfera de
una secretaría. En tales casos, como también ocurre con el desarrollo de
vacunas o equipo médico, el Peciti tendría que sostener una posición, ejercer
un liderazgo e impulsar líneas de acción compartida.
Lo sorprendente es que Conacyt,
el organismo cabeza de sector que aglutina instituciones especializadas, tiene
a su disposición los instrumentos necesarios y reúne las mayores capacidades
técnicas, no tiene un programa especial ni voz sobre los temas polémicos.
Solamente tiene un programa institucional que acaba en la frontera del propio
organismo.
Desde hace 20 años la ley del
sector dice que debe haber un Peciti y así ha sido. Hoy no existe. Si es una
anticipación de lo que ocurrirá en la LGCTI que está por discutirse, será un
error y un retroceso retornar a los límites de un programa institucional.
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