En las últimas
dos décadas los números de la entidad han mejorado, pero junto con otras tres
entidades sigue concentrando algunas de las cifras más preocupantes de la
desigualdad social, el atraso educativo y el escaso desarrollo científico y
tecnológico.
Actualmente, Chiapas
ocupa la nada honrosa posición de ser el primer lugar en población analfabeta
en el país. El 17 por ciento del total de su población de 15 años y más no sabe
leer y escribir. Si hacemos la diferencia por sexo, el problema del analfabetismo
es más dramático para las mujeres: 22 por ciento (los hombres 13 por ciento).
Tómese como
referencia que a nivel nacional la tasa de analfabetismo general es de 6 por
ciento y el de mujeres de 8 por ciento. En el DF la tasa es del 2 por ciento,
los mejores números en todo el país en este indicador y que nos permite
advertir la distancia a la que está Chiapas en este terreno.
El grado
promedio de escolaridad de su población de 15 y más años es de 6.7 grados; a
nivel nacional es de 8.6 grados. Aunque se ha logrado prácticamente la
universalización de la educación primaria, como también ocurre en el país, los
pendientes se localizan en la educación preescolar (principalmente en la
atención a los niños de 3 años) y en la cobertura de la educación secundaria
(actualmente es de 90 por ciento), media superior y superior.
En comparación
con las cifras que presentaba en 1990, antes del conflicto armado zapatista y
la concentración de recursos públicos, el avance se ha registrado
principalmente en la educación básica y media superior. Al menos en esos
niveles abandonó las últimas posiciones.
Sin embargo,
en lo que concierne al porcentaje de analfabetismo y cobertura en la educación
superior, al inicio del periodo de referencia tenía los peores lugares y lo
sigue teniendo hoy día. Redujo el analfabetismo más de 10 puntos porcentuales
en dos décadas y casi triplicó la cobertura en educación superior (actualmente
es de 14 por ciento), pero en ambos casos sigue en último lugar y los
porcentajes son inaceptables.
Lo
sorprendente es que en matrícula de posgrado no ocupa la última posición --aunque
solamente un par de sus programas están en el padrón de posgrado y solamente
cinco instituciones ofrecen programas de doctorado-- y desde el año 2000 la
entidad cuenta con su Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología de Chiapas
(Cocytech). No fue el primer organismo en crearse en el país, pero tampoco de
los últimos (el primero fue en Puebla en 1983 y el más reciente fue en Oaxaca
en el 2009).
La entidad
también cuenta con una ley de ciencia y tecnología, la cual fue promulgada en
el 2004. Actualmente tiene 160 investigadores reconocidos en el Sistema
Nacional de Investigadores (SNI). Aunque desde el 2005 la entidad creó su
propio Sistema Estatal de Investigadores, en el que incluye a un mayor número
de investigadores con diferentes grados escolares.
El programa
institucional 2007-2012 del Cocytech, una administración que está por concluir,
se planteó tres objetivos: vincular al sector productivo con los centros de investigación;
transferencia de tecnologías; y consolidar la eficiencia y eficacia del sistema
estatal de ciencia y tecnología. Incluyó una media docena de proyectos y otras
tantas metas.
Lo
sorprendente es que el programa nada mencionó de plan alguno para concentrarse
en la producción de bioenergéticos. Sin embargo, desde el 2010 esa fue la principal
iniciativa de la administración del gobernador chiapaneco Juan Sabines, a
través de una planta de producción de biodiesel a base de semillas del arbusto
Jatropha, la cual alimentaría a dos sistemas de transporte público. Lo
lamentable es que se trató de un proyecto fallido.
Según lo
reportó Edgar Hernández (Reforma 29/10/12: 14), los camiones utilizarían
inicialmente 20 por ciento de biodiesel y 80 por diesel; paulatinamente
alcanzarían el 100 por ciento de biodiesel. Pero no. El mismo reportaje indica
que no se ha logrado la reconversión, ni la planta de biodiesel opera ni las
unidades utilizan los porcentajes esperados del bioenergético. Un fracaso.
El caso es
ilustrativo de lo que ocurre con muchas iniciativas que parecen prometedoras,
pero que no buscan ser una verdadera solución o se extravían en algún punto de
su implementación. Lo lamentable es que se trata de entidades con graves
carencias y que, encima, prescinden del apoyo de los conocimientos científicos
y tecnológicos.
(Publicado en Campus Milenio. 485. Noviembre 8, 2012)
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