Alejandro Canales
UNAM-IISUE/SES
Twitter: @canalesa99
(Publicado en Campus
Milenio No. 710. Junio 22, 2017. pág. 5)
Los comunicados oficiales de la
administración Trump son el tipo de noticias que pueden ir de malas a peores. Lo
mismo para precisar políticas migratorias, negociaciones comerciales,
posiciones diplomáticas o la revocación de programas. Quizás, por la misma
razón, cuando no anuncian lo peor, ya se toman como una buena noticia.
Por ejemplo, el pasado 15 de
junio, el Departamento de Seguridad Nacional publicó el memorando en el que
anuncia la revocación del programa Acción Diferida para los Padres de
Americanos (DAPA, por sus siglas en inglés), y aclara que el programa de Acción Diferida
para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) “seguirá
vigente” (https://www.dhs.gov).
En los medios que recuperaron la
noticia, el énfasis que prevaleció fue la permanencia del programa DACA, muchos
ni siquiera mencionaron el DAPA. Ciertamente, conservar el primero fue una
buena noticia, un respiro, momentáneo, para los cientos de miles de jóvenes que
están inscritos en el programa y vivían en la zozobra de una deportación
masiva.
El DACA es el programa que puso
en marcha la administración de Obama en junio de 2012, dirigido a aquellos
niños y jóvenes que habían llegado sin documentos a los EE. UU., los llamados dreamers, para protegerlos temporalmente
de una deportación. Inscribirse en el programa les permitía obtener un permiso
de empleo, un número de seguro social y tramitar una licencia de conducir. La renovación
de estatus es cada dos años.
Desde luego, para solicitar su
registro en el DACA, los dreamers
debían cubrir ciertos requisitos: haber ingresado a territorio estadounidense
antes de cumplir 16 años; una edad mínima de 15 años y máxima de 31 años al 15
de junio de 2012; no haber sido declarado culpable por un delito grave, un
delito menor significativo o tres delitos menores; y contar con un diploma de
bachillerato (high school), equivalente
o estar estudiando. Y sí, muchos de los jóvenes inscritos ya contaban con
estudios universitarios y de posgrado.
A su vez, el DAPA, planteó un
proceso similar, una especie de extensión del programa DACA, porque se dirigía
a los padres. Anunciado también por la administración Obama en noviembre de
2014, tenía como destinatarios a las personas indocumentadas, pero que eran padres
de ciudadanos estadounidenses o de un residente permanente legal. Podían
inscribirse aquellos que, además, habían residido continuamente en los Estados
Unidos desde enero de 2010.
Sin embargo, lo cierto es que el
DAPA nunca se puso en operación, porque un juez federal de Texas bloqueó la
orden ejecutiva de Obama, luego de que 26 estados establecieron una demanda, comandados
por Texas, al argumentar que el expresidente se estaba extralimitando en su
autoridad para proteger a inmigrantes ilegales. El caso se llevó a la Corte
Suprema de Estados Unidos y quedó con una votación dividida en partes iguales
(4-4) por lo que el bloqueo y litigio permaneció hasta ahora (The New Yor Times. 16.06.2016).
Hoy, con el memorándum firmado
por Kelly, la administración Trump resuelve en definitiva. Ahí se asienta que
el programa nunca ha estado en efecto, existen nuevas prioridades en materia de
inmigración y después de consultar con el abogado general, el programa DAPA
queda rescindido. Una orden ejecutiva lo diseñó y otra orden da marcha atrás.
En México, luego de que se diera
a conocer el memorando estadounidense, la Secretaría de Relaciones Exteriores
(SRE), hizo público su beneplácito por la permanencia del programa DACA (SEP.
Comunicado No. 240). Nada dijo sobre el DAPA. Sin embargo, a diferencia de lo
que ocurrió apenas hace unos meses, la SRE dio cifras precisas del volumen de dreamers.
Por ejemplo, anotó que, a marzo
de 2017, 787 mil 580 jóvenes habían sido beneficarios del DACA y de ese total 618
mil 342 (78 por ciento) son mexicanos. Sí, es el grupo más favorecido por el
programa y también el que estaba (¿o está?) en un mayor peligro de deportación.
Ni la SRE ni la SEP han publicado los datos por nivel de escolaridad de estos
jóvenes, pero por los requisitos de solicitud al programa, los testimonios de
varios de ellos y la protección que les han ofrecido algunas universidades estadounidenses,
en su mayoría son jóvenes talentosos que concluyeron su bachillerato, cursan la
licenciatura o el posgrado.
Definitivamente, es mejor para
los dreamers saber que, por ahora, el
programa en el que están inscritos sigue vigente. Sin embargo, por un lado,
seguramente, las medidas de deportación se endurecerán para la población que no
está en el programa. Por otro lado, con la velidosa administración Trump, nada es
seguro ni permanente.
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