Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus Milenio No. 702. Abril 28, 2017. pág.
5)
Sí, había profesores e investigadores; contadas,
excepcionales, las figuras públicas del sector científico que se aparecieron. La
mayoría eran jóvenes promesas de diferentes programas de posgrado. Unos más
acostumbrados a la irreverencia y a la manifestación pública de la
inconformidad, como jóvenes que son; otros descubriendo que se puede alzar la
voz y tomar, momentáneamente, las principales avenidas del centro de la Ciudad
de México. Era “La marcha por la ciencia”, el pasado 22 de abril, precisamente
en el “Día de la Tierra”.
El origen de las múltiples y diversas marchas que se
realizaron en una treintena de países, y en alrededor de 600 ciudades de todo
el mundo, fueron las alarmantes y controvertidas posiciones de Donald Trump, el
presidente estadounidense. Sobre todo por lo que ha sostenido respecto al
cambio climático, los inconcebibles “hechos alternativos”, la modificación de
su sistema de salud, la intención de recortar el presupuesto para la actividad científica
y el endurecimiento del sistema migratorio.
Desde luego, si las opiniones se convierten en acciones,
como es el caso, el impacto será mayor en el sistema educativo y cientifico
estadounidense, pero no quedará limitado a sus fronteras. Los efectos se
expanden a todo el mundo, no solamente porque la actividad científica, el
conocimiento, es una empresa de redes, colectiva, global, también por la
interconexión e interdependencia que guardan las naciones.
No es fortuito que The
Society for Social Studies of Science (4S), una de las asociaciones que
agrupa a científicos de diferentes partes del mundo, fundada a mediados de los
años 70, haya reafirmado su internacionalismo y su profundo aprecio por las
diferentes perspectivas y experiencias de todos sus integrantes. De hecho, para
su próxima reunión de agosto que se realizará en los Estados Unidos, ha
decidido integrar un comité de apoyo a viajeros no estadounidenses y también acordó
pluralizar los lenguajes de presentación de los trabajos, así que las
presentaciones no solamente serán en inglés (http://www.4sonline.org).
Un cambio notable.
Precisamente, como dice la frase que se volvió relativamente
viral en las redes y en las pancartas de las marchas por la ciencia: “No hay un
planeta B”. Efectivamente, hasta ahora no tenemos otra opción a la mano para
echar a perder, así que lo que una nación haga o deje de hacer en la Tierra,
tiene amplias repercusiones en el resto de países y debiera ser de interés de
todos, sean emisiones contaminantes, flujo de personas o colaboración académica.
Seguramente por esa razón y con la potencialidad de las redes sociales, la
convocatoria a la marcha se convirtió rápidamente en más de medio millar de
marchas en todo el mundo.
En un inicio, como se planteó el pasado mes de enero por
científicos en Estados Unidos y a semejanza de la marcha de las mujeres, era manifestarse
públicamente en defensa de la integridad de la ciencia, su relevancia para la
construcción de una mejor sociedad y en favor de una elaboración de políticas
fundada en evidencias (www.marchforscience.com).
Una iniciativa que rápidamente respaldaron las principales asociaciones
científicas de casi todo el mundo.
Sin embargo, aunque en la mayoría de las marchas de los
distintos países se recuperó el asunto de los recursos financieros y la defensa
de la actividad científica, también en cada uno se ponderaron diferentes aspectos. En México, seguramente
porque una buena parte de los manifestantes eran estudiantes de posgrado, una
de las expresiones más recurrentes fue la solicitud de becas para todos y un
financiamiento suficiente para el sector.
Ciertamente, el número de marchistas en la Ciudad de México
fue relativamente reducido –
todavía menos lo fueron en otra docena de ciudades de la
República—, aunque tal vez su importancia no se debe al volumen de personas que
logró convocar. El cálculo de asistentes
es variable, las cifras van de 1 mil 500 a 4 mil. Todos cupieron
holgadamente a un costado del zócalo capitalino, ahí en la Plaza de la
Fundación, esa plaza que está en Pino Suárez, frente a la Suprema Corte de
Justicia.
Las pancartas de la marcha eran ilustrativas: “Más becas,
menos diputados”; “No más recortes a ciencia”. “Un país sin ciencia, sin
investigación y sin educación es un país dependiente”; “Ciencia para la vida,
no para la guerra”. “Monarquía política y empresarial. Sin ciencia México será
maquilador”.
El discurso de los oradores, en la Plaza de la Fundación,
también enfatizó la importancia de los recursos financieros. Por ejemplo,
algunos hicieron notar que no se cumple lo que dice la ley en materia de
presupuesto para ciencia y tecnología, el esperado 1 por ciento respecto al
PIB. Otros, principalmente los jóvenes oradores, demandaron un mayor número de
becas y condiciones dignas para desempeñar su actividad.
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