Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No.
685. Diciembre 8, 2016)
Las palabras del presidente de la
República, Enrique Peña Nieto (EPN), al iniciar su quinto año de gobierno, se
oyen bien y suenan convincentes. En el clima de zozobra que ha traído el
próximo cambio de gobierno en los Estados Unidos, la inestabilidad en los
indicadores nacionales y los injustificables casos de corrupción gubernamental,
se echaba en falta claridad y firmeza en la posición del ejecutivo federal.
Sin embargo, casi que terminando
el discurso del presidente viene la renuncia del gobernador del Banco de México
por causas no del todo explicadas --apenas en enero comenzó su segundo periodo
y estaba previsto que concluyera en diciembre de 2021— y las palabras vuelven a
ser las de siempre. Otra vez en el carril equivocado, atizando la incertidumbre
y el desequilibrio financiero. Una política de ensayo y error que las encuestas
han registrado puntualmente.
El discurso de EPN destacó un reconocimiento
a las fuerzas políticas y sobre todo una convocatoria a la unidad para
enfrentar los retos: “uno de ellos será establecer una relación constructiva con
el nuevo gobierno de los Estados Unidos de América, nuestro vecino
geográfico y principal socio comercial”. Claro, lo que todavía no se ve son las
bases de esa “relación constructiva” y menos la disposición favorable de la
contraparte estadounidense.
El ejecutivo federal también
demandó el esfuerzo de todos y asumió la parte de su responsabilidad: “Trabajaré
con ahínco cada día de los dos años que restan al sexenio y me aseguraré
de que mis colaboradores cumplan su parte. Defenderé las libertades, los derechos
y la dignidad de los mexicanos, donde quiera que residan o se encuentren”
Las definiciones parecen
correctas para el último tramo del actual periodo de gobierno, cuando las cosas
no pintan nada bien y todavía no se sabe exactamente cuántas de las amenazas
cumplirá el próximo presidente estadounidense Donald Trump. Intimidaciones a
las que también se ha sumado el vicepresidente electo Mike Pence al declarar
sibilinamente que “hay varias maneras” para que México pague la presunta
edificación de un muro en su frontera sur e insinuar que podría estar asociado
a la negociación del TLCAN (Milenio
Diario 05.12.2016).
El presidente, como parte de sus
logros en estos cuatro años, dio a conocer de forma sintética algunos avances
en sus diferentes áreas de gobierno. En el sector educativo enumeró seis
acciones que están en la ruta de garantizar una educación de calidad: la
reforma educativa; el incremento de la cobertura educativa; la inversión triplicada
en ciencia y tecnología; mayor número de becas; el programa de escuelas al
cien; y el número creciente de escuelas de tiempo completo.
Desafortunadamente, los avances
que destaca el gobierno federal no toman como punto de referencia las metas que
la propia administración se autoimpuso en cada rubro. Si ese fuera el caso, desde
ahora se advierte que nos cruzaremos de brazos a esperar los resultados. Es el
caso de la inversión en ciencia y tecnología, y tal vez el de cobertura en
educación superior.
Por ejemplo, en el avance reportado se anota que el gasto
federal acumulado en ciencia y tecnología en los primeros cuatro años de este
gobierno, si lo comparamos con el mismo gasto y el mismo periodo en el gobierno
de Vicente Fox, se ha triplicado. Así es y es una ingeniosa presentación de
datos. Claro, por una parte, es un periodo relativamente largo, así que
mientras más lejano el periodo de comparación la diferencia será mayor y
viceversa ocurrirá lo contrario (no alcanza a duplicar la cifra para el mismo
periodo de Felipe Calderón).
Por otra parte, y más importante, las cifras que se
comparan están términos nominales, corrientes, no es el gasto federal para
ciencia y tecnología como proporción del PIB. Si fuera este último caso, el
panorama es un tanto diferente. En el año 2000 representaba el 0.42 por ciento
del PIB y para este año está alrededor del 0.50 por ciento. El avance es mucho
más modesto.
Además, el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e
Innovación tiene como meta una inversión
nacional (pública y privada, no solamente el gasto federal) en investigación
científica y desarrollo experimental del uno por ciento respecto al PIB, al
término del sexenio. Faltan dos años pero desde ahora se puede advertir que
definitivamente no se cumplirá: en el 2010 el indicador era de 0.54 por ciento
y en este año el número sigue siendo el mismo 0.54 respecto al PIB.
Seguramente
el indicador no mejorará. Por un lado, porque la tendencia al alza del gasto
federal para el año próximo se frenó y tal vez ya no podrá recuperarse. Por
otro lado, porque el mismo gobierno federal ha dicho que el sector particular
no ha hecho, y seguramente no hará, la aportación que le corresponde.
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