Alejandro Canales
UNAM-IISUE/PUEES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 840. Marzo 5, 2020. Pág. 5)
Tal vez, en esta ocasión, el día
internacional de la mujer no será como lo ha sido en años anteriores.
Generalmente había sido un día para sensibilizar a la ciudadanía sobre los
persistentes problemas de la igualdad de género, un motivo para actualizar las
cifras gubernamentales en la materia o para renovar lo más florido del
repertorio de discursos ensayados sobre el papel de la mujer. No, ahora probablemente
comenzará el tiempo de las acciones y los resultados.
El clamor más fuerte por una
igualdad de género no es del último año y ni siquiera de la década reciente. Desde
luego tiene raíces históricas que se remontan a mediados del siglo XIX en
Estados Unidos, cuando se realiza la primera convención nacional por los
derechos de las mujeres, luego la paulatina conquista de derechos civiles y el
legado de diferentes y prolongados movimientos feministas en diferentes partes
del mundo a lo largo del siglo XX.
No obstante, la variable género
ha retumbado con particular intensidad desde el comienzo de los años 2000, en
especial por el acoso sexual y la violencia hacia las mujeres. El movimiento
“Me too” (yo también) surgió en esos años en los Estados Unidos, acotado a
comunidades marginales para ayudar a mujeres víctimas de violencia sexual, pero
unos años después adquirió notoriedad porque muchas mujeres con diferentes
ocupaciones y distintas posiciones en la escala social se identificaron con el
“yo también” e hicieron público que también viven o vivieron un acontecimiento
similar.
Algo parecido ocurrió con el
trabajo de “Las tesis”, el colectivo feminista chileno creador al final del año
pasado del proyecto “Un violador en tu camino”. Una ejecución que se ha
convertido en un himno sensible en diferentes lenguas y en distintas partes del
orbe. No es fortuito. Nuevamente, porque las mujeres que han sufrido acoso no
son ninguna excepción; la violencia era y es una realidad compartida.
Sin embargo, la problemática
tiene distintas magnitudes en las diferentes regiones. El caso de violencia
extrema es el feminicidio, esto es, privar de la vida a una mujer por razones
de género, como lo identifica el Código Penal Federal en México. Las
estadísticas oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública muestran que en
los últimos cinco años es un delito que sigue al alza: en 2015 se
contabilizaron 411 presuntos feminicidios y el año pasado sumaron 980. La cifra
más reciente muestra que en el mes de enero alcanzaron 72; poco más de dos
mujeres muertas diariamente.
Aunque las cifras pudieran estar
subestimadas por los procedimientos para la tipificación del delito, de
cualquier forma son una desgracia y son indignantes. Ahí se localiza una de las
razones de la magnitud de la ira social, las perturbadoras muestras de
inconformidad y los reclamos airados sobre la insuficiente atención de las
autoridades. En estas circunstancias, lo elemental serán las acciones para
garantizar la seguridad de las mujeres.
Otro elemento es que en México la
visibilización pública del problema no fue por el renombre de personalidades
del espectáculo, el deporte o los medios. A diferencia de otros países, la caja
de mayor resonancia sobre el acoso y la violencia hacia las mujeres ha sido en
las instituciones educativas y especialmente en las de nivel superior, tanto
públicas como privadas.
Una situación que ha obligado a las
universidades a revisar protocolos, normas, organización y funcionamiento, lo
mismo que a buscar soluciones satisfactorias. El problema ha paralizado las
actividades en diferentes instituciones y en la UNAM, por ejemplo, la Facultad
de Filosofía y Letras permanece cerrada desde noviembre del año pasado.
Recientemente, la máxima casa de estudios anunció la creación de una Coordinación
para la Igualdad de Género. El conflicto, sin embargo, trasciende los
muros escolares y las fronteras.
Tal vez, por la misma razón,
Naciones Unidas ha indicado que este año representa una oportunidad para
movilizar la acción mundial a favor de la igualdad de género y la plena
realización de los derechos humanos de todas las mujeres y las niñas. Porque,
en efecto, existe un relativo consenso en que el avance ha sido extremadamente
lento para las mujeres y en México ni siquiera está garantizada la seguridad de
la vida de las mujeres.
Naciones Unidas señala: Al día de hoy, ningún país puede pretender
que ha alcanzado la igualdad de género. Hay una serie de obstáculos que
permanecen sin cambios. Las mujeres y las niñas siguen siendo infravaloradas;
trabajan más, ganan menos y tienen menos opciones; y sufren múltiples formas de
violencia en el hogar y en espacios públicos. Además, existe una amenaza
significativa de reversión de los logros feministas que tanto esfuerzo costó
conseguir.
Así es, llegó la hora de las
acciones y los resultados.
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