Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 697. Marzo 16, 2017. Pág. 5)
La cifra oficial más reciente sobre el Gasto en
Investigación y Desarrollo Experimental (GIDE) dice que, para el 2016, alcanzaba
una proporción de 0.54 por ciento como porcentaje del PIB. Es el número que
apareció en septiembre del año pasado en el anexo estadístico del más reciente
Informe de gobierno. Es una cantidad estimada cuyo volumen también se repite
para el 2014 y el 2015.
Sin embargo, en nota a pie de página, en el mismo
anexo estadístico dice: “Los datos de 2007 a 2013 difieren de los publicados en el
Tercer Informe de Gobierno, debido a que se calcularon considerando la
reclasificación de acuerdo a la nueva versión 2015 del Manual Frascati de la
OCDE, que especifica que se debe contabilizar como IDE el trabajo realizado por
estudiantes de doctorado y maestría. A partir de 2014 datos estimados que
consideran las recomendaciones de dicho Manual” (Pág. 239)
Y sí, efectivamente, si uno
compara los datos del GIDE en los dos Informes de Gobierno más recientes, los
números no coinciden. Aunque, en todo caso, la modificación no se produce a
partir del 2014, el año previo a la reclasificación del Manual Frascati, la
diferencia se va más atrás, a partir del 2007 que fue cuando se revisaron las
Cuentas Nacionales. Así que las cifras sobre el GIDE y la participación
relativa de los sectores público y privado se ha deslizado varias centésimas en
la última década.
¿Y esto qué tiene de relevante o
por qué nos debería importar la cifra del GIDE y sus variaciones? En primer
lugar, estimado lector, seguramente usted lo tiene presente, se trata de uno de
los principales indicadores que la actual administración se planteó como
objetivo y meta sectorial: contribuir a
que la inversión nacional en investigación
científica y desarrollo tecnológico crezca anualmente
y alcance el uno por ciento del PIB para el 2018.
Así es,
se trata del compromiso que hizo el actual gobierno desde los tiempos de
campaña y que después se fue ajustando en el Plan Nacional de Desarrollo y en
el programa sectorial. De hecho, al comienzo se asumió que el incremento sería
por cuenta del sector público y especialmente del gobierno federal, luego se
fue precisando y al final quedó que sería una contribución tanto del sector
público como del sector privado (gasto nacional).
En
segundo lugar, y tal vez más importante, el GIDE es el volumen de recursos
financieros aplicados a la generación de nuevo conocimiento. Esto supone que
mientras mayor sea el volumen de recursos dirigido a este rubro, el desarrollo
económico y tecnológico será más intenso, por lo tanto habrá más inversión, se
crearán más empleos de mejor nivel y habrá un mayor bienestar social. Si uno ve
en perspectiva el desarrollo de diferentes naciones las cosas no son tan
sencillas, pero, por ahora, solamente pongamos el acento en los eventuales
beneficios de este tipo de gasto.
En
tercer lugar, el GIDE es el indicador internacional que permite establecer
comparaciones certeras sobre el volumen de recursos que cada nación destina a
ese rubro. El Manual Frascati, desde mediados de los años sesenta, ha sido el documento
técnico de referencia, aceptado por diferentes organismos, como la OCDE, UNESCO
y la Unión Europea, para establecer estándares de recolección y publicación de
los datos estadísticos de la IDE, en el que se incluyen los recursos
financieros y humanos.
Según
el Manual Frascati (2015), la IDE “comprende el trabajo creativo y sistemático
efectuado para incrementar el volumen de conocimientos, incluyendo el
conocimiento del ser humano, la cultura y la sociedad, y el uso de esos
conocimientos para crear nuevas aplicaciones (pág. 44). Además debe satisfacer
cinco criterios: novedosa, creativa, incierta, sistemática, transferible y/o
reproducible.
La
definición de la IDE ha sido consistente y relativamente permanente en las
diferentes revisiones del Manual Frascati. No es fortuito, se le considera como
la parte medular de las actividades científicas y tecnológicas. Las otras dos
actividades complementarias son: i) la enseñanza y la formación científica y
técnica, y ii) los servicios científicos y tecnológicos.
En los
últimos 50 años, el Manual ha sido reformulado en cinco ocasiones, la más
reciente es la sexta y es donde se sugiere incluir en el GIDE la inversión en
la formación, la cual estaba anteriormente excluida en el cálculo.
Nacionalmente, la reclasificación, como ya lo indicamos, se operó en el Informe
de gobierno del año pasado.
Sin
embargo, desde el 2014 ya se había aplicado la reclasificación en el “Informe
general del estado de la ciencia, la tecnología y la innovación” de ese año.
Este último, para efectos prácticos, es la publicación de Conacyt con la
información oficial más completa y desagregada del sector. El problema es su
actualización, el más reciente corresponde a 2014 y sí, lo que quiere decir es
que en materia de GIDE, al menos durante 2015, unas eran las cifras del Informe
de gobierno y otras las del sector.
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